DESDE CARACAS.- Mientras esperaba en el salón VIP, en el aeropuerto Internacional de Maiquetía, Antonio Ledezma conversaba con su embajador personal, Milos Alcalay. Cerca de allí, sin que lo notaran, estaba Úrsula Buendía que viajaba a Macondo en Avianca y esperaba su vuelo.
Dice Úrsula que Ledezma hablaba y hablaba con Alcalay. Una de las cosas que logró escuchar fue que: “Lo único que me ha permitido esta alcaldía es viajar, Milos. Hemos ido por todo el mundo diciendo que en Venezuela no hay libertad de expresión, se violan los derechos humanos, hay un solo poder, hay una dictadura, en fin, hemos dicho todo lo que nos da la gana, y siempre volvemos a nuestro país y nadie nos para. Ahora vamos rumbo a Madrid, creo que es la tercera o cuarta vez que volamos hacia allá. Y estoy seguro de que nuestros amigos, los diputados del Partido Popular, ya deben estar fastidiados de nosotros”.
Después llamaron el vuelo de Avianca y Úrsula Buendía tuvo que partir con dolor, porque según ella aquella confesión de Ledezma era un poema.
Ya en el avión de Iberia, rumbo a Madrid, Ledezma y Milos Alcalay seguían conversando: “Sigo con el problema de los empleados de la alcaldía, hay que pagarles, y los reales los he dedicado a otra cosa. En fin, problemas, y más problemas es lo que he logrado en esta alcaldía. Y tú Milos convenciéndome siempre de viajar a todas partes para denunciar al régimen, y no te das cuenta que eso no tiene sentido. Lo mejor sería que fuéramos a Perú y nos quedáramos de una vez como exiliados políticos al lado de Manuel Rosales, Timoteo, Lapi, Ortega, Nixon Moreno, Oscar Pérez y seguro que seremos noticia por dos o tres días”.
Una vez que aterrizaron –el avión porque Ledezma nunca aterriza- en el aeropuerto de Barajas, Ledezma buscó con la vista a la delegación del Partido Popular que los debía estar esperando, pero no había nadie. “Ya estos carajos nos olvidaron, Milos”. Salieron del aeropuerto, tomaron un taxi y le dijeron al chofer que los llevara a la casa del Partido Popular, el taxista les dijo que se bajaran porque él no quería nada con ese partido, y que él tenía moral y que esa vaina no es conmigo, busquen otro taxi que los lleve.
Al fin, llegaron a la casa del Partido Popular y hablaron con el portero, llamaron a una rueda de prensa y vinieron dos periodistas, uno de ABC y el otro de El Mundo, y Ledezma dio sus declaraciones: “Queremos que envían vigilantes, observadores, para las elecciones del 26 de septiembre, porque estamos seguros de que se prepara un fraude de grandes dimensiones. No se olviden de que en Venezuela estamos viviendo en dictadura”.
Al siguiente día sus declaraciones aparecieron en ABC y El Mundo, y fueron rebotadas por los periódicos de oposición en Venezuela. Milos Alcalay entró en un cibercafé y se metió en Internet y buscó las páginas de los diarios El Nacional y El Universal, y allí vio que las declaraciones de Ledezma estaban en primera plana. Se lo dijo a Ledezma y se fueron a una tasca a celebrar que todavía salen en la prensa.
DESDE CARACAS.- Mientras esperaba en el salón VIP, en el aeropuerto Internacional de Maiquetía, Antonio Ledezma conversaba con su embajador personal, Milos Alcalay. Cerca de allí, sin que lo notaran, estaba Úrsula Buendía que viajaba a Macondo en Avianca y esperaba su vuelo.
Dice Úrsula que Ledezma hablaba y hablaba con Alcalay. Una de las cosas que logró escuchar fue que: “Lo único que me ha permitido esta alcaldía es viajar, Milos. Hemos ido por todo el mundo diciendo que en Venezuela no hay libertad de expresión, se violan los derechos humanos, hay un solo poder, hay una dictadura, en fin, hemos dicho todo lo que nos da la gana, y siempre volvemos a nuestro país y nadie nos para. Ahora vamos rumbo a Madrid, creo que es la tercera o cuarta vez que volamos hacia allá. Y estoy seguro de que nuestros amigos, los diputados del Partido Popular, ya deben estar fastidiados de nosotros”.
Después llamaron el vuelo de Avianca y Úrsula Buendía tuvo que partir con dolor, porque según ella aquella confesión de Ledezma era un poema.
Ya en el avión de Iberia, rumbo a Madrid, Ledezma y Milos Alcalay seguían conversando: “Sigo con el problema de los empleados de la alcaldía, hay que pagarles, y los reales los he dedicado a otra cosa. En fin, problemas, y más problemas es lo que he logrado en esta alcaldía. Y tú Milos convenciéndome siempre de viajar a todas partes para denunciar al régimen, y no te das cuenta que eso no tiene sentido. Lo mejor sería que fuéramos a Perú y nos quedáramos de una vez como exiliados políticos al lado de Manuel Rosales, Timoteo, Lapi, Ortega, Nixon Moreno, Oscar Pérez y seguro que seremos noticia por dos o tres días”.
Una vez que aterrizaron –el avión porque Ledezma nunca aterriza- en el aeropuerto de Barajas, Ledezma buscó con la vista a la delegación del Partido Popular que los debía estar esperando, pero no había nadie. “Ya estos carajos nos olvidaron, Milos”. Salieron del aeropuerto, tomaron un taxi y le dijeron al chofer que los llevara a la casa del Partido Popular, el taxista les dijo que se bajaran porque él no quería nada con ese partido, y que él tenía moral y que esa vaina no es conmigo, busquen otro taxi que los lleve.
Al fin, llegaron a la casa del Partido Popular y hablaron con el portero, llamaron a una rueda de prensa y vinieron dos periodistas, uno de ABC y el otro de El Mundo, y Ledezma dio sus declaraciones: “Queremos que envían vigilantes, observadores, para las elecciones del 26 de septiembre, porque estamos seguros de que se prepara un fraude de grandes dimensiones. No se olviden de que en Venezuela estamos viviendo en dictadura”.
Al siguiente día sus declaraciones aparecieron en ABC y El Mundo, y fueron rebotadas por los periódicos de oposición en Venezuela. Milos Alcalay entró en un cibercafé y se metió en Internet y buscó las páginas de los diarios El Nacional y El Universal, y allí vio que las declaraciones de Ledezma estaban en primera plana. Se lo dijo a Ledezma y se fueron a una tasca a celebrar que todavía salen en la prensa.