Desde la
Cumbre del G-20, en abril de este año, el FMI salió
fortalecido. Se priorizó reforzar su
posición financiera y no su reforma; esto
último habría permitido una mayor presencia decisoria en esa institución
de las economías emergentes como China,
Rusia, India y Brasil. Recuérdese que la China con 1.300 millones
de habitantes y la primeras reservas monetarias del planeta, cuenta
sólo con 3.7% de las acciones con derecho a voto del FMI.
El G-20 acordó buscarle 500 mil millones de dólares adicionales, de los cuales Estados Unidos aportarían 100 mil millones de dólares y la Unión Europea 75 mil millones de euros, con el objetivo de estimular a la economía mundial y ayudar a los pobres en los países pobres.
Al auxilio
acordado por el G-20 deben sumársele los 200 mil millones de dólares
que posee actualmente y 100 mil millones de
dólares en reservas de oro. Es un monto
histórico que jamás había administrado el FMI en su existencia.
Ocurre que
este fortalecimiento financiero del FMI no se corresponde con reformas
estructurales que le democraticen sino que
lo mas grave es que continua dominando en su seno el viejo modelo
de relaciones sustentados en acuerdos de políticas
económicas monetaristas impuestas a los
países que requieren la ayuda financiera. El FMI no ha cambiado.
En acuerdos negociados desde septiembre de 2008 han incorporados elementos
de la política contractiva, tales como, ajustes del presupuesto fiscal
(recorte de gastos), incremento de las tasas de
interés, congelamiento salarial para los trabajadores del sector público
y otras medidas que en general tienden a reducir la demanda agregada.
Nada nuevo bajo el sol.
El CEPR
con sede en Washington denunció que
países de Europa del este, El Salvador y
Pakistán han sido sometidos a estas condicionalidades crediticias y
que el monto prestado a los países pobres es pequeño. De 16 acuerdos
negociados menos de 46 mil millones
de dólares es para apoyar balanza de pago. El FMI aferrado a
su ortodoxia neoliberal niega la aplicación de programas de estimulo
económico en el contexto de la actual depresión
económica mundial. Ninguno de los dos objetivos del G-20 se
ha cumplido.
Los países en vía de desarrollo deben y pueden replantear el tema del FMI. El grupo BRIC y el MERCOSUR, entre otros, están obligados. Deben retomar las propuestas que apunten a una reforma sustancial del FMI que permitan arreglos institucionales que eliminen el veto de los países ricos, eleven el peso del voto de las economías emergentes en su seno e instalen una cultura de rendición de cuentas extraña por ahora. De igual manera, el apoyo a los países pobres y endeudados debe concretarse en la propuesta de que el FMI venda parte de sus 100 mil millones de dólares en reservas de oro, y utilizar este dinero para la cancelación de la deuda pública de los países pobres/endeudados de manera inmediata. No puede, no debe permitirse que las grandes potencias destinen la inmensa cantidad de recursos que tendrá el FMI para rescatar de la quiebra a la banca europea. El propósito debe ser estimular las economías para combatir la recesión mundial y ayudar a los países y pueblos pobres del planeta. Lamentablemente por ahora, y en estricto apego a las leyes del capitalismo universal, el FMI no ha cambiado, se esta saliendo con la suya.
rodrigo1cabeza@yahoo.com