El teléfono sonó tres veces. En el otro extremo de la línea, una dama respondió la llamada con unas “buenas noches”. Carlos Granier Phelps, a quien uno supone de buena educación, no respondió cortésmente como fue atendido. De entrada, mostró indiferencia por la persona que respondió su llamada. No le valió la pena responderle el saludo. Se limitó a exigir que le comunicase con su mami.
La patética conversación entre hijo y progenitora, fue muy clara sobre lo que piensan del gobierno, la crisis desatada desde días atrás y los decadentes valores de quienes dueños del país se creen.
“Mami, vengo de prenderle fuego a varias calles” y agregó “¿si no lo hacemos nosotros, quién más lo va hacer?, dijo el joven.
Es también una confesión de escualidez; tanto que los amos de esa fuerza esmirriada e hijos de papá, han tenido que salir al campo de batalla. La parcialidad venezolana (¿?) que con Chávez pierde sus privilegios, está aislada del pueblo, sólo le quedan unos tiroteadores de oficio y los consabidos mujiquitas.
Y hay, en el intercambio verbal, un reconocimiento que conspiran para tumbar al gobierno; no otra cosa piensa uno cuando el joven a la madre dice, “esta es nuestra última oportunidad” y “si no, nos vamos pal` carajo”; a lo que ésta responde sin ningún género de dudas y “si la desperdiciamos como el 11 de abril, estamos fregados”. Además, mientras tratan de embochinchar al país, por si acaso, tienen los motores encendidos para a Miami irse y dejar a los pendejos entendiendo.
A los Granier Phelps, o al revés, lo que más probable es que así sea, poco importa la libertad de expresión. Y eso es historia conocida, que queda una vez más demostrado al decir el joven a la madre, “dos clientes principales me quitaron, RCTV y CANTV”. Lo que a Carlos le preocupa son sus negocios y no puede ser de otra manera, hijo de gato caza ratón. Y la madre, que se formó en la misma escuela, lo refuerza diciéndole, sin la sutileza de gente que uno supone de buen gusto, fina y educada sino como simple mercader, “atiende tu trabajo, lo que importa son los negocios”. Llegado aquí, uno se pregunta ¿y la patria, libertad y democracia cómo quedan? ¿Entonces a mucha gente están cayendo a coba?
Y parecen rogar para que un muerto haya; hablan con euforia de tiroteos y de una niña presuntamente “herida en el hígado” y la posibilidad de su muerte, que como un maligno deseo, menciona el joven Granier Phelps..
Y la atención llama que la dama al hijo, quien manifiesta estar en su casa, no pregunte por la familia- uno supone que la tiene- sino por el carro. A lo que él responde con orgullo, “ahora ando en la camioneta – probablemente una Hummer, piensa uno- y mañana me entregan mi Mercedes Benz”. ¿No será ésta una forma encubierta de hablar?
Razón tiene el pichón, cuando con insistencia a su madre dice, “¿si no lo hacemos nosotros, quién más lo va a hacer?”. Y es por todo esto, no por altos ideales, que Carlos Granier Phelps, como uno más del montón (guàlaca, dirá el jovencito), toma sus macundales y sale a guarimbear; con tan mala suerte que Chávez no cae y para completar la vaina, por el humo y los gases, a lo que no está acostumbrado, el asma le ataca. Y todo esto, ya le tiene cansado.
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