El abrumador triunfo electoral del multimillonario empresario proimperialista Ricardo Martinelli en Panamá (60%), el 3 de mayo, tiene un preocupante y ominoso significado para la correlación de fuerzas en América. La presencia política del magnate de los supermercados ---quien pertenece al grupo monroeista-neocolonial de la ex Presidenta Mireya Moscoso, protectora del terrorista cubano-estadounidense Posada Carriles--- refuerza el eje intervencionista del Pacífico latinoamericano, Colombia y Perú, cuya construcción fue uno de los mayores logros de los gobiernos de Clinton/Bush en la región.
El resultado de Panamá es parte de una dinámica latinoamericana que pone en peligro la débil integración de la Patria Grande. Esa integración tiene dos dinámicas subregionales: el grupo del ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), encabezado por Venezuela, y el Mercosur, dirigido por Brasil. Aunque ambos grupos tienen perfiles distintos, son evolutivamente compatibles y tienden hacia la unificación. Por lo mismo, son incompatibles con la Doctrina Monroe y, en consecuencia, tienen que ser cooptados o destruidos por Washington, si no se someten a la pax americana.
En el balance de fuerzas, Washington ha sufrido reveses relativos con el triunfo electoral del FMLN en El Salvador y el fracaso (por ahora) del proyecto Kosovo en Bolivia; sin embargo, ha avanzado, además de Panamá, en otros frentes de la batalla contra el bolivarianismo latinoamericano. En Chile existe el peligro de que en las próximas elecciones ganen fuerzas más monroeistas que aquellas que sostienen al actual gobierno de Michelle Bachelet. En Argentina, las preferencias electorales para las elecciones nacionales de junio indican que el Kirchnerismo perderá las provincias “sojeras” Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, ante el peronismo de derecha, lo que pondría en peligro su mayoría en ambas cámaras del Congreso. En Paraguay, la posición del presidente Fernando Lugo se debilita por la fragmentación de su base partidista-congresal, manifiesta en el “relanzamiento” del gobierno nacional y el anuncio público del vicepresidente Federico Franco (PLRA) de promover un juicio político o la renuncia del Presidente.
Venezuela ---cuya admisión al Mercosur sigue pendiente, después de tres años de espera, y que solo se resolverá este año con su aceptación de las condiciones de “intra-comercio” (libre comercio para 500 mercancías) de la organización regional--- se encuentra, a su vez, en una situación de debilidad económica-política estructural que puede hacer crisis hacia finales del 2009. Los talones de Aquiles son, entre otros, la baja productividad del trabajo (agrícola, cooperativo, en empresas estatizadas, etc.); la cotización irreal del dólar que genera presiones devaluatorias; la alta tasa de inflación; los limitados fondos disponibles de reservas monetarias internacionales (alrededor de 18 mil millones de dólares); la persistencia de la estructura económica monexportadora y una política económica hacia el Socialismo del Siglo XXI, que se caracteriza por la improvisación, el espontaneísmo y la ausencia total de un proyecto coherente y a la altura de la ciencia moderna.
El ministro de Economía y Finanzas, Alí Rodríguez, reflejó la situación económica en una reciente entrevista, cuando dijo que la política del gobierno se concentra en "evitar caer en recesión" y agregó que el esfuerzo máximo es lograr un resultado positivo entre 1% y 2% del Producto Interno Bruto (PIB) que, dadas las actuales circunstancias de crisis, sería "un éxito impresionante para cualquier país". Considerando que China crecerá este año entre el 8 y 10 por ciento, no sabemos si el objetivo planteado por el ministro sería "un éxito impresionante para cualquier país”, pero no cabe duda que se trata de un discurso con cierta dosis de realismo.
El impacto de tal escenario económico sobre el modelo de gobernación venezolano, que se ha sustentado en tasas de crecimiento del 8 al 10%, la redistribución de la renta petrolera en la población, un discurso binario que no genera conciencia real sobre la situación objetiva y un bloque electoral opositor del 45%, se verá hacia finales de este año.
La Doctrina Monroe y la exigencia imperialista de Washington, de que se sometan los países latinoamericanos a los intereses de la pax americana, no han cambiado, ni cambiarán esencialmente, con el gobierno de Obama. De tal manera que la liberación de la Patria Grande, al igual que el fin de la agresión (bloqueo) a Cuba, solo podrán ser el resultado de la fuerza de un sólido Bloque Regional de Poder Latinoamericano.
El triunfalismo respectivo de algunos políticos criollos y otros bien intencionados, no es más que un autoengaño. La contraofensiva del Imperio sigue adelante y con Obama es igual de peligrosa que con Bush.
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