Nuestra más sincera solidaridad con el pueblo Hondureño, en especial por los millones que han salido a las calles a defender su democracia contra la élite golpista militar, civil y religiosa. Honor a los caídos en combate, a los cientos de heridos y presos, una nación sacudida hasta el fondo al quitárseles por la vía de la fuerza represiva y mediática las esperanzas depositadas en el gobierno del Presidente Mel Zelaya. Como cristiano, no católico, convencido de que el Reino de Dios proclamado por Jesucristo, víctima en su momento del mismo sistema represor, es más que un rincón en el cielo sino derrumbar por la vía pacífica, y si es posible violenta, todo sistema opresor que bajo cualquier manto religioso y político pisotean al Pueblo, esclavizan hombres, mujeres y niños, excluyen, asesinan y torturan.
He estado, al igual que millones en el país, atento en cada momento de los acontecimientos que se suscitan en nuestra país hermano de Honduras. Me sorprendieron dos cosas que no me esperaba; la primera el llamado mediático que hace el Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga en Honduras, donde a través de una cadena de radio y televisión advierte y culpa al Presidente Manuel Zelaya del posible derramamiento de sangre que pudiese suceder con su vuelta al país, pero en ningún momento condena el golpe de Estado, la segunda impresión es las denuncias de distintos líderes sociales y populares que resisten la dictadura donde afirman que sectores de la Iglesia Evangélica apoyan el golpe.
No me extraña el silencio que líderes evangélicos, en especial los de altas jerarquías y muy vinculados a las organizaciones norteamericanas sean indiferentes a los momentos políticos y sociales en cada país del mundo, en especial en nuestro continente sur americano. Guardan silencio o manifiestan con su silencio la indiferencia con aquello de que en política no se meten, aunque me consta que gran parte de la base social católica y evangélica son pueblo y de alguna manera manifiestan de manera pública o personal sus inclinaciones políticas, esto sin vincular su credo e institución cristiana.
Inquieto por estas denuncias de la participación evangélica en el golpe de Estado me fui a la red de internet a buscar alguna referencia o información al respecto; esto encontré: “…la prestigiosa revista Christianity Today ha entrevistado a varios líderes evangélicos de esa nación quienes manifiestan que la mayoría de la población apoya la salida de Zelaya pero no el método como fue despojado del poder.
“Es triste ver como
la OEA y la ONU esta forzando para que vuelva el presidente” afirma
a Christianity Today María Elena Umana-Álvarez una evangélica hondureña.
“Sentimos que lo que ha ocurrido es una respuesta a las fervientes
oraciones de muchos cristianos. Para muchos de nosotros no fue un golpe,
sino el rescate de nuestro país y de nuestra democracia”.
Lo ocurrido a Zelaya ha hecho que los líderes de las iglesias evangélicas,
que tradicionalmente no se han visto envueltos en la política, asuman
una postura.
La semana anterior al intento de la consulta popular propuesta por Zelaya
los líderes de las principales asociaciones evangélicas de Honduras,
entre ellos Oswaldo Canales, René
Peñalba, Misael Argeñal, y Evelio Reyes
se asumieron una posición. Los líderes realizaron manifestaciones
pacíficas pidiendo a Zelaya para que desistiese en su idea de reformar
la Constitución de Honduras. Los líderes le pedían al mandatario
que centrase su atención en asuntos internos graves
como las secuelas del terremoto de 7,3 grados de magnitud que arrasó
Honduras el pasado mes de mayo. Los evangélicos apoyaron la marcha
y participaron masivamente.
El 'golpe' ocurre en pleno pico de la temporada de verano, tiempo en que se realizan muchas misiones de corto plazo en Honduras. Esto ha originado que algunas de estas misiones se cancelasen. Umaña-Alvarez, quien usualmente recibe un grupo de misioneros, piensa que cancelar las misiones es algo aconsejable sobre todo ante las amenazas de Venezuela y Nicaragua. Sin embargo, dijo que cancelar totalmente estas misiones perjudicará a los hondureños dado que muchas de estas misiones tienen proyectos de suministro de agua potable y otras obras sociales que son necesarias en la nación centroamericana.”
