¡Qué escándalo ha causado la revelación sobre la subversión e injerencia del gobierno estadounidense en los medios de comunicación en Venezuela! Algunos dicen, ¡que bueno desenmascarar los infiltrados y los agentes del imperio! Otros gritan ¡macartismo! ¡persecución! ¡qué denuncias más irresponsables! Algunos me acusan de ser sapa, inquisitadora, investigadora superficial, doble-agente, mal-preparada y gringa sin derecho de participar en la política nacional (soy venezolana también!), y otros aplaudan mi trabajo como valiente, despertador, contribuyente a la defensa de la nación e importante para el futuro de la revolución. Yo diría, ¡por fin se ha abierto el debate sobre la subversión imperial aquí en el país! Y el tema duele, duele bastante porque muchos y muchas se dan cuenta del nivel de profundidad de esa injerencia, que a lo mejor, de manera inconsciente, subliminal y sútil, hasta ha entrado en sus propias vidas, o las de sus amigos, amigas y familiares.
Hay que aclarar (una vez más) varios puntos. Primero, la investigación que conduzco desde el año 2003 esta fundamentada en el uso de la Ley de Acceso a la Información (Freedom of Information Act “FOIA”) en Estados Unidos, que permite a los ciudadanos y ciudadanas de ese país solicitar cierta información y documentación de las diferentes agencias del estado y sus dependencias. Basado en ya cientos de solicitudes hechas por mi persona, el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa, la NED, la USAID, la CIA, la DIA, el Departamento de Energía y otras entidades vinculadas con el gobierno estadounidense, me han entregado más de 5000 documentos relacionados con Venezuela durante los últimos años. Estos documentos no son públicos, ni fáciles de obtener. Es através de un proceso legal con apelaciones y hasta demandas en las cortes federales de Washington, con mucho tacto, ciudado y tiempo dedicado, que se logra obtener esta información. Luego, el proceso de analizarla, leerla, contextualizarla y interpretarla se hace de manera meticulosa y profunda, para no llegar a conclusiones caprichosas o fáciles de desescreditar.
Es muy importante comprender la fuente de información que utilizo para hacer denuncias sobre la injerencia de Estados Unidos en Venezuela. No es información, como dicen muchos, “pública”, o “disponible en internet”, y tampoco mi trabajo se trata de “traducir” documentos del inglés al español para aquellos que no dominan el idioma imperial. Claro, algunas veces utilizo fuentes públicas para contextualizar los documentos que desclasifican las diferentes entidades del gobierno estadounidense bajo mis solicitudes. Estas fuentes públicas incluyen presupuestos del gobierno estadounidense, declaraciones de funcionarios y voceros estadounidenses, artículos de prensa y acciones de ciertos personajes vinculados a Washington.
Por ejemplo, estas últimas denuncias sobre la injerencia de Estados Unidos en los medios de comunicación y el periodismo venezolano, hechas primeramente en mayo junto con el camarada Mario Silva en el programa La Hojilla y luego durante una rueda de prensa que hice desde la sede de Telesur el 25 de mayo pasado, estan fundamentadas no en información pública, sino en documentos recientementes DESCLASIFICADOS por el Departamento de Estado y la NED bajo mis solicitudes y repetidas apelaciones contra la censura y negación de esa informacíón. Se tratan de presupuestos internos para las becas y viajes de los periodistas que participaron en el programa de propaganda del Departamento de Estado durante los años 2000-2005, disfrazado bajo el nombre “Visitantes Internacionales – Intercambio Educacional y Cultural”; listas de participantes, perfiles de los periodistas seleccionados por la Embajada de Estados Unidos en Venezuela y enviados por un sistema de cable cifrado de la embajada en Caracas a Washington, memoranda interna del Departamento de Estado y hasta correos electrónicos entre funcionarios del Departamento de Estado sobre las visitas de los periodistas a Estados Unidos. Pregunto, ¿esa información esta a la disposición de todo el mundo sin solicitar bajo ley?
Cuando ya se comprende bien la fuente de la información, se puede entonces dejar de hablar de “superficialidad”, “macartismo” y “sapismo”. No elaboré ninguna lista ni me fingé como “traductora” irresponsable para hacer unas denuncias sin fundamento. Esta información forma parte de una investigación que tiene cuatro años en camino y que ha resultado en 2 publicaciones principales: El Código Chávez: Descifrando la Intervención de Estados Unidos en Venezuela y Bush vs. Chávez: La Guerra de Washington Contra Venezuela, ambos publicados en varios idiomas y países y aquí en Venezuela editados por Monte Avila Editores. No fue en mayo pasado que comencé a hablar sobre este tema, y jamás denuncié sin antes asegurar la veracidad de la información.
Ahora, desde que lo hablamos en La Hojilla, hasta la rueda de prensa que hice en Telesur, y luego durante las declaraciones realizadas por Mario Silva y mi persona como invitados por la Comisión de Ciencia, Tecnología y Comunicación Social de la Asamblea Nacional, siempre he mantenido que estas denuncias no se tratan de acusar o perseguir a ninguna persona, sino de alerter sobre una situación de subversión e infiltración que amenaza la estabilidad de la revolución bolivariana y ponen en peligro la soberanía de la nación. Sin embargo, se han ido de fiesta con las denuncias, hasta montando una campaña a favor de la Agencia Central de Inteligencia (la CIA) – uno de los órganos más nefastos, asasinos, genocídos y bestiales de la historia del mundo – y atacando a mi persona, al Presidente de la República y al pueblo venezolano, con comentarios racistas, xenofóbicos y clasistas. Y lo peor de todo ha sido la reacción de algunos individuos dentro del proceso revolucionario que se han defendido estas “relaciones” con el gobierno estadounidense (a pesar de la clara intención y objectivo trás los programas de influir sobre las acciones de los participantes y promover la agenda de Washington) y no se han pronunciado en contra de la campaña difamatoria, racista y altamente peligrosa promovida por los medios de comunicación corporativas en el país.
El último punto que hay que aclarar (también una vez más) es sobre la importancia de tomar en serio lo que significan las denuncias y los documentos relacionados con mi investigación sobre la injerencia estadounidense en Venezuela. Desescreditar la investigación y echar para un lado el tema simplemente porque algunos compatriotas se encuentran lamentablemente involucrados – hasta contra su voluntad o sin su conocimiento – sería un grave error. Hay que dejar de hablar sobre los “33” periodistas de la lista del Departamento de Estado, y comenzar de hablar sobre los más de 300 grupos, partidos politicos y organizaciones aquí en Venezuela que hoy en día reciben financiamiento y asesoría del gobierno de Estados Unidos através de la USAID, la NED, el Departamento de Estado y el Congreso de Estados Unidos. De esos 300 no estan incluidos los que se relacionan de manera financiera o política con la CIA y el Pentágono. Esa información lo sabremos dentro de unos 20 años, al menos si los cuerpos de seguridad venezolanos los descubran antes.
Agradezco profundamente todos los mensajes y expresiones de apoyo a mi trabajo, tanto como al de Mario Silva, y espero que podamos abrir un dialógo y un debate real sobre el tema de la subversión e injerencia de Estados Unidos aquí en Venezuela, y sus redes sofisticadas y sutíles de penetración e infiltración en casi todos los sectores de la sociedad. Ese debate es crítico para el bienestar y el futuro de esta revolución, y sirvirá como base de defensa para los pueblos hermanos de la region, y del mundo, que sufren de las mismas amenazas y peligros.
evagolinger@hotmail.com