Historia i Vida (parte II)

El 19 de abril de 1810

El capitán general don Vicente Emparan o Emparán como lo escribe Indalecio Liévano Aguirre, lo mismo que Salvador de Madariaga quien dice de Emparán que era un afrancesado que no sentía la menor simpatía para con Fernando VII, sabiendo que la Junta de Sevilla antes de disolverse había dado reconocimiento a un Consejo de Regencia, que el Ayuntamiento estaba en contra de él i teniendo serenidad i habilidad política, cambió la táctica diciendo que no se oponía a una Junta de Caracas, pero que sería necesario esperar la presencia de comisionados de ese Consejo de Regencia. I dicho esto, cerró la sesión i salió para dirigirse a la catedral a los Oficios del Jueves Santo. Sin embargo, uno de los conjurados, el valiente Francisco Salias, se le adelantó cerrándole el paso, lo tomó por un brazo i con cierta insolencia le obligo volverse el recinto del Ayuntamiento. Es como el momento cumbre de la decisión de un pueblo rebelde o por lo menos de algunos más conscientes de la realidad del mundo que vivían i que está recogido para la posteridad, por un gran lienzo del pintor Juan Lovera, el iniciador de esta corriente pictórica en Venezuela.

De este modo, presionado por Salias i el pueblo, Emparan volvió al Cabildo i los granaderos permanecieron quietos pues su comandante el capitán D. Luis Ponte no dio ninguna orden para protegerle, lo que hizo comprender al último gobernador de la colonia en Caracas que ya no tenía ningún poder i mientras el alboroto reinaba, dice Felipe Larrazábal, ni habló ni hizo otra cosa que volver con Salias al Cabildo. Por eso reafirma Larrazábal : “Cuando entraba por la sala consistorial, ya no era el gobernador”. Entonces agrega “Ninguna resistencia opuso a los doctores Juan Germán Roscio y Félix Sosa cuando éstos le propusieron la formación de una Junta Suprema; y ni le ocurrió observar siquiera que aquellos individuos tomaron asiento en el Cabildo y hablaron sin ser del cuerpo”. Sin embargo, producto de las circunstancias, cuando Roscio comenzaba a redactar el acta, parece que tenían la intención de ofrecerle al ex gobernador, la presidencia de la Junta, cuando fue oportuna la intervención del canónigo doctor José Cortés de Madariaga al consultar al pueblo. Este chileno revolucionario viendo la debilidad de los mismos actores i pedir la opinión del pueblo de si querían mando, se dice que hizo la seña correspondiente al NO i cuando la muchedumbre gritó ¡No lo queremos! repetidas veces, vino la renuncia del mandatario con la frase, ¡pues yo tampoco quiero mando! Larrazábal dice que fue Madariaga quien asentó la necesidad de tener un gobierno propio i el pedir la deposición del gobernador como una medida vital de seguridad pública. “Sí, lo pido –dijo centelleándole los ojos− en nombre de la justicia y de la patria; en nombre de nuestra libertad”. Esto, mientras los historiadores apenas se refieren a un gesto con el dedo índice de su mano derecha.

Aquí, otra reflexión en el presente ¡Qué actitud tan patriótica, siendo chileno de nacimiento, pero amando su patria naciente! ¿Qué hubiera sido la actitud de hombres nacidos en este mismo suelo, tales como Baltasar Porras, Urosa Sabino o Roberto Luckert? Una vergüenza para la historia, como lo son actualmente.

Felipe Larrazábal concluye: así terminó el acto trascendental de aquel día para siempre memorable. La revolución se consumó por el denuedo de Salias y por la injerencia patriótica y el eficaz calor del canónigo Cortés de Madariaga”. I finaliza este aparte:

“La revolución de independencia americana había dado su primer paso”. “El primer Gobierno Propio de la América española quedaba constituido. Pronto haría lo mismo Buenos Aires, el 25 de mayo; luego Bogotá, el 20 de julio; Chile el 18 de septiembre. Durante este año de 1810 todas las capitales de América, con la excepción de Lima y Guatemala, darían un paso idéntico al que iniciara Caracas el 19 de abril”. Por cierto que, quien desee profundizar más el significado de este día, puede leer en Larrazábal, Tomo I, página 92, los sanos propósitos i resoluciones de la Junta de Caracas, tal como hace ahora la revolución bolivariana del siglo XXI, proporcionando libertades al pueblo, evitando odios, mejoras a los indios, prohibición de introducir esclavos, etc., a punto, que hacen decir al autor citado que fue un espíritu generoso el que la animó para lograr en la América del Sur, “Revolución sin sangre, sin odios ni venganzas.” Fue la voluntad del Imperio Español, la que desató una guerra, en la cual influyó en mucho, lo que hoi llamamos lucha de clases, i aprovecho la relación de otras fechas semejantes al 19 de abril, para hacer notar que en Bogotá, el 20 de julio, desde el inicio estuvo allí el zuliano Rafael Urdaneta, el mismo que después de una excelente preparación cultural con Nariño, i luego de tres combates por la independencia, se consiguió con Simón Bolívar en San Cayetano, para luego desde Cúcuta, comenzar la llamada con propiedad la Campaña Admirable, durante la cual Bolívar, en Mérida i en Caracas, obtendría el reconocimiento de sus conciudadanos con el glorioso cognomento de Libertador.

