Venezuela tiene ocho años sometida a la tiranía del poder mediático que impone a la ciudadanía un verdadero estado de sitio incomunicacional y asimétrico. Vivimos bajo el fuego cruzado de la desinformación disociativa, la única batalla que no hemos podido ganar.
Provistos con técnicas y tecnologías de punta, “sugieren” al personal incluir el alma en el paquete laboral y algunos no aguantan dos pedidas. Con una relación de dominio de 9 a 1, las empresas privadas abusan del espectro informativo y de opinión; contaminando hasta el “entretenimiento”.
Debido a las sucesivas derrotas que les ha propinado el movimiento bolivariano, la derecha reaccionaria incrementa su ataque mediático con poca inteligencia y mucho poder, violando impunemente los derechos colectivos. El exagerado desespero les delata como enemigo público perturbador de la paz y las instituciones.
El Estado con su aparato comunicacional tiene la desventajosa tarea de transmitir un mensaje en permanente evolución, construido sobre la marcha y por lo tanto imposible de implementar con manuales o matrices de laboratorio. A falta de buenas técnicas y en espera por actualización tecnológica y laboral, amén de las justas mejoras salariales preteridas, ¿Cómo ganar entonces la pelea?, demasiado se ha hecho con tan poco recurso.
Los medios alternativos por su parte, representan una explosión de originalidad creativa y arriman un excelente resultado al esfuerzo, aunque su limitada cobertura les impide ser portadores de un mensaje integral masivo en tiempo real.
En medio de la batalla desigual, surgió la exitosa experiencia híbrida que hoy libra por todos. Conceptualmente alternativa pero con la proyección nacional que le brinda VTV, La Hojilla eleva bien en alto el estandarte de la dignidad comunicacional revolucionaria. Desbordante de autenticidad, sencilla y honesta, se ha convertido en un verdadero fenómeno de masas.
Muchos compatriotas olvidan con frecuencia estar en medio de una guerra declarada por el enemigo, a la hora de criticar el estilo irreverente y contestatario que le imprime el camarada Mario Silva a su traviesa propuesta, solo superada en aceptación nacional por el Aló Presidente.
No se trata de gustos personales, tampoco de fútiles enfoques que negocian el fondo por la superficialidad formal pequeño burguesa; los resultados de su historial de triunfos están frescos y a la vista. Sobrevivió a quienes trataron de convertirle en balada pop televisiva, gracias a la integridad de principios del artista no convencional que le ha colocado en el tope difusor del mensaje revolucionario, creando una tribuna pedagógica de análisis, denuncia y autocrítica. Es la reina del “Tubazo”, fiel a la verdad y única en desnudar al adversario inmoral con su propio material. Nadie ha logrado ponerles tan nerviosos a la defensiva, a retractarse e incluso excusarse. Mario es más peligroso para el enemigo, que mono con Hojilla.
En cuanto a las “glorias” del PCV, le recuerdo al camarada de la JCV que no son hereditarias.
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