Las trampas suelen ser calificadas solamente en función de su intención ulterior. Por eso es común oír hablar de una "mala jugada", o de una "cínica treta". Pero una trampa (como acción perfectamente calculada) puede ser una operación muy bien lograda.
Cantarle a la paz es muy bonito, quién puede negarlo, y hasta meritorio y encomiable cuando se trata de cantos en medio de los conflictos que enfrentan a los pueblos. Pero desempeñar un trabajo cualquiera, incluso entonar el más emocionante de los himnos, en favor de la hermandad humana para sacarle provecho personal a la faena y obtener beneficios incalculables no sólo en términos económicos sino en función de la inmensa imagen que ello puede depararte producto de tu "ingeniosa" jugada para hacerte de un buen capital con el dolor ajeno, puede llegar a resultar un acto verdaderamente criminal.
Y si tu canto comprende, además, la reunión de voces habituadas al mismo truco publicitario de hacer dinero cantándole a la paz pero exaltando el odio y utilizando el racismo como instrumento de hacer fama, entonces ese acto criminal se torna inmoral y asqueroso.
Con lo cual se hace más evidente tu burdo truco de usar la bondad y la generosidad de los pueblos para convertirte en grandiosa estrella de los sellos disqueros. Esos mismos sellos que conforman la gran industria transnacional que, mediante su voracidad capitalista, genera el hambre y la miseria que terminan por causar las guerras entre esos pueblos a los que pretendes "pacificar" mediante el arrullo de tus lindas cancioncitas.
No me sumo a las voces fascistas de la gusanera cuando acuso mi repudio a la burda jugarreta en la que son atrapados los míticos exponentes de la trova cubana, en ese concierto (nada más y nada menos que en la legendaria Plaza de la Revolución), que profana el suelo cubano y a la lucha revolucionaria latinoamericana como ni siquiera el imperio ha logrado hacer en medio siglo.
Expreso mi repugnancia por lo miserable que puede llegar a ser el fascismo en sus ruines propósitos del dinero y de la acción contrarrevolucionaria, ofendiendo, como lo hace, la inteligencia del pueblo. No se entiende cómo Silvio cae en una trampa como esa. ¿Será la vejez? No creo. Fidel acaba de cumplir 83 años de total e inquebrantable rectitud revolucionaria.
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