DE LAS ESTUPIDECES POR UNA RADIO CARAQUEÑA.
-"¡Diantre! ¿Qué vaina es esta? ¿Colón recalando con sus liendras y su ceguera otra vez a Venezuela? ¿O es Hernán Cortés, quién recuperada sus naves y bríos, habiendo dejado en México a la Malinche, regresa por sus fueros? ¿Será parte de la avanzada que llega al Cuzco a someter al pueblo inca e intentar robar sus valores materiales y enterrar su cultura?
Todo eso pensé cuando escuché a aquellos dos personajes hablando por la radio con voces de carajitos de ambos sexos.
Había prendido la radio y al principio, pensé todo aquello y como por el mensaje, en lo inmediato reaccioné como quienes escucharon la narración de Orson Welles, de 1938, de la llamada "Guerra entre dos mundos" relacionada con una presunta invasión marciana que tanto conmovió y causó angustia en EEUU o una de aquellas elaboradas por Rafael Silva y narradas en la excelente voz de Porfirio Torres, conocidas generalmente con el título de "Nuestro Insólito Universo".
Se trataba de una emisora caraqueña, que no quiero nombrar por muchos motivos como con "franquicia" en Barcelona, pero si diré que parece uno de esos puertos donde llegan habitualmente muchos náufragos. Esos que se caen o son tirados del barco que ahora capitanea Maduro. Unos a desahogar su frustración e intentar tapar sus culpas, otros a seguir en lo mismo que antes creyeron y en aquel barco nada pudieron hacer para enderezarle. ¡No sé a ciencia cierta que pasa allí! Pero llegan, recalan aventados por la marea. El espacio radial específico se generaba en Caracas.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando el carajito empezó a hablar de las "bondades" de una iniciativa que piensa lanzar o ha lanzado la embajada española, como el mismo dijo, "del gobierno del señor Rajoy", destinado a unificar la lengua que él, tanto el carajito como Rajoy, llaman español, sin percatarse aquél que su hablar es totalmente distinto a quien ejerce el gobierno en España, personaje por cierto de muy pobre lenguaje. Será por aquello que a la "Real Academia de la lengua nadie le para" tanto que sus normas y "órdenes" caen en el olvido.
Justamente al escuchar aquello, que diría, para mí tormentoso, creí ver visiones y escuchar voces venidas de ultratumba aunque juveniles. Vi al enviado de Colón bajar en Macuro, pues el "descubridor" no pudo hacerlo por padecer en ese momento de ceguera; tan mal estaba que las legañas casi secas le impedían abrir los ojos, llegar a la orilla y recibir el saludo respetuoso de los asombrados habitantes de aquel idílico espacio. Momento que da inicio a la barbarie, genocidio, holocausto, muchos años antes que Hitler contra el pueblo judío, que terminó en la matanza de millones de seres humanos sólo en Venezuela. Uno de los resultados de aquella barbaridad fue la imposición de lengua y religión. Casi exterminando las primigenias y reduciéndolas a espacios intrincados o a la práctica clandestina.
Como caso curioso, anotaré al lector, con la indicación que lo indague, hasta Washington Irving, en "Cuentos de la Alhambra", hace alusión a este asunto, los árabes, después de haber dominado el territorio que hoy se llama España por 800 años, jamás impusieron su religión y su lengua a los habitantes primigenios. Cuando de allí se vieron obligados a salir, aquellos siguieron hablando sus distintos dialectos, como el catalán y el castellano que llegó a lo que decidieron llamar América esta, la meridional; la que Bolívar con insistencia llamó "la antes española".
El carajito, por la emisora esa que, como dije, parece un puerto donde recala lo que la mar lanza a la orilla, ayudado por muy breves asentimientos de la carajita, seguía hablando de aquello, pues según él, así podríamos hablar todos de la misma manera – lo que sigue lo imagino yo -, usar expresiones como vosotros, vosotras, sus mercedes, callaos y hasta lanzar interjecciones como ¡jolines! o" me cago en la hostia". Usar la conjugación española, no la castellana y por supuesto menos la nuestra. Me imagino entonces a Julio Borges diciéndole a Maduro "su señoría". Y hasta cagarnos en Simón Bolívar y en aquel loco que se le ocurrió transformar, no el español, que no existía, sino a la lengua castellana, para que hablásemos hasta independientes, creando una nueva gramática; un insigne orate que se llamó Andrés Bello, y hasta a Simón Rodríguez, los más insignes maestros de esta parte del mundo y buena del universo.
