Este fin de semana puede ser punto de partida de cambiosdefinitivosenlos escenariosdelacrisisenHonduras. Terminarán las reuniones en San José de Costa Rica, fracasadas antes de comenzar.
Las movilizaciones populares en Tegucigalpa no han descansado un solo día. Cuando las creímos agotadas, recobran fuerzas y convocan a un paro general. El gobierno usurpador debió dictar nuevamente el toque de queda, sintomático de la incapacidad de las fuerzas represivas por mantener "el orden", y el mismo Micheletti anunció la posibilidad de renuncia, revelador de su debilidad.
Internacionalmente, cada vez es mayor el aislamiento del gobierno usurpador. La Unión Europea, que ya ha retirado a sus embajadores, ahora corta toda la ayuda financiera; Insulza reitera que es necesario mantener la presión para que se cumpla la resolución de la OEA, de restitución del presidente Manuel Zelaya. Los No Alineados reunidos en El Cairo reforzaron su repudio al golpe y demandaron el regreso del Presidente constitucional. Aladi se sumó a las condenatorias, y continúa la presión desde América Latina, sin deserciones.
Sorprendentemente, pues su lenguaje y llamamientos han sido de protestas cívicas y pacíficas, Zelaya dio un ultimátum a los golpistas que vence este fin de semana, anuncia "otras medidas" y posteriormente llama a la insurrección. ¿Por qué se endurece su posición? Estos factores, y en particular la unanimidad mundial en el repudio al golpe, ayudarán a definir las aparentes contradicciones Casa Blanca-Comando Sur, la lucha halcones y palomas en Washington, y tendrán que incidir al interior de Honduras, y en especial, en sus Fuerzas Armadas.