Por supuesto que nada eso ha ocurrido y no ocurrirá, porque el presidente Alvaro Uribe Velez, no puede ni siquiera moverse y el “bonachón” de Barack Hussein Obama, con su sonrisa, sus cualidades histriónicas y sus dotes de relacionista público, evade el bulto negando que haya bases y que el tratado sea para amenazar al Continente; sino que simplemente obedece a una cooperación para el pobrecito gobierno de Uribe, que necesita, que requiere defenderse del “narcotráfico y el terrorismo”, como si el presidente del vecino país jamás hubiese visto una panela de cocaína y mucho menos conocido a un paramilitar.
Uribe ha dicho que acepta la invitación a Unasur, pero que el convenio militar con Estados Unidos ya es un hecho que no tiene vuelta atrás. Claro es que no puede ser de otra manera. Uribe jamás olvidará la suerte que corrió el General Manuel Antonio Noriega, después que el imperio lo utilizó como narcotraficante para despojar a los carteles de la mercancía y ponerla en territorio norteamericano, para garantizarle a cada uno de los tarados de guerra, su ración diaria de cocaína y de esta manera evitar una implosión social, cuando los millones de adictos veteranos del Vietnam, de Corea, de Camboya, de Irak, Afganistan y de otras tantas aventuras, no tengan el pucho de blanca nieves para calmar su estrees. El destino de Noriega, fue el de todos los cipayos del imperio. Primero lo usaron para el narcotráfico, luego para salir del incómodo General Omar Torrijos, militar digno, que prefirió pagar con su vida la osadía de reclamar la soberanía de Panamá, antes que negociar y continuar siendo colonia y basurero del imperio. Tras el “accidente” del helicóptero, que costó la vida al patriota Torrijos emergió, Noriega,un agente de la CIA, que los gringos llevarían a la jefatura del gobierno, pero que luego se puso malcriado y comenzó a rechazar las órdenes del amo. Se volvió patriotero y el resultado fue que la criminal maquinaria de la muerte del imperio, asesinó a media población panameña, con la desaparición de Chorrillos le barrio más grande del país y a Noriega, lo sacaron de la nunciatura apostólica, donde se había refugiado y a través de la tortura psicológica a la representación vaticana, hicieron que lo echaran a los brazos de sus verdugos que de una vez lo secuestraron y lo encerraron en sus mazmorras, para que no fuese a volverse indiscreto y revelar los crímenes cometidos por sus compinches.
Ese es el
espejo donde se mira Alvaro Uribe Velez, que luego de estar entre los
30 narcotraficantes más buscados por la DEA, llega a la Presidencia
de la República de Colombia con una campaña financiada por el imperio
y apoyada y garantizada por los paramilitares. No podía venir a otra
cosa que a cumplir las órdenes del amo. Ahora no tiene escapatoria,
a lo que le digan tiene que responder amén, de lo contrario le espera
una celda allá en su querido norte. De cualquier manera su suerte está
echada, tiene que continuar la tortuosa senda que inició cuando era
gobernador de Antioquia y creó las comunidades CONVIVIR, que no eran
otra cosa que las raíces de las Autodefensa Unidas de Colombia. Al
paisa no le queda de otra, es “Prisionero de su oscuro pasado”
*Periodista