Los periódicos de aquella época están amarillentos. Hace ya 5 años.
Promociones de periodistas que entonces eran apenas adolescentes ya están egresando de las universidades. La memoria puede ser precaria. Los intereses en borrarla son muy poderosos. Los lobos de hace cinco años siguen muy orondos con su disfraz de ovejas pontificando en vivo y directo. Los del silencio de ayer, continúan hoy haciéndoles el jueguito, conscientes de que las responsabilidades son compartidas.
Las rectificaciones son bienvenidas, pero la historia está allí. Olvidarla por conveniencia es permitir que se repita.
Después del documental Puente Llaguno, claves de una masacre , de Ángel Palacios, el libro Golpe de radio, los 3 dias que transmitimos peligrosamente, de José Ignacio López Vigil, es la mejor contribución que he visto en los últimos tiempos para impedir el olvido y las confusiones acomodaticias. Se lee de un tirón y hace revivir en cada quien su propia experiencia de aquellos días de muerte y resurrección.
Una mezcla de tristeza y alegría mueven a las lágrimas al lector que termina sus 140 páginas. Al menos así me pasó a mí.
La publicación recoge los testimonios de los periodistas de Radio Fe y Alegría durante el 11, 12 y 13 de abril de 2002.
Cerradas VTV y RNV como parte del plan golpista, esta emisora era el único medio de comunicación social que transmitía con veracidad lo que realmente estaba ocurriendo. Como el amor, el periodismo no admite vacíos y siempre hay alguien que lo llene. Y así lo hizo el equipo encabezado por Javier Barrios, compuesto no sólo por periodistas, como el pana Reinaldo, sino también por choferes, mensajeros y simples vecinos armados de un grabador y teléfono celular.
He aquí un extracto que desnuda de cuerpo entero a los fariseos de ayer y de hoy: “De camino a la radio, Carlos y yo pasamos por Cofavic conde Liliana Ortega estaba dando una rueda de prensa sobre la situación de los DDHH en la nueva coyuntura.
Había un poco de reporteros de otros medios cubriendo. Se me acerca una periodista. Mejor no digo su nombre. Si lee estas páginas, se pondrá como un tomate al recordar lo que me dijo.
-¿Ustedes no se van a unir al compromiso? -¿Cuál compromiso? -De no sacar nada del chavismo para ayudar al nuevo gobierno. Es un compromiso de todos los medios.
-Nosotros no compramos vela para ese entierro. Nuestro único compromiso es con la verdad.
-¿Ustedes no son gente de la iglesia? –la chama no creía oír lo que estaba oyendo-.
¿Cómo va a ser que ustedes no apoyen ese compromiso? -Precisamente, por ser de la iglesia, de la buena.
-Hay que contribuir, pana –insiste ella.
-Eso se llama autocensura –insisto yo-.
Qué lindo, ¿no?... ¡Los que tanto cacarean la libertad de expresión poniéndonos mordaza! -No es eso… -Nosotros vamos a informar. Y lo primero que vamos a sacar al aire es lo de Baduel.
-¿Estás chiflado? –ya se puso fosforita-.
¡Si eso se sabe! -¡Pues se va a saber también lo del famoso compromiso! -A ti se te ve el bojote… -estaba muy molesta la colega-. ¿Dónde quedó, entonces, la solidaridad con los periodista? -La solidaridad es con el pueblo, hermana”.