En
los últimos doce años han venido pasando muchas cosas, como sabemos.
Venezuela no es más aquel país condenado a la mediocridad forzosa que
nos aplastaba, que de vez en cuando, para no matarnos de pena, nos
concedía “decayentes” glorias con tiesas cabelleras ahogadas en tinte
rubio y laca, coronadas con bisutería tan valiosa como el reinado que
acababan de ganar. Y la vergüenza inculcada del pelo chicharrón, y en
una noche tan linda como esta todas parecían extranjeras y la negra,
siempre Miss Amazonas, nunca llegaba a ganar. Perdíamos todo el tiempo
pero no faltaba un narrador mediocre que repitiera, siempre amparado en
un árbitro maluco a quién echarle la culpa, que perdimos, sí, pero
porque nos robaron, que éramos ganadores sentimentales que no ganábamos
nada… venezolanos tenían que ser…
¿Y
el pueblo? El pueblo era un montón de gente que salía en la tele
bailando apretujado una vez al año en la Súper Bailanta Sensacional, al
menos así se veía desde los apartamentos del Cafetal desde donde no se
veía a un pueblo oprimido por la absoluta desesperanza y que sin embargo
se negaba a tragar su destino, entonces tragaba balas, cerveza,
indiferencia, telenovelas y rabia.
Aquella
Venezuela de sueños Delia Fiallo y el 5 y 6, del golpe de suerte que
nunca llega, de la imposibilidad, y anestesia local de cada viernes,
sábado y domingo… lunes, martes… jueves… Y las promesas y el desencanto…
y otra Polarcita, bichito!
Hoy
tenemos un país de lectores, de gente que busca información, que se
entera, que discute, ahí en la panadería, en plena calle… El debate está
servido y claro, aunque todavía tenemos algunos globotizados, cada vez
son menos, sin que esto signifique que dejaron de ser opositores. Lo que
dejaron, algunos, es la manía de poner la inteligencia en stand by para
defender cuanta imbecilidad les diga cuanto imbécil salga en Aló
Ciudadano. Ahora hay, y eso es algo destacable, cierto pudor, cierta
resistencia al ridículo, por lo que cada vez es menos fácil cosechar
apoyos a punta de mentiras monumentales como la Sigatoka Negra, aunque,
claro está, siempre habrá cabezas decorativas resistentes a la razón.
En
tanto el pueblo chavista ha dado el salto cualitativo más grande, tanto
que hoy supera con creces a buena parte de la dirigencia “histórica”,
que se va quedando rezagada en cuanto claridad ideológica y a la
voluntad de hacer la revolución de verdad-verdad.
Venezuela
ya no es la misma: la gente despierta, se involucra, asume
responsabilidades en la construcción de su futuro, exige, incluso sin
saberlo, ejercer su poder: el poder popular. Sí, como lo oye, mi
estimada señora cacerolera de Cumbres de Curumo, Po-der po-pu-lar.
Como todo, como siempre, esto también es culpechavez. ¡Uh ah!