La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículado desarrolló la libertad de información y de expresión de manera que bajo ningún concepto ese derecho agreda o atente contra los principios enmarcados en la amplísima materia de los derechos humanos.
El asunto es, y aquí se enreda el papagayo, es que hay una gama de medios de comunicación social privados, que ciertamente confunden la gimnasia con la magnesia, o sea, a juicio de estos medios, la ofensa, la malicia, la mentira, la manipulación, el vilipendio, la injuria, la difamación, y paremos de contar, puede hacerse cada vez que le plazca, aunque lo hacen a diario. El Estado de derecho y de justicia social es inexistente para estos medios, y si un ofendido le requiere el derecho a réplica, bueno no falta quien diga que aquí no hay libertad de información. El sindicato de los dueños de estos medios aglutinados en la Sociedad de Prensa Interamericana y el Bloque de Prensa Venezolano, son los “fieles” guardianes de la libertad de información.
“La imprenta es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la artillería del pensamiento”, dijo Simón Bolívar, en el mejor sentido de la misión de la prensa. Por cierto, en su época el terrorismo mediático informativo ya hacía de las suyas, por lo que, el propio Bolívar alertó: “El derecho de expresar sus pensamientos, y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más estimable bien del hombre en sociedad. La misma Ley jamás podrá prohibirlo, pero tendrá poder de señalar justos límites, haciendo responsables de sus impresos, palabras y escritos, a personas que abusaren de esta libertad, y dictando contra este abuso penas proporcionales”. Sí Bolívar viviera vaya a usted a saber cómo la prensa de nuestros días lo barrería por tales expresiones.
El mal endémico de la manipulación y la mentira, nos viene desde tiempos remotos, pues, la información mercantilizada (como un negocio lucrativo y político en el que deambulan las más brutales perversidades), tiene un historial milenario, donde desde un principio se hizo visible el “periodista” trabajando para perpetuar reyes, tronos, imperios, contrarios a los intereses más sagrados de los pueblo.
Las campañas violentas de los medios de comunicación social privados, se han intensificado tanto, que han alcanzado límites desproporcionados y azarosos para la propia existencia humana. En 1989 William Lind (asesor militar) y cuatro oficiales de los Estados Unidos, rotularon un documento: "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación". Principiaba a configurarse una nueva manera de intervenir en las conciencias de las personas a través de la sugestión. En su definición técnica, "Guerra Psicológica", o "Guerra sin Fusiles", es el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientada a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de las armas.
En Venezuela los principales grupos del poder mediático privado, manejan casi todo el espectro radioeléctrico y los principales tirajes de medios impresos, bajo las directrices (entiéndase líneas editoriales) del imperio. La guerra de cuarta generación lo que pretende es una movilización masiva de la población en un antagonismo integral contra el supuesto enemigo, que en nuestro caso es el gobierno del presidente obrero Nicolás Maduro, toda vez que como jefe de gobierno, abarca los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales del país, pero desde una óptica socialista.
De ahí que esto medios estén empeñados, no gratuitamente porque el financiamiento imperial es bestial, en inocular miedo en el objetivo de alcanzar el sistema mental y organizativo del adversario, esto es, del pueblo, de modo que sea un aliado, amigo de su enemigo histórico y confronte a sus aliados de clase.
Estos argumentos que están soportados por la historia del poder hegemónico de los medios de comunicación privados, revelan cómo tras esa diabólica acción, la cual está en ejecución permanente, los medios de comunicación privados, enemigos del Poder Popular, “objetivizan” tras la malicia y la infame la traición a la Patria Bolivariana, como el pan nuestros, día a día, sin tregua alguna e inmisericordemente.
Luego, está el agregado de que cada día es más visible la confusión de dueños de medios de comunicación privados involucrados no sólo en partidos políticos, sino que actúan abiertamente en diversos negocios y organizaciones diferentes, con su consecuente conflicto de intereses, al margen del sagrado derecho de informar veraz y objetivamente. Recordemos que esta materia es un derecho humano conculcado abiertamente.
Quienes se meten al negocio de tener un medio de comunicación deberían de privarse de participar en otro tipo de negocio o ser miembros de partidos políticos o de organizaciones, porque de lo contrario la libertad de expresión e información quedan sujetas a la manipulación de esos otros intereses del dueño del medio, ajenos al sagrado deber de informar con el mayor balance posible, sin malicia alguna.
Todos quieren el control mediático: los políticos tradicionales, los partidos políticos de todos los colores, los empresarios, los banqueros, algunas organizaciones, los empresarios metidos a políticos, que ya no se conforman con controlar el mercado, sino que quieren el control político de los poderes del Estado, porque todos independientemente de los colores que los cubra, persiguen el mismo objetivo: el control del poder político-económico, a expensa del pueblo, porque es lo menos que les interesa, salvo que sea para utilizarlo como “carne de cañón”. Sin parámetros. Es el festín de Baltasar, en el ámbito de la comunicación de los medios privados.
La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, es el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si se continúa consintiendo el abuso, en la utilización de la información como propaganda política y la manipulación.
Este poder mediático se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia que avala el imperio. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder. Resulta inaceptable que la ley del mercado sea la única que domine para determinar el régimen de los medios de comunicación.
La actuación de los medios es un asunto estrechamente vinculado con la libertad y la democracia, a lo que se agrega el respeto a los ciudadanos y ciudadanas. Los “poderes salvajes” de estos medios mediático que amenazan la estabilidad del pueblo venezolano, no pueden actuar impune e indiscriminadamente. Si el poder mediático ha podido desarrollarse con tanta prepotencia e impunidad como las que hemos conocido en este país ha sido tanto por la ineficacia del marco jurídico como por la ausencia de contrapesos suficientes. De ahí, entonces, la conjunción del verbo hacia un accionar de la teoría a la acción, no podemos ser indiferentes, ante tantos atropellos de estos medios salvajes, es necesaria la participación activa y revolucionaria del pueblo. Desde luego, los poderes públicos tampoco deben hacerse la vista gorda, sobre todo el Ministerio Público y el Poder Judicial. Por cierto, para restregarle los dientes a los mediáticos, estos abusos brillan por su ausencia en los países imperiales. Que vayan al Norte a difamar o a Europa.
¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!