Esto en sí no me escandaliza porque comprendo con profundidad estas posturas, que no es la única, es un debate interesante que se pueda dar en la sociedad como sucedió hace un tiempo cuando el tema debatido sobre el “Cristo Socialista” le movió el piso a muchos jerarcas de la Iglesia Católica como inquietud a líderes religioso de otras corrientes.
En mi poder tengo un libro, de ocho que solo existe en una imprenta centroamericana, titulado: ¿América Latina se vuelve Protestante? escrito por el sociólogo norteamericano David Stoll en donde hace un análisis histórico e interesante, no recomendado para mentes frágiles, sobre el avance y crecimiento de la Iglesia Evangélica en Latinoamérica, obra que algunas veces tuve que parar por las terribles revelaciones que allí se expresa, de la manipulación imperialista en muchas de las misiones evangélicas, de la participación de organizaciones cristianas no católica en golpes de estado, en actividades contrarrevolucionarias, etc.
Mi amigo David Stoll me obsequió este libro que no se encuentra en ninguna librería religiosa pero que usted puede leer digitalmente a través del internet buscando en Goglee poniendo el nombre “David Stoll” y el cliqueando el título del libro que ates menciones, podrá seleccionar e imprimir lo que allí le interese. Quiero hacerles entrega de un fragmento de este libro:
“Mientras la Iglesia Católica cuenta sus mártires, sin embargo, los latinoamericanos están abandonándola en una proporción acelerada. Un obispo en Brasil ha advertido que Latinoamérica se está convirtiendo al Protestantismo más rápidamente que Europa Central en el siglo dieciséis. Un movimiento aparentemente insignificante antes de la Segunda Guerra Mundial, incluye actualmente del 10 al 20 por ciento de la población del Brasil, Chile y América Central se está multiplicando, así también, en otras partes de América Latina.
A pesar de su éxito, los evangélicos continúan siendo una anomalía en la interpretación que los cientistas sociales hacemos de la vida religiosa latinoamericana. Ahora se acepta por todas partes que la religión es no sólo el opio del pueblo sino una esperanza por un mundo mejor, no sólo un impedimento para la protesta social, sino una forma de la misma. No obstante, en América Latina, este discernimiento se extiende rara vez a los evangélicos. Es fácil ver por qué. En una región tradicionalmente católica, los evangélicos insisten en violar las costumbres católicas. Ignorando las problemáticas estructurales planteadas por los católicos, los evangélicos insisten en que la única revolución genuina en América Latina será espiritual. A pesar de su aparente indiferencia frente a la opresión, tienen éxito en atraer a millones de pobres de la Iglesia Católica, «aunque esta última parece tener una conciencia social mucho más fuerte.» También tienen mucho éxito en la organización de grupos locales vitales y duraderos, en lugares en donde los marxistas han fracasado. Sus iglesias florecen en medio de los sobrevivientes de movimientos radicales reprimidos, y lo logran gracias al generoso apoyo de los Estados Unidos. Como resultado, permanecen al margen de la mayor parte de las interpretaciones de la política religiosa en América Latina, salvo cuando son objeto de una denuncia.
La alarma acerca de los evangélicos latinoamericanos no es nada nuevo. No obstante, ésta se ha extendido en la década de 1980, especialmente a través de la Iglesia Católica y de la izquierda. Numerosos latinoamericanos piensan que el dinero norteamericano es el responsable de la multiplicación de las iglesias evangélicas. Además, sospechan que el gobierno de los Estados Unidos está utilizando a los evangélicos para fomentar sus propios intereses. Sus oponentes afirman que únicamente esa clase de manipulación puede explicar cómo los evangélicos son capaces de desbaratar los esfuerzos de la izquierda y de la Iglesia Católica para organizar a los pobres. De acuerdo a esta lógica, en lugar de un ejemplo de lucha popular, los movimientos evangélicos que incorporan a millones de latinoamericanos se convierten en la negación de la lucha, una conspiración diseñada para frustrarla.”
