No se puede censurar a priori la solicitud hecha por el presidente Nicolás Maduro a los propietarios de las empresas televisivas venezolanas para que contribuyan a crear un clima de paz a través de su programación diaria, de manera que ésta incida positivamente en la disminución de hechos violentos que afectan a la ciudadanía en general.
Con esta descalificación tendenciosa se pretende inculcar la idea de un control de los canales de televisión por parte del gobierno chavista, ignorando adrede la responsabilidad social que los mismos deben cumplir, de acuerdo a lo establecido en la ley que regula su actuación en Venezuela.
En este sentido, es difícil hacerse de la vista gorda y desconocer la influencia que tiene la televisión al inducir un patrón de vida entre quienes recurren a ella diariamente, lo que muchas veces se ajusta al moldeamiento de una conducta que termina por legitimar la lógica del capitalismo, imponiéndonos modelos ajenos a nuestra realidad.
De esta forma, se nota a leguas que quienes opinan en contra de esta solicitud del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, sean o no expertos en esta materia, están sencillamente ocultando que algunas de estas televisoras privadas del país frecuentemente difunden programas que estimulan antivalores entre la población, así como su actuación determinante en el desencadenamiento de los hechos violentos que indujeron el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 en contra del Presidente Hugo Chávez cuando manipularon un video sobre quienes se hallaban situados en Puente Llaguno, defendiendo ese día el proceso revolucionario bolivariano.
Así que no puede ni debe confundirse libertad de expresión con este tipo de cosas que contradicen la objetividad y la imparcialidad que le corresponde asumir a todo medio de comunicación, incluyendo, por supuesto, a aquellos que están en manos del gobierno.
Lo que se requiere es que cada ciudadano venezolano, aun cuando milite en la oposición, esté ciertamente dispuesto a aportar su granito de arena en el logro de una sociedad cuyos valores se basen en el respeto mutuo, la paz, la seguridad personal, la igualdad y la justicia social, entre otros, mediante los cuales se formen y/o eduquen a las nuevas generaciones.
En consecuencia, todos los venezolanos estarían obligados moralmente a apoyar esta petición del Presidente Nicolás Maduro, puesto que la misma está sustentada en un sentimiento generalizado de la población venezolana, víctima de una programación televisiva que desdibuja tanto la realidad del país como del mundo y que refuerza cierto desprecio hacia nuestro rico patrimonio artístico-cultural en función de modas e intereses meramente económicos.
Esto jamás podría calificarse como una amenaza a la libertad de expresión, como se acostumbra decir cada vez que se le ha pedido a algún medio de comunicación que cumpla con su deber de informar de modo veraz o que no se parcialice demasiado con una postura política determinada, como muchos lo hacen sin ser sancionados por la ley.
En vez de ello, debiera promoverse un debate abierto sobre el papel cumplido y a cumplir por las diferentes empresas de comunicación, de manera que el pueblo tenga una opinión mejor sustentada al respecto, sin manipulación de ningún tipo.-
Maestro ambulante
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