Oppenheimer II

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Este jueves pasado, un poco más preparado y advertido, tuve la oportunidad de realmente charlar con Andrés Oppenheimer. A los expertos hay que hacerles buenas preguntas. Si no, todo es una triste pérdida de tiempo. A mí me pareció que esta era una buena:

“Don Andrés, es obvio que usted es un indomable defensor de la economía del libre mercado como el único camino hacia el desarrollo económico y el progreso, tanto como país así como a nivel individual. Pobreza en Estados Unidos se calcula alrededor del 12%, aproximadamente 36 millones de personas. La principal y mejor herramienta que el gobierno de Estados Unidos usa para ayudar a la gente romper el círculo vicioso de la pobreza es el Welfare System, un sistema bastante contrario al libre mercado y al capitalismo. Se puede argumentar que, en el país capitalista más grande del mundo, la mejor forma que han conseguido para pelear la pobreza es una de tendencia izquierdista o socialista. En promedio, la pobreza en América Latina es más alta que la de Estados Unidos. Va de 20 a 80 por ciento dependiendo del país o región. Si en los Estados Unidos se aplica un método “izquierdista” para ayudar a sus ciudadanos más pobres vencer esta dolencia social, ¿Por qué cree usted que es un problema para los Estados Unidos que países con más altos niveles de pobreza implementen el mismo tipo de solución?”

Sin embargo, no recibí respuesta a mi pregunta sino una determinante demostración de experticia en irse por la tangente:

“Elio, yo no me calificaría de "indomable" en este tema. Pero en cuanto a su argumento, le hago el siguiente comentario: la medición de pobreza en EEUU no es la misma que en otros países. Según el estudio "Understanding Poverty in America," de Robert E. Rector y Kirk A. Johnson, el 46% de los 35 millones de pobres en Estados Unidos son dueños de sus casas, el 76% tienen aire acondicionado en las mismas, y mas del 70% tienen automóvil. Aunque la pobreza relativa en EEUU es un problema grave, mas quisieran muchos en otras partes del mundo ser tan "pobres". En segundo lugar, China, India, Vietnam y el resto de Asia lograron reducir la pobreza enormemente mediante la apertura de sus economías, de manera que está más que obvio cual es el mejor camino para reducir la pobreza.”

Como indiqué anteriormente, esta vez estaba preparado y advertido. Mi respuesta fue inmediata:

“Como dije, usted es un indomable defensor de las “economías abiertas”. Pero no me contestó la pregunta. Repito, ¿Por qué cree usted que es un problema para los Estados Unidos que países con más altos niveles de pobreza implementen el mismo tipo de solución?”


Andrés pareció incomodarse y, como si no supiera, me dijo:

“Elio, ¿no será que usted no ha querido tomar en cuenta mi respuesta? En cuando a la segunda pregunta que me hace, le ruego que me diga usted que tipo de cosas EEUU ve como "un problema" en otros países.”

Los expertos se enojan si no le toman en cuenta sus respuestas. Le contesté rápido antes de que se pusiera más bravo:

“‘…, le ruego que me diga usted que tipo de cosas EEUU ve como "un problema" en otros países.’ ¡Perfecto! Pensé que la pregunta estaba mas que clara pero la pondré de otra manera: ¿Por qué el Welfare System en Estados Unidos NO ES “populismo” y subsidiar comida en un país latinoamericano SI LO ES?”

A veces, ni los expertos pueden escapar. De su inicial cátedra en “pobreza comparativa”, la respuesta de Andrés pasó a ser solo una cuestión de humilde opinión personal:

“Elio, que yo sepa nadie de importancia en EEUU se opone a la seguridad social. El populismo al que critican muchos en Washington - demócratas y republicanos - se refiere a que Venezuela, Bolivia, Argentina y otros están desperdiciando el mayor boom de las exportaciones de materias primas de la historia reciente en subsidios inútiles, que no generan riqueza a largo plazo. Pan para hoy (o sea, votos para el máximo líder), y hambre para mañana. Esa es la crítica.”

Ya hablando de tú a tú, las preguntas se agolparon en mi cabeza:

“¿Piensa usted que subsidiarle la comida a una familia pobre, para que sus miembros puedan trabajar menos y estudiar mas, es un subsidio “inútil”? Por cierto, le agradezco muchísimo su tiempo.”

Y de humilde opinión, la respuesta de Andrés llegó entonces a nivel de pura especulación.

“No, Elio, no me parece mal subsidiar a los pobres para que coman, pero me parece mal cuando se hace a cambio de su voto y participación en actos políticos, y cuando no se le pide a esa persona que estudie o se capacite (como lo esta haciendo ahora el gobierno de Brasil, por ejemplo.)”

De cátedra a humilde opinión, de humilde opinión a pura especulación. Hasta allí llegó la discusión, mas por falta de tiempo que por falta de respuestas. El jueves de la próxima semana le mandaré de nuevo un par de preguntitas. Les adelanto una de ellas:

¿Cómo se evita que gente necesitada, quizás agradecida por la ayuda de un gobierno, tenga la “populista” tendencia de votar a su favor?

Elio Cequea
Feico57@att.net


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Elio Cequea


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