La salida de Izarra del Minci: misterio de la ciencia

Siempre he pensado que el cargo de Ministro de Comunicación es uno de los más difíciles y jodidos que se puede ejercer en esta Revolución, sólo superado –quizá- por el de Ministro de Relaciones Interiores y Justicia.

Con la guerra mediática subiendo sus decibeles, entrando ya descaradamente en la fase de criminalización de la Revolución para pasar a la agresión directa, vía Colombia y IV Flota del Caribe; con la santa alianza RCN - Globovisión – Unionradio - RCTV – CNN - Nuevo Herald - El País, operando a toda máquina; con el rollo de lidiar con un incipiente, pero aún desordenado y esquizoide PSUV, en un año electoral crucial; y por si fuera poco, con la natural y exigente presión del Presidente por mejorar la comunicación del Gobierno, tarea donde no siempre se encuentra respaldo en burocracias y funcionarios de alto rango, la verdad es que la silla de la Avenida Universidad es una vaina como para no envidiársela a nadie.

Súmese a esto las debilidades propias del aparato comunicacional, las fallas no superadas en casi una década, la lucha fraccional, los ranchos armados en cada medio del Estado donde pequeños grupos tratan de cuidar sus parcelas, y se encontrará la receta perfecta para el fracaso. Tas claro como dice Avila TV: ser Ministro de Comunicación es más peligroso que un tiroteo en un ascensor.

Visto el panorama, uno supone que si en cualquier momento se cae la transmisión del Aló Presidente porque un camarógrafo se fue de rumba y se quedó dormido a la cuarta hora; si una fly away se queda perdida en algún paraje de China y no se puede cubrir una gira presidencial; si aparece de pronto en cualquier pantalla del Estado algún estafador que ha salido por la puerta de atrás de un organismo público, o alguna que otra falla tectónica, se entiende que el Ministro tendrá bien merecida una discreta patada revolucionaria, con el agradecimiento respectivo por los servicios prestados al proceso.

Todos los suicidas que asumen ese cargo saben que eso puede pasar, saben -como los griegos de la tragedia- que eso pasará, y aceptan disciplinada y revolucionariamente su fatal destino. Así es y así debe ser, porque se trata ni más menos que de la comunicación.

Hasta ahí todo se entiende, pero cuando uno ve en pantalla al camarada Andrés Izarra, cuyo compromiso con esta Revolución es incuestionable, cuyo enfrentamiento con los medios empezó el propio abril del 2002 desde las fauces del monstruo rcteviano, repito, cuando uno escucha a Andres Izarra colocar su cargo a la orden porque tomó una decisión 'sin consultar' (se entiende que al Presidente), evidentemente estallan las cotufas y cualquier intento de comprender el peo.

¿Izarra renuncia porque 'no consultó' al Presidente o porque lo que hizo fue incorrecto?. ¿Y qué fue lo que hizo Izarra? ¿Cuál fue su pecado? ¿Qué daño le hizo al proceso?

Pues, Izarra simplemente hizo lo que muchos de nosotros -si tuviéramos su ex cargo- quisiéramos hacer: o sea, decirle a los medios privados, y en particular al miserable canalla de La Florida, que debe dejar de usar las imágenes de VTV, las imágenes que se pagan con presupuesto de todos los venezolanos, para ofender al Presidente, para mentir, para vilipendiar, para difamar, para engañar. Izarra le dijo a Ravell que debe dejar de darle a sus jefes (la familia Santos) imágenes montadas, trucadas, manipuladas en supuestos trabajos de investigación periodística para alimentar la campaña criminal que la oligarquía colombiana tiene contra Venezuela.

La farsa de Globovisión, de Ravell y de unos cuantos medios consiste en despreciar a la Revolución, despreciar a los pobres, en despreciar a VTV y utilizar -sin el menor rubor todos los días- las imágenes de VTV para destruir el proceso. Usar nuestra comunicación contra nosotros mismos. Esa es la trampa de la libertad de expresión y del acceso a la información.

Pero además, Izarra le envió esa carta a Globovisión apelando a un truco del capitalismo: les dijo, si quieren usar las imágenes de VTV, canal que ellos tildan de basura y de reducto de propaganda del chavismo, deben pagar por ellas. Tan sencillo como eso. Pero hasta generoso fue: le dijo que todas, todas las imágenes del Presidente pueden ser utilizadas gratis si se usan en espacios de información, para que el pueblo conozca la obra de gobierno, y no en programas de periodismo cloacal y espacios como UD LO VIO, ALO CIUDADANO Y GRADO 33.

Por todo eso, no termino de entender que apenas Ravell pegó tres berridos y amenazó con ir a la Corte Celestial, Izarra, con cara de circunstancia, aparezca en pantalla asumiendo el mea culpa… ¿mea culpa de qué? Y renunciando por atreverse a tocar a Globovisión con el pétalo de una carta.

¿Qué está pasando en la Revolución? ¿Qué clase de fuerzas o fenómenos operan al interior del Gobierno? Presidente, baje la línea porque aquí no entendemos un carajo. Hasta ahora yo siempre creí que Globovisión, que viola nuestras leyes todos los días frente a las narices de CONATEL, era el enemigo estratégico, el que todos días arremete contra el pueblo, nos insulta, nos descalifica, nos invisibiliza cuando quiere, y que 'muestra' a nuestro pueblo como un objeto de circo, como lago que atrae la curiosidad, la burla o el temor. Un canal hipócrita que manipula, recorta, distorsiona, edita y descalifica, a través de su libertad de expresión, nuestra hermosa construcción colectiva.

Más allá de si Izarra no consultó, cosa grave, incomprensible e imperdonable en un funcionario de su rango, cabe preguntarse qué es lo que está de fondo… ¿No se supone de que de vez en cuando el Gobierno ejerza la legalidad para meter en cintura a los farsantes, a los golpistas, a la canalla mediática?

Urge una respuesta, Presidente. Una luz, por favor, profesor Lupa. Necesitamos una respuesta clara y contundente porque peor que un misterio de la ciencia sería una derrota de la conciencia.


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Armando L. Guerra


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