Claro que callar es una alternativa, Camarada Toby; en tiempos de dictaduras es una obligación, o como tú dices, “la diferencia entre la vida y la muerte”. Pero ahora no es tiempo de callar camarada Toby; si una cosa nos enseñó el Comandante Infinito es que debemos pasar a la ofensiva cada vez que la Revolución se encuentre en peligro, y creo que hoy es momento de ofensiva ideológica; hoy es tiempo de que, por el contrario, nadie calle, o mejor, que todos hablemos, que hagamos estremecer la conciencia con las críticas constructivas, que alertemos sobre los desvaríos ideológicos y políticos y las falsas posturas revolucionarias porque “el coro” está desafinando.
Nunca la crítica, hecha para defender a este proceso que penetró en lo más profundo el alma del pueblo le hará daño, incluso si es errada. La mejor defensa de la palabra es que todos la digamos, no que callemos; es una debilidad tremenda que pocos la monopolicen.
Es tiempo de hurgar en lo que se dice y se hace para descubrir cómo estamos legitimando la esencia del sistema capitalista, eso que tú, camarada, siempre recuerdas del Che: el socialismo no se construye con las armas melladas del capitalismo porque cada vez que las usamos le sacamos filo y así, poco a poco, nos convertimos en nuestros propios sepultureros.
Dices que “la revolución depende hoy de la comprensión que se tenga, de la capacidad de oír y entender el decir”; ¿no crees que el oír es tanto tuyo como de todos, que todos tenemos el deber de decir lo que comprendemos?
Toby, no tienes derecho a privarnos de tus profundos y sencillos análisis, en especial a mi viejo Gonzalito, para ponerlo como ejemplo, quien a sus noventa años lo primero que hace es leer tu columna; no tienes idea de cuántos te leemos y de cuánto hemos aprendido de tus lecciones hoy más indispensables que nunca.
Camarada, cuando uno asume la defensa de una Revolución como la nuestra perdemos, al mismo tiempo, el derecho a callarnos aún a riesgo de equivocarnos; al fin y al cabo las equivocaciones son fuente de aprendizajes. Recuerda que el Comandante Infinito asumió el riesgo de decirla y de actuarla, de hacerla material en los momentos en que la mayoría la callaba.
Por el contrario, camarada, creo que hemos sido débiles al momento de defenderte, así como también en la defensa de Vladimir Acosta y de Mario Silva. Si ustedes callan y nosotros no hablamos, más que las palabras, las ideas no tienen otro fin que una lúgubre sepultura, sin lápida, sin doliente.
Si callamos nuestro silencio se volverá cómplice de la segura derrota de la revolución, habremos iniciado la mayor traición al Comandante Invicto y dejado solo al pueblo hoy más que nunca ávido de guía. Son muchas las señales que nos obligan a no callar, la mayor contribución es que todos hablemos, callarnos nos conduce a segura mordaza.