La carajita tomó la palabra, dijo una sarta de simplezas, lanzó elogios a aquello y hasta se afincó en la unidad. Es decir, algo así como unámonos como en los tiempos coloniales. ¡Abajo la independencia y todos aquellos pendejos como Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins y la runfla de gente que dio la vida por aquello!
Volvió el carajito a tomar la palabra y "llegó al llegadero" íntimo de aquel puerto de náufragos. "¡Si!", Pronunció esta conjunción con alegría inusitada y agregó, pero un poco recatado, como quien imagina está cometiendo una travesura, "de esa manera intentarían resolver el problema catalán". Y terminó con más elogios a ese abyecto proyecto, según lo expuesto por los habladores de la radio, del gobierno español.
Al llegar a casa hice el comentario a mi compañera sobre aquello y le pregunté y me pregunté:
-"¿Esos dos coñitos habrán dicho eso por ignorancia, falta de sensibilidad o porque le están pagando?". Dije esto último porque por contenido y forma, me dieron la impresión que aquello era una disimulada pauta comercial.
Mi compañera, vieja docente, especialista en lengua y literatura, egresada del viejo Pedagógico de Caracas, me dijo:
-"Las dos cosas y más".
-¿Cómo?
-"Pues", pudiera ser una cuña pagada por el gobierno español y puso énfasis en lo del problema catalán.
Pregunté de nuevo, Pero, ¿la insensibilidad llega a tanto como aceptar un pago para decir tamaño disparate y agresión al derecho de las gentes, a su gente, su lengua y las primigenias? ¿Aplaudir se niegue la historia catalana, el derecho de ese pueblo a seguir hablando su lengua como que nuestros indígenas sigan hablando la suya y arremeter contra nuestra hermosa historia?
-"Tú bien sabes" dijo mi compañera, "que como dice nuestro abundante y hermoso lenguaje coloquial, que algún día hasta querrán borrar a menos que uno se oponga y siga usándolo, por la plata baila el perro".
-Si, eso bien lo sé. Hay quienes hasta por ella a su madre matan.
-"Pero hay algo más", agregó mi contertulia, pudieran hasta decir aquello por ignorancia y odio político, cosas que se unen. El deseo catalán, que viene desde los tiempos de la "unificación de España" o la anexión de Cataluña a la naciente nación europea, de independizarse, que de nuevo ha tomado cuerpo, en un momento crucial de la historia de la humanidad, se ha convertido en una aspiración que, factores fuera de España, aun pensando y sintiendo igual quizás que la mayoría de los catalanes, salvo esa de la independencia, rechazan. Hay allí una contradicción inusual. La derecha madrileña se contradice con la derecha catalana y hasta Podemos, de Pablo Iglesias, que hasta hace poco había sido aliado del sector catalán independentista, llegado este momento, también se contradice con él. En la propia Cataluña, y entre catalanes, hay diferencias sobre el asunto".
Callé, me retiré a este espacio, mi biblioteca y sitio de trabajo y medité acerca de la veracidad de lo escuchado de boca de mi compañera.
-Es cierto, me dije. Pagados o no, conscientes o no de lo que dicen, esos jóvenes reflejan el deseo de las grandes potencias de reducirnos a la nada.
¿Y qué desean ellas? Pues borrar nuestra historia, nuestra lengua y hasta sentimientos más íntimos. Negar a Dios que nos hizo distintos y hacernos iguales como en aquella obra de Aldous Huxley, "Un mundo Feliz". Como hicieron con aquellos primitivos habitantes a quienes les borraron en buena medida sus creencias y le impusieron otras, porque hasta los sincretismos resultaron de aquel vejamen. O como Hitler pretendió hacer con el mundo y por eso el holocausto. Quizás, algún día, si el hombre pierde su dignidad, hasta dejaremos de hablar la lengua que hablamos y los catalanes la suya y españoles mismos y hablaremos la que imponga el amo.
Y las autoridades, eso incluye al Estado, escuelas, universidades, los medios mismos, qué deben cuidar valores y toda la herencia cultural ¿qué hacen?
Pues nada, porque parece que aquí nada se hace. Salvo adorar nuevos dioses, uno que llaman Petro y otro ahora identificado como Trump y su amanuense Rajoy, a que nos construyan y cuenten una nueva historia.
Ese es un llamado, nada sutil, a la recolonización y por radio. Es decir, con licencia.