¿Qué buscan editoriales infames de basura politiquera en El Nacional?. El ex diario de izquierda dirigido incluso por venezolanos de diversa tendencia como Arturo Uslar Pietri y Ramón Velásquez, es bazofia informativa vergonzosa desde que su editor desperdició el prestigio internacional del periódico. Miguel Otero Castillo, hijo del honorable escritor comunista Miguel Otero Silva, intelectual honesto a carta cabal, es referencia excrementaria comparado con el exitoso rotativo que fue. El editorial del 30 Ene. 2017, es uno de tantos basados en chismes, rumores y presunciones de situaciones políticas. El NAZIONAL las deforma y llama al odio fratricida, denigra de la milicia nacional, señala al gobierno de militarizar la población, reprimir y torturar, sin presentar una sola prueba creíble. Pretenden que las colas provocadas por empresarios que esconden productos, encarecen la vida y son bachaqueros mayores de especulación y acaparamiento, no tengan vigilancia ni orden, y el pueblo incitado por opositores cometa saqueos generalizados.
Por décadas fue el infaltable diario de nosotros en la izquierda, hasta que MHO trató enlodar al Presidente Hugo Chávez, el editor le propuso en 1999 que el gobierno lo ayudara con 5 millones de dólares, para construir un hotel en Margarita. La respuesta del Comandante -y lo contó en “Aló Presidente”-, fue negativa. El Nacional cambió su letra C por la Z del nazismo, aliándose con propietarios de la SIP, derecha corporativa mediática dominada por fascistas. Miguel Henrique, hoy fuera del país, pues huyó para no responder un juicio por difamación, reniega de su patria desde EE UU, España y Colombia, con auxilio de gobiernos demócrata-representativos que avalan al presunto hijo de Miguel Otero Silva, permanentemente comprometido con golpes de estado a la institucionalidad venezolana. Sin embargo, la “dictadura” de Chávez y Maduro, nada le ha hecho al El Nacional, que en tiempos de gobiernos adecopeyecos sí fue víctima de un boicot comercial, clausuras temporales y arresto de periodistas. Vaya diferencia entre la Venezuela “representativa”, celestina en información, y este ejercicio participativo, humanista y protagónico del socialismo siglo XXI.