El presidente Uribe raudo y veloz llegó anoche a la casa del Alan Jara, quien horas antes había sido liberado por las Farc, después de haber estado secuestrado en sus campamentos por más de siete años, para ver si lograba restarle aun cuando fuera un tanto de trascendencia a las contundentes declaraciones que el liberado dio a la prensa, entre las cuales se destacan, por la valentía y el coraje que tuvo, eso de que Uribe no había hecho absolutamente nada por su liberación y la de los otros secuestrados, así como aquello de afirmar, fundamentado en sus propias vivencias y sagacidad política, que la guerrilla está muy lejos de verse derrotada y que lo único que garantiza la vida e integridad de los que aún se encuentran retenidos en la selva, es el arreglo humanitario.
Dijo Jara, además, tener la convicción plena de que, no obstante que los comandantes guerrilleros no ocultan sentir el fuerte acoso militar del gobierno, la Farc es invencible en tanto mantenga la posibilidad de incrementar sus contingentes con los cientos de miles de jóvenes colombianos que han perdido toda esperanza de vida digna y que encuentran con su alistamiento en la insurgencia, una salida a la miseria y a la tragedia que padecen día a día. Dijo haber captado, con muchísima sorpresa, la capacidad logística que tiene el grupo y en ese sentido puso varios ejemplos que, efecto, resultan impactantes para cualquier oyente (al parecer obtienen de inmediato todo tipo de bien material que se les ocurra).
Luego de conversar por más de una hora con Jara, Uribe dio una rueda de prensa en las afueras de la residencia de éste, de donde es perfectamente fácil sacar como conclusión de que no logró su objetivo. Su inocultable doble cara ante los eventos bien complejos por los que, muy regularmente atraviesa su gobierno, como, por ejemplo, esos de salir con cara de “yo no tengo nada que ver” cuando se han destapado las estrechas vinculaciones de sus allegados muy íntimos con el paramilitarismo y el narcotráfico, lo llevó a recurrir, como siempre lo hace, a la defensa a ultranza de su política de confrontación con la “seguridad democrática”, así como con el contraataque y las amenazas veladas.
Dijo respetar la posición de Jara, pero que no le garantiza al país, “ya que no puedo ser hipócrita”, que dejará los planes de rescate de rehenes con operativos militares. Dijo, palabras más, palabras menos: “o la guerrilla los deja libres, o nosotros los rescataremos.” Ante una pregunta del periodista de Telesur sobre el uso de logo del canal en la operación “Jaque”, de inmediato soltó como respuesta lo que, sin duda, fue una cobarde acusación (casi textual): “déjate de cosas fulanito, claro que no deben utilizarse de ese modo los logos, pero no me hagas hablar, a ti no te queda nada bien intentar convertir a Telesur en Telefarc…”
Sobre las declaraciones de Jara que no entendía cómo la “seguridad democrática” puede ser tan débil que se resquebraja con un arreglo humanitario y que, además, menos podía digerir aquello de que Uribe considera a todos aquellos que abogan por el arreglo humanitario, como cómplices de la insurgencia, nada dijo el presidente, pero a buen entendedor, pocas palabras…
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