I es el momento de aclarar unas dudas respecto a Bolívar i el 19 de abril de 1810. ¿Dónde se encontraba entonces el futuro Padre de la Patria i en que menesteres o actividades se ocupaba?

Si Simón Bolívar no lo vemos entre los protagonistas principales de ese día glorioso i memorable fue por muchas razones entre las cuales podemos destacar dos o tres como fundamentales. Liévano Aguirre se pregunta ¿Cuál era entre tanto, la vida de Simón Bolívar? Para ello comienza explicando que, al volver de Europa, se encontró con que los caraqueños más destacados desconfiaban de su impetuosidad i de la falta de madurez que le atribuían. Eso es común en todos los tiempos, pese a que la psicología i la ciencia en general nos enseña que el grado de inteligencia puede o está presente a partir de los 8 años de edad, sin mencionar a los personajes geniales como Mozart. Tenía, dice el autor, fama de calavera, designación que se adjudicaba a muchos jóvenes que disfrutaban hasta sanamente de su juventud i que para Bolívar le facilitó en un continente adelantado, sus recursos económicos. Dice textualmente Indalecio Liévano Aguirre: “Desde aquellos días, Bolívar siente, pues, la resistencia de una atmósfera hostil y ve crecer a su alrededor rencores y envidias que, a la manera de enredaderas venenosas se atraviesan en la senda de sus ambiciones para impedirle ascender. Sabe que personas a las que jamás había ofendido, amigos, familiares y conocidos de siempre, conspiran contra él en la sombra, le detractan o calumnian y, utilizando su alegre vida de juventud, le presentan como un individuo ligero i licencioso al cual no era prudente confiar cargos de responsabilidad”.

Los hermanos Bolívar, como se sabe desde hacía mucho tiempo estaban decididos a lograr la libertad del su patria i conspiraban i captaban adeptos en reuniones frecuentemente en la llamada Cuadra Bolívar; esto lo comprueba concretamente, por lo que se conoce de la amistad entre Simón i el joven José Ignacio Casas, hijo del capitán general en 1808, cuando este amigo le advirtió que sabía de las reuniones secretas de las familias Bolívar, Ribas i Sojo o Palacio Sojo. En una ocasión le dijo según refiere Augusto Mijares en su biografía titulada El Libertador, (pág. 182): “Sabes que soy tu amigo y te estimo aunque no te frecuento; y así me sería muy doloroso que vieses en alguna aflicción por lo que estimaré no admitas sociedades en tu casa ni comensales, porque te perjudican” a lo que Bolívar contestó: “Estoy desesperado por salir de gorrones que me incomodan, yo a nadie llamo y estoy inocente de cualquier calumnia”. Al respecto piensa Mijares: No sabemos si esto sería verdad, o la natural disculpa de un conspirador que se encuentra descubierto. Sin embargo en un proceso sobre otra conspiración, a fines del mismo año, parece probado que los hermanos Bolívar, eran decididos partidarios de la independencia i por eso no concurrieron ni formaron parte de aquella vacilante rebeldía que se hizo en el papel. Parece ser que si estuvo en la trama de lo que sucedió el 19 de abril i dijo que todo le había parecido bien penado, pero que él i sus asociados, ya habían declarado la guerra contra España i verían como saldrían, aunque también afirma Mijares que en otro intento subversivo abortado a principio de ese año de 1810, se había confinado a los Montillas, los Toros i otros grupos diversos relacionados con ellos, a diversos lugares fuera de la capital.

Por estas razones, cierto descontento con la forma adoptada i estar señalado como conspirador, hicieron cauto al joven Simón que, empero intervino para proponer la junta que iría a Europa, concretamente a Londres, para buscar ayuda i observando la debilidad económica de la Junta de Caracas, ofreció sus recursos económicos para el viaje i los gastos respectivos de una comisión, con la condición de presidirla i la cual se constituyó además con Luis López Méndez i Andrés Bello, quien solapadamente sentía lo que muchos en la sociedad caraqueña, como hemos visto. Dice Liévano Aguirre: “y sus compañeros, dos hombres que se sentían superiores a él; López Méndez juzgaba con cierta protectora benevolencia la superioridad jerárquica de Bolívar, y Bello no podía disimular su resentimiento por verse obligado a militar bajo las órdenes de su antiguo discípulo”. En principio esa comisión que viajó a Londres, según el autor citado, fundamentalmente solicitaría de Inglaterra las gestiones conducentes a que el gobierno de Madrid, no considerara subversivo el acto consumado en Caracas el 19 de abril. Luego vendrían logros i desilusiones, pero de todos modos resultó positiva la gestión i donde se dio la oportunidad del encuentro por primera vez entre Bolívar i Miranda. Aquella audiencia en Londres se realizó, no en el Foreign Office como Bolívar lo esperaba, sino en Apley en la casa o residencia privada del Secretario de Relaciones Exteriores, el Marqués de Wellesley.

Ahora, volviendo a las causas de la ausencia de Bolívar en los acontecimientos del 19 de abril, veamos lo que dice un detractor mui conocido, como el español de uña en el rabo de Salvador de Madariaga, nada cortés con Bolívar i con la historia, como el Cortés de Madariaga chileno-venezolano.

(Continuará)

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Roberto Jiménez Maggiolo


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