Entre otras razones, el progresivo deterioro del “periodismo” que la Suciedad Interamericana de Prensa patrocina, se debe a que el periódico no informa sino que trata de convencer al pueblo, de las “bondades” de ser esclavos.
La SIP proclama una objetividad sin objeto verificable. Reclama libertad para un “periodismo parapléjico” pero, soslaya de manera deliberada el que nuestros pueblos vean sus propios rostros en la pantallita del televisor.
Una cultura radicalmente establecida es, en consecuencia, proporcionalmente resistente al cambio. La cultura de la quietud es el arma a la que hoy la SIP apela para oponerse al cambio revolucionario en Venezuela y en el resto de la región pero, francamente, la entropía revolucionaria es una fuerza desatada que no puede ser parada.
En Venezuela, actualmente, todo es provisional- excepto nuestra decisión de ser soberanamente libres del tutelaje imperialista.
La SIP, que en Venezuela, lejos de ser un puente, se convierte en un serio obstáculo para la debida comunicación, está guindando de una cuerda podrida.
La SIP-en Venezuela- apela a la vieja estrategia de “la aguja hipodérmica” mediante la cual, la” teoría del proyectil de la comunicación”- consistente en proyectar un efecto inmediato y muy poderoso sobre la audiencia- anula la voluntad del pueblo, que es visto por ellos como un simple agregado de individuos aislados y arrodillados ante un emisor poderoso y hábil para manipularlo.
El caduco criterio de que el pueblo es un simple agregado de individuos aislados, ha empezado a caer en Venezuela, con el empuje vigoroso de un nuevo enfoque cultural y político. El ropaje de los titulares de periódicos no es más que una trampa, por lo que ya el pueblo- con gran sabiduría- compra el periódico, por si las moscas, para limpiarse el culo y, de paso, distraerse con el consabido y bobalicón crucigrama, ante la posible escasez de papel “tualet” que los mismos empresarios de la prensa, programan.
Cada edificio de cada ciudad es un archipiélago. Es necesario tender puentes de comunicación entre cada una de esas “islas” para activar las fuerzas, ahí anuladas por la televisión y por el periódico, para desafarlas de la quietud impuesta, e incorporarlas al desarrollo de la comunidad.
En los barrios de Venezuela, la gente es supremamente inteligente y creadora. ¡Qué pueblo tan bonito!-
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