Hay todo un tratamiento interpretativo de la conducta evangélica y católica en sus páginas que puedan hacer comprender el por qué el liderazgo evangélico, por no decir el católico que es archi conocido, se comporta como tal; actitudes que van desde la indiferencia política hasta su participación positiva o negativa. He tenido a lo largo de mi experiencia no católica rechazos, incomprensiones o hasta debates positivos acerca de mi forma de pensar acerca de la indiferencia del liderazgo cristiano evangélico en asuntos políticos y económicos en la nación, en lo social no mucho porque a pesar de los pocos recursos económicos en comparación a la Iglesia Católica, dedican mucho en el área.
Pero en el caso de Honduras y Centroamérica hay mucho de que hablar, denunciar y reflexionar, ese manejo imperialista que aún persiste en muchas organizaciones cristianas no católicas o fundamentalistas como suelen describírseles, ejemplo de ello en Venezuela de “Las Nuevas Tribus” expulsadas por decreto presidencial, no por su labor espiritual sino por ser un medio de explotación de nuestros recursos e injerencia cultura en tierra aborigen.
Siempre he criticado el status de vida evangélica con respecto a la realidad del país. Allí lo vemos en Honduras, de espalda al Pueblo, apoyando un golpe de Estado, participando y conspirando bajo el manto religioso. Me pregunto qué les pasaría si el Pueblo restituye al presidente Manuel Zelaya, con qué cara se van a presentar ante las instituciones realmente democráticas, qué voz tendrán estos sectores inconscientemente ignorantes o consientes ante el país. Entiendo que una Iglesia tiene sus funciones exactas con que fueron formadas, pero si van a entrar en el terreno político no lo pueden hacer de espalda al Pueblo y protegiendo los intereses de las oligarquías.
El Pueblo católico es más inteligente en materia política y social que sus líderes o jerarcas de alto nivel, se espera que el liderazgo evangélico rompa su burbuja de cristal y entiendan que ser sal de la tierra no solo es ser moralmente sano, ciudadanos buenos, sino ser uno con la lucha de las mayorías, capaces de dar la vida por la causa social, de ser una voz apostólica contra la corrupción, la explotación, la mentira, lo inmoral, etc. Hay que redimir la política, llevarla a su dimensión bíblica, llenar ese vacío espiritual que en nuestro continente ha dejado el clericalismo católico al darle la espalda a los pobres y salvaguardar los intereses de elites poderosas.
Líderes de la Iglesia Católica como Evangélica de Honduras, dejen de un lado el engorilamiento y vuélvanse al sentir popular, sean la fuerza moral que se respete, se escuche donde más que dividir unan, que con la palabra del Señor denuncien como los profetan del Antiguo Testamento la injusticia en este país. Que sean la voz apostólica que retumbe y haga retroceder el mal en la nación. No politizar el mensaje de Dios sino depurarlo de toda mentira, de toda injusticia, de todo mal.
En la década de los 90 del siglo pasado vinieron al país pastores, profetas y apóstoles de otras naciones en conferencias internacionales donde mucho antes que la revolución bolivariana surgiera profetizaron del gran cambio que se daría en nuestro continente, de las transformaciones sociales, políticas, económicas y espirituales que sucederían en Venezuela. Siempre me aferré a estas profecías, tal vez no lo verían tan claro como lo vemos en todo el continente hoy.
No podemos poner por encima de las necesidades de los más pobres, de los excluidos y explotados de América Latina nuestras organizaciones, nuestras instituciones, nuestras agendas y programas religiosos, eso explica porque en el liderazgo de izquierda son indiferentes a las instituciones evangélicas y sus denuncias a las élites de la jerarquía católica.
Nuestro llamado a las Iglesias, denominaciones, corrientes y organizaciones cristianas a no asumir posturas contra la mayoría del pueblo y ponerse con su indiferencia o conciencia al lado de las élites que se adueñaron de nuestras naciones y que ahora las multitudes luchas por su libertad.
Juliocesar1221@gmail.com