Una de las claves para una Revolución exitosa es una alta capacidad de aprendizaje, todo hecho lleva una enseñanza, de todos hay algo que aprender.
La sonrisa de un humilde, la mirada de un oligarca, una chispa social en algún pueblito del interior, el cerramiento de una calle, la huelga de una fábrica, una brisa que cambia de rumbo, un oleaje que se calma, el espanto de unas aves, en todos hay una lección.
Las enseñanzas de una conmoción social son de importancia vital, nadie que pretenda Revolución puede ignorarlas. Por eso debemos analizar con rigor los sucesos de Honduras. Veamos.
Primero una reflexión general: toda sociedad capitalista lleva en su interior una profunda lucha de clases, por tanto, en cualquier nación, por muy pacífica, controlada, sumisa que nos parezca, están encerradas fuerzas de cambio y de reacción que pueden chocar de mil maneras, por mil causas, y producir una situación revolucionaria, una turbulencia.
Una segunda reflexión: el deber de los revolucionarios es estar presentes en estas turbulencias, preverlas, estimularlas, conducirlas hacia las fronteras del cambio.
Sin duda esto sucede en Honduras y ha sucedido muchas veces en muchas partes del mundo, pero, y he aquí un punto que merece estudio, la Revolución avanza, se concreta en un número muy pequeño de estas situaciones de conmoción.
Surge una pregunta: ¿Qué falla en estás turbulencias, por qué que son atrapadas nuevamente por la restauración?
La situación de Honduras se ha repetido a lo largo de la historia: pueblo alzado, Esperanzas inmensas, situación de miseria clamando cambios, y la energía social disipada inútilmente. ¿Dónde está la falla?
La importancia de la respuesta merece un análisis. Veamos.
Falló la organización popular, quizá, los objetivos no estaban claros, es posible, los líderes dudaron, no es descartable, se cometieron errores de conducción, es aceptable, las fuerzas enemigas eran muy poderosas, siempre es así.
Si estudiamos estos eventos en la América, encontraremos todos estos componentes en las derrotas de las posibilidades revolucionarias. Pero si dejáramos el análisis hasta aquí no estaríamos avanzando mucho, nos quedaríamos sólo en la expresión de un fenómeno que está más profundo: la falla ideológica.
La debilidad ideológica produce todas las deficiencias que arriba señalamos en los procesos de turbulencia.
Generalmente los procesos en el Continente, por las mismas condiciones sociales y económicas de la América, son dirigidos por la ideología de la pequeña burguesía, y ya sabemos que no es afín a la organización, que gusta de la conciliación, que es pusilánime a la hora de las definiciones, que carece de profundidad estratégica, etc. Estas no son descalificaciones ni ofensas hacia la ideología pequeño burguesa, simplemente son evidencias históricas.
La conclusión es muy clara: Quien quiera hacer Revolución debe ante todo dotarse de una poderosa ideología y una sólida conducta revolucionaria, la del proletariado, esta es una condición indispensable para el éxito.
La ideología reformista, pequeño burguesa, por más buena intención que tenga, siempre nos dejará esperando la próxima turbulencia.
¡No creerle al Imperio ni tantico así!
¡Chávez es Socialismo!