El cartel de la desinformación continental que opera bajo el nombre de Sociedad Interamericana de Prensa, se quedó con las ganas de utilizar la imagen de Gabriel García Márquez en su último aquelarre anual. El veterano periodista que es El Gabo, conoce demasiado bien a los capos de la Galaxia de Gutenberg como para que lo vengan a utilizar a esta altura de sus bien vividos 80 años sin soledad.
Un adlátere del Bloque de Prensa, en un alarde de “genialidad”, dijo que El Gabo no asistió porque se pasó de tragos y amaneció mal. En el caso de que así hubiese sido, habría que decir que se pasó de tragos para no asistir a tan pavoso y anti popular evento. El premio Nóbel colombiano de ninguna manera iba a permitir que su imagen fuese utilizada por los explotadores de sus colegas. Sabe además que la SIP ha sido punta de lanza de las agresiones contra Cuba desde 1958. Y el Gabo venía de compartir, precisamente, con su amigo Fidel Castro.
Como lo cortés no quita lo valiente, García Márquez se presentó en el almuerzo de clausura del fastidioso cónclave. Fue un acto de cortesía con quienes habían sido sus jefes de redacción cuando él era un joven reportero. Pero a la convención, como lo habían anunciado, no asistió. De manera que todo el tinglado para utilizar al premio Nóbel se cayó.
Hubo un pasaje patético en el almuerzo. Cuando García Márquez estampaba autógrafos, el concesionario pre-cesante de la TV venezolana, con una cursis guayabera amarilla tipo Mauricio Babilonia, se le colocó por detrás y le tomó la mano para una foto. El Gabo volteó, saludó indiferente y continuó firmando libros. El ridículo atravesó la frontera y nos sacudió de pena ajena. El canal en preaviso pretendió prolongar aquellos tres segundos y transmitió la imagen en cámara lenta, en un fallido intento de engañar a los televidentes.
La SIP es un cartel que escogió para nacer la Cuba del dictador Fulgencio Batista. Su reunión inaugural se llevó a acabo en La Habana batistera, por 1943. El déspota cubano corrió con los gastos. En su libro Los amos de la prensa, Gregorio Selser escribe: “La inauguración de una entidad que bregue por los fueros de la libertad de prensa y su funcionamiento merced a la “ayuda” de alguien como Batista, sólo puede resultar un chiste de mal gusto, o un cruel sarcasmo”.
Esta negra historia de la SIP, ni triste ni increíble pero sí muy desalmada, la conoce bien el periodista colombiano, quien en una etapa joven de su vida, anduvo por aquí, por Venezuela, trabajando como un reportero “feliz e indocumentado”. El Gabo conoce el monstruo por dentro porque vivió en sus entrañas, como diría Martí. Por eso se hizo el loco o se “enfermó” para no tener que hablar e intercambiar con semejante cartel.
El genial escritor y veterano periodista no permitiría que se le “usara” para prestigiar lo desprestigiado por méritos propios. La SIP se quedó con los crespos hechos, pero sin poder levitar como Remedios La Bella. Con su ausencia de las deliberaciones, en vez de una paloma, el Gabo les pintó mariposas amarillas a los magnates de la desinformación continental. Todavía Mauricio Babilonia no se ha quitado la guayabera.
earlejh@hotmail.com