De acuerdo a Rosa Luxemburgo, los procesos de cambios dentro de la denominada lucha de clases, se dan bajo dos premisas. Una, casi siempre la primera manifestación, por el estallido social debido las presiones que sufren los explotados por parte de las clases dominantes. La otra, menos violenta, se canaliza a través de la organización popular que debe abrirse paso por entre el sistema burocrático.
Si entendemos esta dinámica social como dos caras de una misma moneda, es decir, que ambos fenómenos están directamente relacionados, siendo el primero antecedente del otro, podemos hacer una interpretación sobre los hechos de los últimos veinte años.
El 27 F de 1.989, ocurre el parto traumático de una nueva era, provocado precisamente, por la elevadísima presión social sobre la población más desasistida, ejercida por una descomunal fuerza capitalista. Una vez liberada, fue imposible aplacarla. La oligarquía, apuntalada en sus amanuenses militares y políticos reprimió salvajemente las protestas populares, silenciando en los medios sus propios desmanes.
El paquete de medidas anunciadas en el “Gran viraje”, precedido de una fastuosa toma de posesión de la segunda presidencia de CAP (llamada La coronación) se convirtió en detonante de las masas que soportaban fatigadas la opresión secular. La rabia acumulada estaba a flor de piel, más sin un liderazgo que coordinara las acciones. Fue una bomba atómica social, activada por los científicos locos de los laboratorios neoliberales y sus ayudantes criollos. Se desató en un segundo toda la energía acumulada y se esparció a los cuatro vientos en un millón de tolvaneras para tomar algo de lo que siempre le fue arrebatado, la Patria misma.
Los subsecuentes hechos que encausaron el proceso revolucionario, desenmascaran y sacan del poder político a los actores del pacto infame cuarto republicano y llevan a la presidencia al Líder Comandante. Sin embargo la lucha apenas comenzaba. La proxeneta oligárquica hizo sus primeras carantoñas solo para descubrir su fibra indomable. A partir de allí se desataron todas las plagas fascistas pretendiendo arrebatar con vieja maña lo recién recuperado por el Pueblo. Hoy, luego de una década de lucha desde el poder, la democracia es participativa, popular. El Pueblo es protagonista de los cambios y las comunidades organizadas asumen con responsabilidad los proyectos para la transformación de su entorno.
Sin embargo, las superestructuras del poder de la oligarquía están casi intactas. Sabemos que la revolución avanza de acuerdo a la dignificación del Pueblo y a las consecuentes manifestaciones violentas de la oposición, pero lo primero no puede ocurrir sin desmontar aquellas. Los bemoles de la profundización revolucionaria, corresponden en buena parte a que no se ha asestado un duro golpe a la superestructura más salvaje con que cuenta la oligarquía: El sistema mediático. No se si ha sido calificado de tal con anterioridad, pero puede entenderse así con el propósito de definir mejor las estrategias para desmontarlo.
En este sistema, sus integrantes (no los materiales) tienen un fin común: conservar el poder de su clase. Luego generan algo: cultura, fomentada en ideología capitalista (pudiera decirse anticultura, pues en definitiva no promueve los valores creadores del Pueblo sino que los ahoga). Todo ello se hace mediante, ahora sí, toda la parafernalia tecnológica que actúa como difusora.
De modo que la oligarquía criolla, con fuertes y añejos lazos con trasnacionales y gobiernos extranjeros de derecha produce una esfera cultural modeladora de formas en que las sociedades han asumido el mundo en las últimas seis décadas. Ciertamente como he dicho en otras oportunidades con motivo de expresiones del Comandante Fidel, que no contamos con cuatro millones de oligarcas, pero bajo este influjo vive buena parte de la población mundial. Entonces podemos comprender la dimensión e intención exacta de la eufemística frase publicitaria “Permítanos pensar por usted”. Es decir: Deje su cerebro a nuestra merced.
Al descubrirse el espacio radio eléctrico y su uso, se elevó a la n potencia las posibilidades de modelar la conducta social de acuerdo a los intereses de los poderosos a escala mundial. Desde el mercadeo de adminículos y servicios fútiles hasta fundamentos artificiosos para iniciar guerras en procura de energía, las clases dominantes tienen todo un abanico de posibilidades para mover las frenéticas actividades del proceso capitalista, a tal punto que desde hace más de sesenta años, saben que el planeta les quedaría pequeño.
La debilidad de ese sistema está precisamente en que ha existido usufructuando el espacio radio eléctrico, que es patrimonio de las naciones. Las oligarquías mundiales se han asegurado hasta ahora a través de gobiernos títeres, de conseguir su otorgamiento. Los exponentes por antonomasia del mundo capitalista, son quienes las detentan en porcentaje abrumador en casi todos los países. Concientes del peligro de perder su hegemonía a causa de los avances revolucionarios, juegan en distintos frentes para evitarlo. Así auspician cualquier locura con tal de proteger su mundo. Es correcto no renovar dichas concesiones a tan perniciosos grupos, pero sus efectos son tangenciales.
Conocedores de ese punto frágil han comenzado a migrar a la TV por cable; otro componente del sistema. Se mercadean mediante estas “cableras” para reconectarse millones de hogares. El mercado, que es como ellos catalogan a la sociedad, no desaparece ni deja de consumir, sino que se adoptan nuevas estrategias para acceder de nuevo a el por otra vía. Es absurdo pensar que la no renovación de las concesiones los detendrá. Para el desmontaje de esta superestructura oligárquica no basta un marco legal que rija y controle un sistema contrarrevolucionario, si no se aplica con rigurosidad. Al mismo tiempo debe delinearse el nuevo sistema que lo sustituya, bajo premisas eminentemente socialistas.
Es importante además no tener dudas sobre la naturaleza de estos grupos de poder, sus alcances e interrelaciones. Con frecuencia son tildados de traidores a la patria. Lo que sucede en realidad es que estos grupos ven como coto el planeta todo, irrespetando por lo tanto fronteras, territorios, soberanías, los pueblos y sus gobiernos. No les quita el sueño llevar a cabo genocidios, propiciar guerras civiles, producir pandemias, provocar implosiones financieras mundiales o exterminar sistemáticamente a líderes, pues para ellos eso solo es parte del proceso dentro de su escala común de antivalores en todo el orbe.
La cuarta guerra mundial tiene años sucediendo frente a nuestras narices, solo que asistimos a ellas por capítulos, producidos y entregados desde el sistema mediático neoliberal en tiempo real y en cualquier parte del mundo, de la misma manera e que mercadean modas, íconos y estilos de vida. Europa Oriental, Centroamérica, El Medio Oriente, África, Asia son los escenarios predilectos para generar conflictos y casualmente allí se encuentra el 70 % de los recursos energéticos del planeta. El imperialismo y sus lacayos están implicados directa o indirectamente en este tipo de hechos que tienen como finalidad movilizar sus economías.
La realidad nos somete a hechos que superan ficciones como The Matrix. De eso se ha hablado bastante. No necesitamos de una conexión neurocervical para entrar a un mundo virtual. A través del abuso del espectro radioeléctrico, llevan décadas explotando los sentidos de la humanidad mientras nos clasifican de acuerdo a la cantidad de dinero que nos exprimen.
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