Recientemente, horas apenas, el vicepresidente de la vecina república, Francisco Santos, para señas, familiar del ministro de defensa, declaró que “El Plan Colombia cumplió su función. Ya no es necesario”. Aseguró que pese a ser aliados de Estados Unidos, “Sin embargo nos maltratan”.
Casi inmediatamente de producirse estas declaraciones, el canciller Jaime Bermúdez, sin lugar a dudas con la anuencia de Uribe, respondió afirmando que “Hay que continuar con el Plan Colombia”. Para el anterior, es “necesario en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo”.
En “Canaima”, una de las grandes novelas del venezolano Rómulo Gallegos, aparecen dos hermanos, si mal no recuerdo de origen italiano, vinculados familiarmente a una joven enamorada de Marcos Vargas, personaje central de la obra literaria. Aquellos, propietarios de la tienda conocida bajo la firma Vellorini Hermanos, C.A., eran conocidos como Vellorini el bueno y malo.
Quien fingía ser el bueno, por lo que generalmente la gente a él se dirigía en solicitud de crédito, siempre salía del compromiso diciendo al interesado más o menos lo siguiente:
“Por lo que a mi respecta, no hay problema; apruebo tu crédito. El único inconveniente, que no lo es, está en que para que eso se concrete, debes hablar con mi hermano, quien por ser el mayor, tiene la última palabra”.
En verdad, el Vellorini mayor, era una persona generosa y siempre dispuesta a servir. No obstante, su hermano menor, ladino y habilidoso, le había puesto a jugar el rol contrario. Debía negar los créditos que su hermano menor no convalidaba.
De modo que cuando alguien llegaba hasta el mayor, siempre comedido y discreto, en solicitud de crédito, enviado por el menor, eso significaba que debía negarlo.
Por aquello, en el pueblo de Upata, eran conocidos como los hermanos Vellorini bueno y malo. Sólo que pocos sabían el secreto que, en verdad, el bueno era malo y viceversa. Es decir, los papeles se interpretaban invertidos.
Ese, el de los Vellorini, en la novela gallegiana, es el estilo diplomático que predomina en el gobierno de Colombia.
Las cosas feas, desagradables, inamistosas y hasta agresivas, en el gobierno colombiano las dicen funcionarios subalternos del presidente Uribe, mientras este se esconde tras el burladero, hasta cuando crea o deba salir a apagar los fuegos que sus incendiarios prodigan.
Antes que el “Santos” que hace las veces de Ministro de Defensa, empezase a tomar tribuna y cual Marte desatase sus furias contra todo aquel que le rodea, ya sus ministros de Relaciones Exteriores, justamente cuando Chávez, a pedido de Uribe, apenas había iniciado sus gestiones para lograr las primeras liberaciones de rehenes, iban por el mundo despotricando del venezolano y como saboteando la generosa gestión de éste.
Producidas aquellas agresiones inapropiadas y saboteadoras, aparecía Uribe como apenado, a solicitar paciencia y comprensión al agredido y rogar a su funcionario que fuese comedido. Pero nunca reaccionó de manera convincente. En otros casos o naciones aquellas actitudes hubiesen sido más que suficientes para destituir al indiscreto o torpe funcionario. Porque era evidente que contradecían el espíritu que parecían animar al primer gobernante nacional colombiano y poca amistosas con quien adelantaba una gestión por aquel solicitada.
Es decir, es viejo y “cebado”, como dicen en mi pueblo, el proceder de Uribe; y es, ni más ni menos, que el de los hermanos Vellorini. Esa conducta es como un “periódico de ayer” o la “crónica de una muerte anunciada”
Producidos los acontecimientos que terminaron con la invasión del territorio ecuatoriano y la muerte de Raúl Reyes, en un campamento de dormidos, por allá por Sucumbíos, en la OEA condenaron a Uribe y ratificaron que ningún gobierno o nación, puede invadir, por ninguna circunstancia, territorio ajeno. Allí Uribe, pareció desplegar toda su capacidad histriónica y apareció como arrepentido y apenado. Casi juró que aquello jamás ocurriría. Apareció como el bueno. Mientras que la Asamblea de la OEA, ratificó el principio soberano de los pueblos.
Es decir, el malo, en este caso Bush con su “guerra preventiva”, fue derrotado de manera contundente.
Días atrás, Juan Manuel Santos, ministro colombiano de la defensa, pese lo anterior, volvió por sus fueros. Como quedó en ridículo con aquello de las laptos, ahora “descubre” que los jefes de las FARC están enconchados en Ecuador y Venezuela. Pero allí no se queda, sino que “reivindica” la guerra preventiva, pese a que Bush no está en la Casa Blanca, y se atribuye el derecho de penetrar a territorio ajeno en busca de los guerrilleros colombianos.
Lo acontecido en la Asamblea de la OEA antes comentada, para Santos nada significó ni importó. Además, todavía prevalece en el Pentágono el espíritu de Bush, porque es el mismo deseo avasallador del imperio. Y Santos sabe bien como uno, que ello está por encima de Obama, aún cuando la buena fe, idealmente nos haga desear que allá las cosas cambien y también en Colombia.
Después que el “malo” definió como política a seguir por Colombia lo que antes la OEA condenó de manera unánime, el “bueno”, el presidente Uribe, como es habitual, de manera casi tímida reclama el “mal” proceder a su ministro, pero no tardó en ratificarlo en el cargo y darle todo apoyo a su gestión.
Lo dicho por Santos, es más que suficiente, si no para destituirlo, por lo menos diplomáticamente solicitarle su inmediata renuncia.
No obstante, en Santiago de Chile, el 10 de marzo, el Consejo de Defensa Suramericano, declaró entre otras cosas “el respeto de manera irrestricta, a la soberanía, integridad e inviolabilidad de los Estados….”. Y además, “consolidar a Suramérica como una zona de paz, base para la estabilidad democrática y el desarrollo integral de nuestros pueblos y como contribución a la paz mundial”.
Lo curioso, más que la declaración misma, es que ese documento no sólo lo firmó Colombia, sino que por ese país lo hizo su ministro de la defensa Juan Manuel Santos.
Lo evidente es que la política colombiana que expresa Juan Manuel Santos, pese a los engaños de Uribe, porque es la misma que todavía prevalece en el Pentágono, significa una amenaza contra los vecinos, como Ecuador y Venezuela.
Si Uribe fuese quien finge ser, por respeto a sí mismo, sus vecinos y decisiones de la OEA, hubiese destituido a Juan Manuel Santos. Al vicepresidente, se lo impiden razones constitucionales. Pero ahora hay un mensaje, no precisamente a García. Esto es lo novedoso.
Es obvio que el presidente colombiano juega a dos cartas. Con sus “Santos”, hace el mismo engaño de los Vellorini, salvo que uno de éstos, en verdad era “bueno”; sólo que el hermano le convenció que aquella pantomima era la fórmula adecuada para salvar la empresa, muy pequeña por cierto. Y en todo caso, el proceder de los hermanos italianos de la Upata de antes, no implicaba ningún riesgo ni amenaza a la paz y vida de la nación venezolana.
damas.eligio@gmail.com