A Max y Riger
La profesión de periodista está en el centro de la atención de todos; los medios se han robado el show debido a que nos hemos enterado que son un instrumento de propaganda política y la batalla es por la conquista de las mentes.
La confrontación mediática, que es la confrontación de los intereses de las transnacionales vs la resistencia a la entrega de los recursos naturales de Venezuela, pasa por el tamiz de la ideología de cada periodista; unos sin ni siquiera pensarlo, abogan por el “mundo libre”, en donde todos pertenecemos a la gran civilización occidental y las bondades de ser aliados de los EE.UU., y otros simplemente no conciben el país esclavizado. Cuestión de ideología…
En Venezuela esa contradicción de la concepción ideológica del mundo, entre los periodistas, estaba amortiguada por la atmósfera de laxitud, de permisividad política que dominaba durante la IV República, y que atenuaba las contradicciones, al punto que muchos afirman que no existía lucha de clases en Venezuela antes de la llegada de Chávez.
Los periodistas adecos y copeyanos, comunistas, luchadores populares, “izquierdistas” y toda la amplia gama de productos y subproductos que pululan en el mercado ideológico, convergían en el Colegio Nacional de Periodistas, y allí bajo el manto de la igualdad que otorga el título formaban una logia – nada los describe mejor: una logia, en donde, por encima de todo estaban los intereses del gremio y embriagados por la pasión política se entregaban al juego del poder en elecciones periódicas, en donde los comunistas podían estar bajo la férula de los adecos o viceversa, por obra y gracia de la representación democrática.
Así pasaban aquellos días, sin importar que los dueños de los medios se limpiaran el trasero con las reivindicaciones de los profesionales que les confrontaban, y generalmente eran de orden salarial. Todo esto ocurría en un armónico ambiente de paz, porque a todos, en las últimas y las chiquiticas, les unía un profundo sentimiento de amistad, fraguado en los días de pupitres y Alma Mater. Eso explica frases que aún oímos, como las de “fulano puede ser un hijo de perra, pero en el fondo es mi amigo y yo lo quiero mucho ¡es que estudiamos juntos!”. Afiliados por el sentimiento de pertenencia gremial aceptaban muchas cosas a los otros. Repito, reinaba una atmósfera de distensión ideológica, que casi alcanzaba el estado ideal del alma que promulga la frase: “el fin de las ideologías”.
Pero llegó Chávez y les sacó del letargo y afloraron las verdades. Ya con la vista clara se pudieron ver en el abril de las iniquidades de los colegas, otrora hermanitos de pupitre, mandando a matar, a través de micrófonos y cámaras a todo el mundo, incluyendo a sus coleguitas del periodismo.
Y la lucha continúa ahora más encarnizada, llevada a las marchas alimentadas por periodistas que defienden los intereses de los Granier de aquí y del mundo (mera percepción ideológica).
Aquí me gustaría preguntar ¿qué hace que las personas que por principio no pueden aceptar las posiciones que asumió el Colegio de Periodistas el 11 de abril, cuando ignoró el cierre de CATIA TV y luego el del Canal 8, y el silencio mediático, continúen en esa organización? Qué hace que puedan convivir las ovejas chavistas, junto a los lobos golpistas, y lo de lobos no es un simple recurso retórico: fue un golpe fascista.
¿Qué es lo que tiene ese Colegio que les subyuga al punto de patear sus principios y permanecer en él como prisioneros que cuidan su celda? ¿O es que acaso no se puede fundar otro organismo menos increíble y más acorde con la atmósfera de moral política que exigen estos tiempos?
Muchas cosas hacen pensar en el fetichismo del título colgado en la pared y las prebendas que brinda. Entre tantas surge la del exclusivismo de pertenecer a esa especie de Pen Club, tan excluyente, que aún después de las lecciones de integridad que han impartido en el aula de la vida los periodistas del pueblo, sus miembros se empeñan en llamarles Periodistas Populares – Alternativos, como si esos compatriotas no hicieran PERIODISMO. Ocurre en este caso como cuando se habla de cultura y de cultura popular, de una cultura superior y otra de menor categoría – cuando se les niega su condición plena de comunicadores, arrinconándolos a esa otra cosa llamada “Popular Alternativo”.
El compromiso cívico y ético del nuevo periodismo ha sido ejemplar, sin embargo hasta los organismos del Estado Revolucionario se niegan a contratarles pautas publicitarias y si en algún caso deciden hacerlo, les someten a negociaciones vergonzosas, pagándoles montos miserables por los espacios en esos medios. Les invitamos a echarle un vistazo a Últimas Noticias ¿Cuánto vale el show?
Estamos casi seguros que si los medios alternativos populares facturaran más, estaría siendo considerada su inclusión en alguna organización pretenciosa y a sus periodistas ya les hubiesen colgado un título en el pecho…
La naturaleza nostálgica que genera la condición de pertenecer a la pequeña burguesía, sea quizá la explicación de porqué muchos periodistas se empeñen en seguir perteneciendo a esa perola vacía que se llama Colegio Nacional de Periodismo. Es inexplicable que no exista ya una organización de nuevo tipo, que se imponga por encima del andamiaje legal que sostiene el tutelaje de la universidad sobre el derecho a ejercer la condición natural de comunicador de cualquier ciudadano, eso acabaría con el chantaje del “ejercicio ilegal de la profesión”, que pesa sobre las cabezas de todos los nuevos periodistas populares, comunitarios, alternativos y que justifica su exclusión.
Es sorprendente que personas que ocupan cargos relevantes en el Gobierno Revolucionario, insistan en hablar del “gremio”, del “Colegio”, cuando son conceptos superados que la misma realidad de los nuevos medios comunitarios y alternativos niega.
El que no cambia todo no cambia nada.
elmacaurelio@yahoo.es