Un pana que trabaja en un medio de comunicación burgués me contó que una trabajadora de la limpieza le preguntó al jefe de reparto que por qué en las telenovelas no hay actrices Negras como ella. El hombre se volvió un culo con la respuesta, y no hallaba cómo explicárselo. Me cuenta el pana que después de darle vueltas al asunto al final el jefe de reparto le respondió:
—Bueno no sé, los ejecutivos del canal dicen que “Negro no da rating”.
Pero la trabajadora no quedó conforme con la respuesta y le repreguntó:
—¿Y cómo es eso de que “Negro no da rating”?
Y el empleado todo apenado le respondió:
—Bueno, ellos dicen que el Negro es feo y ensucia la pantalla, usted sabe, los ejecutivos del canal y los anunciantes son los que mandan.
Qué bolas, la compañera un poco ofendida se quedó pensando la vaina un momento, y le dijo:
—Ah, ensucian la pantalla, entonces, ¿eso quiere decir que si los dueños de los canales y los anunciantes fueran Negros en lugar de blancos, las actrices blancas quedarían desempleadas porque en este caso serían ellas y no nosotras las que ensuciarían la pantalla?
Coño, tremendo gancho de izquierda. Parece que la trabajadora de la limpieza es camarada y se acordó de la lucha de clases. Al jefe de reparto le cambió el rostro un poco, y la amiga viéndole la cara de desconcierto le dijo:
—Tranquilo, eso no va a pasar, porque nosotras estamos luchando para que se acabe definitivamente la lucha de clases, y finalmente todas y todos nosotros nos podamos ver por televisión sin ningún tipo de discriminación, como dice la Constitución.
Más nada. Con este cuento pareciera que en los canales privados sí hay chavistas rodilla en tierra dando la pelea, aunque sean minoría.
Pero uno no termina de asombrarse de la miseria burguesa. A 12 años de la revolución estos burgueses miserables con el fin de dividir a la clase trabajadora todavía nos inoculan racismo a través de la televisión engañando a sus empleados con el cuento del rating. En telenovelas, noticieros, publicidad, pasarelas y certámenes de belleza no admiten Negras ni Negros, salvo uno que otro que tenga rasgos de blanco. Pobres burgueses infelices. Las actrices morenas que necesitan el empleo se ven obligadas a teñirse el cabello de amarillo y a ponerse lentes de contacto azules. Esto es insólito.
En la calle uno puede ver a mujeres con alguna ascendencia africana que han sido víctimas de este bombardeo mediático desde que estaban en la cuna. Ahora tienen que hacer magia para blanquearse. Es decir, para que no las rechacen o para ascender en la escala de valoración social, muchas deciden pintarse el cabello, o alisárselo, o untarse gelatina, o a colocarse una pañoleta, aunque no todas, es verdad, cambian su imagen por esta razón. En el caso de los hombres, algunos evitan tomar sol, y cuando van a la playa se quedan bajo el toldo o se protegen con cremas. Con esta técnica mediática la burguesía se lo lleva todo, porque gana plusvalía ideológica a la vez que la industria cosmética aumenta las ventas.
La clase burguesa es la propia plasta de mierda, porque el racismo no es más que un instrumento ideológico de la lucha de clases. Un instrumento ideológico no científico de la clase burguesa para dividir, deshumanizar, dominar y facilitar la explotación de la clase trabajadora. El racismo es un instrumento de colonización, de control y de exclusión social. Este invento lo heredamos de la colonia, y lo reproducimos actualizado con la nueva base económica capitalista. Y todavía no lo hemos derrotado.
La escritora estadounidense Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993, lo explicó en una entrevista de esta manera:
“El racismo todavía sigue operando hoy, mostrando su eficacia como instrumento para perpetuar las divisiones en contra de lo que debería ser una verdadera democracia”. [1]
Así es camaradas. Sobre una base económica con unas relaciones de producción y comercialización donde el blanco sigue siendo el patrón, el que tiene el control y da las órdenes, fácilmente se reproduce el modelo colonial de donde se deriva ese racismo manifiesto en la superestructura de la sociedad, pero ahora como una expresión actualizada sobre la nueva base económica capitalista. Se reproduce la creencia, en los más ignorantes por supuesto, de la superioridad del blanco sobre el Indio, el Negro, y el Mestizo, y por tanto, el derecho a despreciarlos y a dominarlos.
No todo burgués se cree este invento de la colonia, pero lo utiliza. Esta creencia le conviene a la clase dominante, que junto a sus ideólogos utilizan el invento de las razas y la ideología del racismo como un instrumento para facilitar la explotación. Es decir, las razas humanas no existen, pero el racismo como ideología y como sentimiento aprendido sí existe.
Es la ideología del racismo que heredamos de la colonia, y como toda ideología —no científica—, expresa y legitima las relaciones de dominación económica de una clase por otra. En la Ideología Alemana, Marx lo explica de esta manera:
“Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas, por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación”.
Así es. En este caso se trata de la ideología del racismo y del sentimiento racista que genera. Un racismo a veces solapado, y otras veces más abierto cuando se va agudizando la lucha de clases, hasta que alcanza niveles de odio y crueldad extrema. O sea, cuando la burguesía tiene todo el poder solamente nos desprecia, pero cuando lo está perdiendo, nos odia.
Los medios de comunicación son las instituciones más eficaces y exitosas en la internalización de representaciones sociales, ideas e imaginarios, y nos ayudan a clasificar el mundo en términos de categorías de “raza”. La burguesía y sus ideólogos sirvientes a través de los medios de comunicación imponen los patrones de belleza eurocéntricos para invisibilizar al otro. Es decir, a modo de anulación simbólica, invisibilizan a las personas integrantes de grupos étnicos no europeos. Inventaron una escala de belleza donde lo europeo es lo más bello y lo africano es lo más feo. Todo con el propósito de fomentar la vergüenza étnica y el endorracismo, y por tanto, evitar que los trabajadores reclamen sus derechos, y dividirlos en su lucha por rescatar los medios de producción.
El racismo, el endorracismo y la vergüenza étnica dividen a la clase trabajadora y estimula la competencia para ascender en la escala de valoración social determinada por la clase burguesa que subestima los valores y las costumbres de los grupos sociales oprimidos. Las personas que carecen de identidad étnica e identidad biológica positiva son las más vulnerables a este tipo de estrategia mediática para bajar la autoestima. Pero afortunadamente, creo que este no es el caso de la trabajadora de la limpieza de la que hablaba al principio de este artículo, porque la amiga está clarita.
[1] http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2009/08/15/_-01977838.htm
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