La antigua Asociación Venezolana de Periodistas, AVP., fundada el 20 de agosto de 1941, fue una institución de respecto que aplicó el código de ética de los periodistas con rigurosidad cuando algún agremiado era denunciado ante la asociación por palangre u otro delito, y si en la investigación se comprobaba la infracción, el culpable era execrado y se publicaba aquel veredicto. Pero la A.V.P. no solo intervenía cuando eran denunciados sus miembros, sino que ella procedía como un buen padre con su hijo y de esta manera se informaba de la conducta en lo privado y profesional de cualquier de sus asociados, los directivos de la AVP estaban pendientes permanentemente del comportamiento de los fablistanes y al observar que alguno no seguía los criterios enunciados en aquel código actuaba de oficio; porque para los miembros de aquellas directivas el respetar y hacer respetar los principios éticos de la profesión era sagrado. Sin embargo, fueron pocos los periodistas sancionados por mala actuación, porque la mística y el don de gente que demostraba la inmensa mayoría de aquellos abnegados profesionales no permitía se aplicaran demasiadas sanciones aunque era muy significativo que dentro de los periodistas de la época se encontraran muchos no egresados universitarios, pero que en casi su totalidad fueron unos auténticos SEÑORES, escrito con mayúsculas, de los cuales todavía quedan algunos en la actividad periodística gozando del reconocimiento como maestros en la profesión y ejemplos de moralidad gremial.
En 1976 se funda el Colegio Nacional de Periodismo, CNP, y poco a poco aquella institución se va llenando de gente que no tenía las dotes morales que es necesario poseer para ser un buen periodista, más bien comienzan a graduarse cantidad de malandros que lo que buscaban era tener un medio de comunicación a su disposición para poder chantajear a personalidades, empresas e instituciones oficiales. Actualmente por los medios de comunicación social es común ver, oír y leer como se exteriorizan impresionantes expresiones contra el honor de muchas personalidades, instituciones públicas y privadas sin presentarse ninguna prueba que avalen aquel oprobio; pero también se observa como son desestimadas en el acto las denuncias introducidas en el Colegio Nacional de Periodistas. Los reclamos sobre cualquier infundio son juzgados de inmediato por la respectiva directiva del colegio, regional o nacional, como acciones atentatorias contra el derecho a la libertad de expresión de tal o cual periodista o medio de comunicación, así como también dictaminan que es un atentado a la norma sobre la confidencialidad de la fuente de información cuando se pide que el periodista se retracte de un inventado acto deshonroso achacado a determinada persona; por lo que es notorio que la solidaridad automática, protección y absolución de un colega y/o un medio de comunicación, en estos momentos no tiene ninguna limitación, así se tenga las pruebas más contundentes de la transgresión por parte del periodista de uno o varios preceptos éticos contemplado en su propio código gremial y leyes.
Es lamentable que una labor tan noble y pedagógica como debe ser la del periodista, por culpa de muchos de ellos que pretenden gozar de impunidad al contar con la connivencia del ente que los agremia se haya convertido en un oficio de falsarios; protegidos por una disminuida institución. Pero no hay que perder las esperanzas, hay que ser optimistas y esperar que algunos de los periodistas que integran el gremio se dejen de la apatía que les impide hacerse cargo de sus responsabilidades gremiales y entonces asuman con toda la vitalidad sus obligaciones ahora aletargada, la labor de rescatar la decencia y gallardía del CNP es vital para el progreso y dignidad de la patria.