El discurso contradictorio de los dirigentes de Súmate, el oportunismo mostrenco de los precandidatos presidenciales y en su grado más patético el afectivo e irracional lenguaje político del gobierno norteamericano, evidencian una involución del mismo. Si acordamos que el lenguaje político como todas esas formas de expresión a él vinculadas, mítines, declaraciones, artículos, comunicados, etc. Al prestarles atención vemos que Súmate orienta todos sus argumentos de guerra contra el Consejo Nacional Electoral, obviando la procedencia de los representantes de la organización civil y la institución, quizás porque la génesis del segundo deslegitima a Súmate, o por lo menos la institución es ajena a menos suspicacia. Las primarias no son una discordancia de propuestas, sino el hecho que desnudó el lenguaje simplista de Súmate, cuyos argumentos, tanto más graves si los creemos sinceros. Pero si el discurso de Súmate era una de las columnas en el lenguaje aun más simplistas de los precandidatos, deja ver el analfabetismo político que hace imposible la comprensión de sus mensajes. El periodista Ojeda, el cura Calderón, el abogado Borges, el bachiller Rosales, el “guerrillero” Pekoft, por tan solo citar los de más presencia mediática quedaron hablando solos ante el lente de una cámara o el grabador de un periodista, probablemente aburrido. Y ¿por qué hablar solos ante los medios de comunicación?, ¿será porque como decía Aristóteles que el orden sólo podía existir en espacios lo suficientemente pequeños para que todos pudieran oír la voz del heraldo?. Son los medios de comunicación los causantes de que los mensajes del heraldo tengan un alcance mediático planetario y un vigor atronador. ¿Cuál de ellos osaría contradecir a dueños de medios si además de analfabetas podrían quedar mudos?.
¿Qué dicen, cómo y por qué?, tienen respuestas múltiples sin importancia en tanto lo dicho sea a través de los medios, con la intención especifica, puesto que todo lenguaje y aun más el político tiene una intención. Los medios convierten al político moderno en una suerte de orador a distancia de cara a una era digital que debe dominar las artes oratorias además de las escénicas. Lo grave es que su mensaje es nada. Por eso el milagro irracional del gobierno norteamericano. Según Winckler, el lenguaje político de gobiernos totalitarios es afectivo e irracional, argumentando que solo puede justificarse por medios irracionales una sociedad que ya no es justificable racionalmente. Es irracional como el ex funcionario Powell justificaba en Naciones Unidas la invasión de Irak argumentando mentiras demostradas hoy día, y posteriormente, luego de salir de la administración criticaba a terceros su propio discurso.
La comunicación, los avances tecnológicos pueden convertir en cantante a una persona que no tenga ningún talento para el canto. La política también se ha ido haciendo cada vez más dependiente de la comunicación y sus avances tecnológicos. Y el lenguaje ha sido una de las principales víctimas. ¿Puede analizarse, incluso vale la pena, el lenguaje político cuyo mensaje es vacío, no existe, es mediático y paradójicamente tan accesible como incomprensible?. La intención de ese “superlenguaje” sigue siendo el cambio de gobierno. Pero los argumentos son grafitis grabados en un laberinto de pantallas de televisión y páginas de prensa escrita, imposibles de racionalizar, de relacionar con hechos pasados, por cuanto necesitan de novedad que sea efectista para el consumo. Es sencillamente la involución del lenguaje a un código de idiotas.