Previa consulta en Internet, supe que existen distintos tipos de aceleradores de partículas de acuerdo a su intensidad. Me interesa hablar de los de baja intensidad, vocablo este que está de moda debido al tipo de golpe que estamos viviendo.
Bien, un ejemplo de acelerador de partículas es un tubo de rayos catódicos como el que hasta hace poco usaban los televisores. La investigué porque mi hermano me preguntó anteayer cuántos aceleradores de partículas tengo en mi casa. Para no entrar en detalles, luego de saber que son, le dije que tenía tres, pero al final resultó que tengo esos tres reales y otros tanto en sentido figurado. Eso si se los explico.
Los tres primeros son los televisores que nos conectan con el mundo virtual que la mayoría de los medios le acuñan a uno para aprender a consumir y a sufrir con clase. Uno sabe que no debe ver la televisión de cerca porque las emisiones de luz pueden terminar dañando nuestra vista, pero es que tampoco de lejos pues antes que la vista, es el cerebro el que se le puede fruncir de tanta mierda que transmiten las corporaciones emisoras de mensajes, fetiches, mentiras, ollas y sus derivados.
Dicha la “multisápida” palabreja, me percaté de que una vaina es el aparato y otra es el proceso intangible, mediante el cual de forma acelerada nos zampan cualquier bazofia (mensaje en partículas) a través de la pantalla. Ese cúmulo virtual que viaja casi a la velocidad de la luz, se estrella en el cerebro de los incautos, les cunde las sinapsis y se les acumula en el sistema límbico. Luego usted puede verlos por ahí incontinentes excretando ideas, purgados y sin pudor.
Alberto Federico y demás bicharengos son aceleradores de partículas pues se la pasan regando generosas cantidades de “detritus acelerado”. Algunos también lo llaman “prender el ventilador” lo cual simplemente es otra clase de acelerador de partículas.
Pero creyendo que todo estaba dicho luego de mis deducciones, mi hermano continuó: Tu tienes en la casa otros aceleradores de partículas que se parecen más a Globovisión. Le dije extrañado: ¿Otros? ¡Dame una pista, mano!
Me contestó: en cada baño tienes uno.
De manera que cuando usted se siente en “el trono” puede darse una idea de cómo funciona “Aló Ciudadano”.
¡Otrraaa llamada maaaaas!