Ecuador: sobre evaluación y burocracia

El Presidente de la República, Rafael Correa, afirmó con claridad que la evaluación a los maestros es para mejorar el sistema educativo y agregó que “ojala pronto tengamos evaluaciones para médicos, economistas e ingenieros”.

El debate sobre la evaluación a los maestros sirve para colocar sobre la mesa el papel de la burocracia en un proceso de cambio y la urgente necesidad de evaluar en todas las instancias del Estado.

Si bien es fundamental y sumamente justo que se evalúe a los maestros por la necesidad urgente de lograr una educación de calidad, también es fundamental que se evalúe a todos los burócratas, incluyendo aquellos que tienen “autoridad” porque muchas veces se encuentran ejerciendo funciones para la cual no están capacitados.

De la misma manera que se evalúa a los maestros, hay que evaluar a los funcionarios enquistados en ministerios y otras entidades estatales, y los recién llegados que asumen las mismas mañas de los otros. Hay que evaluar a todos y todas.

Hay que evaluar ministerios, medios públicos de comunicación, unidades de análisis… En fin, solo una evaluación permanente, y una crítica y autocrítica constante pueden combatir a la burocracia.

Mientras el neoliberalismo propugna la abolición de las empresas estatales utilizando como una de las excusas que así se combatirá a los burócratas que se enquistaron en ellas, sus principales personeros en distintos gobiernos de América Latina se valieron de la estructura burocrática del Estado en provecho propio: ya sea mediante las privatizaciones o utilizando determinados privilegios que forman parte de la corrupción pública.

En la Unión Soviética, luego de muerto Lenin, la burocracia tomó el poder y lo fue tomando en los demás países del llamado socialismo real. La burocracia puede ser estatal o privada. En Ecuador, tal vez el mejor ejemplo de burocracia privada lo encontramos en determinadas (¿o todas?) instituciones financieras como el Filanbanco cuyos dueños recurrieron al salvataje estatal para seguir viviendo bien. Fue la ineficacia privada pagada por sus representantes en el gobierno.

Pero los burócratas están en todos lados, saben amontonar cientos de papeles, manejan alguna gente, se creen dueños de puertas, ventanas, sillas, carros y esferográficos, que ni siquiera saben administrar… o mejor dicho, no saben administrar para el bien común.

Hay burócratas viejos y burócratas nuevos. Los viejos amarran, marcan su terreno, hacen de la burocracia una forma de vida. Los nuevos son iguales, aunque unos son más jóvenes, medio yuppies a veces, pero los hay de variada edad. Unos y otros viven tratando de construir pírricos micropoderes.

Los burócratas basan su dominación en el poder administrativo y/o político. Tienen siempre las cartas marcadas, apuestan al número que va a salir, no hacen ni dejan hacer nada y son los reyes del oportunismo.


Si la burocracia no es combatida a tiempo se traga el cambio. No habrá cambio posible sin destruirla. Es una tarea inevitable. La evaluación es solo el primer paso.


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Kintto Lucas


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