Son algo así como versiones de Adriana Azzi, pero “revolucionarios”. Tienen igual que la pitonisa mediática, sus cartas astrológicas, signos zodiacales y hasta contactos en el entorno de sus consultantes que le dan útiles informaciones que clasifican y archivan con singular orden. Justamente, este ingrediente hace más asertivas sus “predicciones”.
Cuando le aseguran a las consultantes qué pretendientes les acechan, es porque bien conocen los burros, pues tienen los pelos en las manos. Los búhos parlanchines del Popul Vuh, que merodean por los lados donde se mueve la clientela, les susurran por encima de los techos.
En tanto esta útil y determinante información les falta, hacen uso de recursos estadísticos, generalizaciones y abstracciones que nunca a un adivino que se precie, dejan mal en la multitud.
En Honduras, un pequeño país, que ha sido por largos años una base, en el sentido cabal de la política gringa, no limitada al hecho que ésta allí tenga la base militar de Soto Cano, instalada en 1981, un presidente de la derecha, nacido y formado entre una de las más ricas familias del país centroamericano, convencido que por el camino que transitan no puede cambiar el destino de los pobres, lo que implica desatar las relaciones existentes y las fuerzas productivas, optó por abrazar al ALBA y hasta incorporarse a Petrocaribe.
Tomó algunas medidas importantes y muy progresistas como elevar el ingreso mínimo de los trabajadores y hasta se atrevió a tocar intereses de importantes empresas nacionales e internacionales. En materia de política internacional, se relacionó estrechamente con gobiernos que en América Latina luchan por unas nuevas relaciones de intercambio basadas en la cooperación y la justicia.
A lo interno, para subrayar el nivel del pensamiento de las clases que dominan en Honduras, promover la incorporación de las trabajadoras domésticas al Seguro Social, conmocionó como si se hubiesen socializado las relaciones de producción todas.
El presidente no sólo se percató de la existencia de una constitución, que hasta él mismo ayudó a elaborar, que ata al movimiento social, progreso de Honduras y el porvenir de la mayoría de los nacionales, sino que valiéndose de una salida, no contraventora de la constitución, para evitar lo que en definitiva sucedió, intentó averiguar hasta dónde el pueblo está dispuesto a luchar por una reforma de la Carta Magna. En suma, para decirlo en una célebre frase que suena muy bien a los oídos de los revolucionarios, un burgués o pequeño burgués, como Manuel Zelaya, no se conformó con diagnosticar su sociedad sino que quiso y quiere cambiarla. Y no hay duda, que el pensamiento nuevo de Zelaya está muy cercano a lo pequeño burgués y eso en nada ha sido negativo.
No obstante lo anterior, nuestros sutiles adivinos, barajando sus cartas, no como Félix Vargas Chacón, el cumanés, que las usaba para el juego de azar, sino como la pitonisa Azzi, que es azarosa, sacan varias y las van comentando, mientras las depositan lentamente sobre mantos rojos que cubren las mesas de sesiones.
La primera que a la vista de un lego como uno, es una simple sota de espada, leído por ellos, dice que en toda sociedad capitalista, aunque mojigata parezca, se oculta una conflictividad de clases. Sonó como el grito dado por quien descubre el agua caliente.
En verdad quedé como bajeado, confuso y sumido en una gran depresión, por no poder llegar tan alto.
Y así, continuaron, como Bolívar, en “El Manifiesto de Cartagena”, tratando explicar el por qué cayó la primera república, hasta llegar a la causa número 12, del aquel año 1812, cuando un violento terremoto azotó a Caracas, buscando las razones por las cuáles “nos tumbaron” a Zelaya.
Pero en el tintero de Bolívar, contaminado de una concepción clasista, de propietarios y esclavistas, se le quedaron razones de fondo que produjeron aquella derrota y que poco tiempo después, dieron origen a aquel fenómeno como telúrico llamado José Tomás Boves.
Las causas reales de lo sucedido en Honduras, no están en modelo alguno de análisis, por demás abstracto, que me elabore a conveniencia y medida para que mis razonamientos entren muellemente. No se explican si aplico rigurosamente mi cartilla. Ellas se encuentran en el marco histórico de aquel país, sus relaciones, la correlación de fuerzas, lo que es América Latina y particularmente Honduras y Estados Unidos. No, en lo que debería y deberíamos ser.
Explicar lo acontecido a partir de una debilidad ideológica, que uno presume, pese a que nuestros jugadores de cartas no hicieron precisiones, en el nacional hondureño, no es más que mirar el mundo al revés o por lo menos desde una cápsula. Y si le atribuimos la derrota, si es que la hubo, porque eso es discutible, a la “ideología pequeño burguesa” predominante en la vanguardia, uno supone que también en el país centroamericano, empezando por Zelaya, es como orinar fuera del perol.
Si los sueños de los soñadores nuestros, producto de mensajes de búhos envinagrados, consisten en que primero hay que armar al pueblo de una ideología que logre la magia de sobreponerse a la superestructura que emana de las relaciones materiales dominantes, para asegurar que cualquier atrevimiento sea exitoso, no hablaríamos de pensamiento revolucionario y dialéctico, sino platónico.
Siendo como es el pueblo hondureño, envuelto en relaciones capitalistas, sometido por una fuerte propaganda de dominación, con una constitución de piedra, con un presidente de un partido liberal y burgués, un ejército cuya oficialidad fue formada en la “Escuela de las Américas”, bajo el interés de los gringos, todavía así se produjo el deseo de averiguar por una grieta. En principio para llegar solamente hacia y hasta dónde fuese posible. Y aquello desató lo que sabemos. Y todavía, en este momento, se está en las calle combatiendo y en los foros internacionales, por el regreso de Mel Zelaya.
La derrota, si es que la hubo, con todas las características que tiene, es en cierta medida producto de un marco de referencia, donde las clases dominantes del capitalismo predominan.
Soñar con una organización de revolucionarios, fuerte, armada de una ideología de vanguardia, para consolidar el proceso hondureño, que en primer término es eso, hondureño, no es más que jugar a la magia de las cartas. En los procesos sociales, los caballos sabiamente galopan por delante de las carretas. Todo sucederá conforme a cómo haya de suceder y no por buenos deseos o aspiraciones vanguardistas.
Una cosa es Venezuela de 1998, otra la de ahora y bastante distinta la sociedad hondureña. Allí, bajo sus caracterizaciones se produjo una crisis, unos acontecimientos, y sólo a partir de ellas, podemos explicar los resultados.
¿Cuál era el pensar de Chávez, que le llevó a alzarse, ganar las elecciones y consolidarse en el poder?
¿Cómo olvidar aquellas citas insistentes del “Oráculo del Guerrero?
Tratar de inducir la idea que una “ideología pequeño burguesa”, en este caso revoloteando por América Latina, dentro de las fuerzas del cambio, es causal de lo sucedido, es un aquelarre de búhos o alcatraces parlanchines, que buscan enemigos en su propia casa. O un pecaminoso intento de establecer enlaces con otras circunstancias, de paso muy mecánicamente.
Esto dicho, no contraviene la necesidad de fortalecer el pensamiento e ideal revolucionarios de la vanguardia y el pueblo, porque para jugar la última carta, diremos que “no habrá revolución sin ellos”. Pero eso es otra cosa. No pidamos peras al olmo.
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