Creo que todavía está en el aire, como dicen en el medio televisivo, un mensaje para el cual se usa la figura del conocido periodista Ernesto Villegas, donde éste nos recuerda que, el presidente Chàvez, a quienes demandan actúe contra Globovisiòn, alega que “es bueno dejar esa cloaca abierta”.
Aparte si es pertinente o no el término usado para calificar al canal de Ravell, comparto el criterio del presidente sobre lo que hay que hacer. La conducta de ese canal, en primer término, es una buena referencia para quienes tienen que optar por decidir si en este paìs hay o no libertad de prensa. Aquellos que nos visitan apresurados y llegan con la matriz de opinión que los medios internacionales elaboran para el extranjero, basta con mirar y escuchar al canal de marras, para que inmediatamente saquen una conclusión definitiva. Por supuesto, también con leer tres o cuatro diarios tienen, pero esta tarea es màs complicada y requiere tiempo.
De modo que, si lo vemos de esta manera, la operación del canal, sus mensajes y estilos pueden resultar en un momento dado, favorables al gobierno. Tómese en cuenta ademàs, que en las áreas o ámbitos, donde generalmente se mueven los visitantes, ese canal tiene una relativa buena entrada. Porque es obvio que no hay mal que por bien no venga.
Por lo demás, la cobertura de Golobovisiòn, por distintas razones, no es lo suficientemente amplia como para alarmarse. Y el auditorio con que cuenta, es algo más que cautivo como para preocuparse que pueda influir, en gran medida, sobre el chavismo o potenciales partidarios del mismo. El trabajo del canal está dedicado básicamente a orientar, de acuerdo a sus intereses y maneras de percibir la vida venezolana, a un universo que por razones de clase, expectativas y acomodos ancestrales, es definitivamente adverso al gobierno venezolano. Su tarea es ahondar la herida y potenciar los odios ya establecidos. Es decir, el mensaje golpea sobre lo ya troquelado.
El espacio donde el gobierno nacional tiene influencia probada y puede llegar por su composición, políticas y actitudes, es poco penetrado por ese canal televisivo.
Del mismo modo, los medios audiovisuales del oficialismo o aquellos que con éste simpatizan, difícilmente entran en el reinado de Globovisiòn. Allí opera aquello del aceite y el vinagre. He conocido gente opositora que al llegar a un sitio donde hay un televisor sintonizando un canal oficial, se sientan de espaldas a éste
De modo que creo poco probable la existencia de un espacio o un mundo de nadie, indeciso, indefinido y amplísimo, entre el copado por las ondas del canal opositor y el del sector partidario del gobierno. Y si existe, no es de tanta significación, que obligue a grandes esfuerzos, gastos de energías y distraer el interés de mucha gente hacia un mensaje que no ha escuchado y no va escuchar. Sobre todo si lo hacemos con asuntos que parecen cargados de elementos esotéricos.
De manera que si bien es valedera la posición del presidente de no perder el tiempo ni esfuerzos, por todo lo que eso implica, sacando a Globovisiòn del aire, pese a sus reiteradas violaciones a las leyes, derecho a la información “veraz y oportuna”, solidaridad con causas opuestas al interés nacional y hasta constantes irrespetos a las figuras del tren gubernamental; también lo es por aquello de no gastar demasiada pólvora en zamuro. Como no es bueno, que los medios oficiales, por una equivocada estrategia o sobreestimación del enemigo, sin desearlo se conviertan en portavoces de él.
Es bueno que por distintas vías, se dé respuesta al mensaje opositor, cuando eso es pertinente. Eso es una obligación y un deber de todos aquellos, que de una manera u otra, estàn en medio de este campo de batalla. Y el sector revolucionario, debe fortalecer cada vez más su manera de comunicarse con la gente, el pueblo y hacerle llegar las exactas indicaciones de la “rosa de los vientos”. Es decir, las formas adecuadas de abordar los acontecimientos. Esto es un obligado proceder revolucionario en medio de este desatado conflicto que agita la vida venezolana.
El combate ideológico no se puede ni debe eludir, pero debe darse con sindéresis y sin dar la sensación de combatir contra molinos de viento. La jornada contra el terrorismo mediático, montada en paralelo con la payasada de la SIP, es un buen ejemplo.
En este trabajo, esfuerzo continuo, cada quien se verá tentado a llamar la atención sobre algún opositor y sus opiniones, cuando ello sea conveniente; sobre todo porque haya alcanzado cierta trascendencia y sea necesario desmontarle el discurso. Pero volverse obsesivo, tanto como para llamar la atención sobre aquel, las cosas que dice, cuantas dice y lo que muestra, de un universo que poco le para o pone atención, puede resultar un “remedio peor que la enfermedad”.
Es bueno dejarles que hablen como los locos, que empalaguen a la gente y que ésta, por muy terca que sea, confrontando con la realidad, saque sus propias conclusiones. Sobre todo, si esa gente no va a cambiar, por mucho que del lado opuesto se le diga. Más bien, por terca o como decimos los venezolanos, por el sólo deseo de llevar la contraria, se aferra a sus mentiras.
Nada de satanizar la “rosa de los vientos”, que no sólo es un instrumento bueno para indicar hacia donde soplan los vientos, sino que en una frase de un viejo revolucionario, también lo es para detectar el rumbo del cambio. Todo revolucionario debe tener uno de esos ingeniosos mecanismos, para orientarse hasta frente al asunto Globovisiòn.
Uno con los años aprende que la rutina no es la mejor compañera.
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