¡Que nadie se equivoque!

Rosales reconoció, Alberto Federico ¡No!

Anoche, por unos segundos, el país pareció vivir un suspiro de normalidad. Una fiesta electoral, una confrontación, un sector que obtiene la victoria y otro que –a duras penas, pero no importa- asume la derrota. ¡El paraíso terrenal pues! Lo normal luego de algo como esto es que incluso se le concede al ganador una especie de período de gracia. Las tropas guardan las espadas, se retiran a sus cuarteles de invierno y la ciudadanía vive un cierto remanso de paz.

Pero esta es Venezuela, el triunfo de la Revolución Bolivariana y la derrota nada más y nada menos que del imperio más poderoso de la tierra y unas huestes psicológicamente enfermas al punto de la irreversibilidad no es cualquier cosa. De modo que a despertar tocan. A poner los pies en la tierra y prepararse para nuevos y más desesperados embates.

No bien había el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciado el contundente triunfo del pueblo bolivariano cuando toda la variopinta oposición se reunía en la Quinta La Esmeralda. Dos pantallas de televisión les ofrecían las imágenes de VTV y Globovisión. Cuando altos funcionarios del gobierno aparecían en las pantallas de VTV, los rostros de todos y todas –periodistas incluidos- entraban en pánico, desencajados, sudorosos, con la mirada vidriosa, nombraban “madre” y comenzaban a intercambiar los comentarios más absurdos que nadie pueda imaginar: “Con un satélite y millones a CANTV están cambiando las cifras de Rosales a Chávez”, “Han comprado a Díaz Silva y la trampa la están haciendo en la sala de totalización”, ¿Quiénes decían esto?... los propios periodistas. Los enfermadores de la comarca están bien enfermos. Por cierto, algo de difícil solución, estos enfermos con un micrófono en la mano son un problema de salud pública y según lo veo ya no tienen remedio.

En eso llegó Alberto Federico, ¿misión?, casi la misma que cuando asaltó junto a Marcel Granier el cuartel de Primero Justicia previo a las elecciones legislativas para forzar su retiro. Ahora, presionar para que “Rosales no nos traicione”. Grandes aplausos del grupo de fanáticos disociados allí reunidos. Pitas y fuera para Teodoro cuando pidió paciencia. Más pitas y más maldiciones cuando Rosales reconoció que había perdido. Hay que reconocer que el gesto de Rosales desmontó el mecanismo de violencia que hoy tendríamos para dolor de todos y vergüenza ante el mundo.

La pregunta es: ¿La desmontó?, ¿de verdad?, no terminaba de dar unos pasos Rosales cuando Pablo Medina tomó un micrófono para darle a la jauría lo que quería: “A las 7:45 de la tarde -papel en mano, como guante en mano tenía el disco duro con la prueba del “fraude” en el referendo-, Rosales tenía 6.454.756 votos…” Tengo la impresión de que el gesto de Rosales no pasará de eso, que la derecha fascista, fundamentalista y enloquecida seguirá por sus fueros. Una prueba es el contenido del noticiero que horas después pasó Globovisión. Siguió igualito con el mismo macán: ir escogiendo detallitos, incidentes irrelevantes (en el centro de votación hay hormigas, y cosas así), hasta proporcionarle gasolina a los ultrosos. A Globovisión y RCTV, por lo menos, no se les puede dejar hacer lo que quieran. Hay que convocar de urgencia un referendo consultivo al pueblo. Que el pueblo revoque esas concesiones y punto.

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Martín Guédez


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