Recurrir a Bill Clinton y a George W. Bush para que ayuden en la tragedia de Haití, es ignorar el daño que ocasionaron ambos líderes a este país sufrido y constituye uno de los actos más cínicos del presidente Barack Obama. Fue precisamente en 1991 cuando el gobierno de George H. Bush (padre) apoyó el golpe de Estado contra el legítimo presidente populista Jean – Bertrand Arístide por sus intentos de retornarle a su pueblo la dignidad, a través de suaves reformas socioeconómicas que fueron percibidas por Washington como una sublevación contra el neoliberalismo globalizado.
Sin embargo, la resistencia de los haitianos obligó al gobierno norteamericano, ya bajo la presidencia de Bill Clinton, a mandar a sus marines para reinstalar a Arístide en el poder en 1994. Pero para castigar su desobediencia al plan económico neoliberal impuesto por los EEUU,que los haitianos denominaban “plan de la muerte”, Clinton declaró el embargo económico para estrangular al país, donde más del 80 por ciento de la población vivía en la pobreza, de los cuales 54 por ciento sobrevivían con menos de un dólar al día.
George W. Bush (hijo), fue inclusive más lejos cuando Arístide, que fue reelegido, trató en el 2004 de crear los comités populares y formar un sistema de Defensa Civil para prevenir las tragedias humanas durante los desastres nacionales como el terremoto que ha devastado al país, la semana pasada. Esta iniciativa fue percibida por los halcones de Bush como un ‘intento comunista que peligraría los intereses nacionales norteamericanas’ . En seguida reactivaron los escuadrones de la muerte que desestabilizaron al país y dieron un pretexto a los Estados Unidos para detener y deportar a Arístide, con el cuento que había renunciado. Tras de esto impusieron presidentes lacayos y lograron que las Naciones Unidas manden soldados para ocupar y administrar el país de acuerdo a los intereses de las trasnacionales.
Las grandes potencias occidentales nunca perdonaron que Haití haya sido el primer país negro independiente, ni que haya expulsando a los franceses en 1804, a pesar de la ayuda que les dio Thomas Jefferson, quien temía que “la rebelión de 500,000 esclavos en Haití daría estímulo a los esclavos en Norteamérica”. En venganza de su liberación, los franceses obligaron a Haití a pagar una indemnización que en el dinero de hoy sería 28 mil millones de dólares, lo que llevó a este país, entonces el más rico de América Latina, al desastre. Al irse los franceses, los estadounidenses se “interesaron” por la riqueza del país: el azúcar. En 1915 lo invadieron y permanecieron allí hasta 1934, tiempo en que se produjo la deforestación y el desastre medioambiental. En ese tiempo el secretario naval Franklin D. Roosevelt, el que sería en el futuro presidente de los Estados Unidos, escribió la constitución de Haití.
En realidad cada presidente norteamericano hizo algo para arruinar más a este país. Ronald Reagan favoreció a los criadores de chanchos estadounidenses y ordenó a Haití a destruir sus 400,000 cerdos, bajo el pretexto de la gripe porcina cuya presencia nunca fue comprobada. Bill Clinton hizo destruir la producción de arroz y ahora Barack Obama les promete 100 millones de dólares de los 500 millones embargados por Clinton, ¡como ayuda desinteresada! Es más ha enviado 10,000 marines armados en vez de rescatistas y médicos. El Fondo Monetario Internacional les promete 100 millones de dólares de préstamo con intereses.
Hoy Obama se burla de Haití y del mundo, encargándole la tarea de ayuda a George W. Bush, el presidente que miraba desde un avión, tras el huracán Katrina, cómo morían los afroamericanos en Nueva Orleans.