El pueblo es sabio y paciente, así reza la letra de una canción de Alí Primera, y ya que empezamos estas líneas citando al gran cantautor popular venezolano, porque no tomar otro extracto de sus composiciones: “No, no, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”.
El debate iniciado en torno al caso Globovisión, como toda discusión, ha dado pie a posiciones disímiles. La nuestra en particular es una sola y taxativa: llegó la hora de saldar cuentas con esa guarida de maleantes y hacer valer la majestad del Estado y el imperio de la ley.
Quien esto escribe es periodista, es decir fui formado para exaltar y valorar el cacareado y manoseado principio de la libertad de expresión. Sin embargo, también tengo bien presentes las clases de ética de varios de mis buenos profesores, donde se dejaba bien claro que éste derecho tan caro al ser humano contemporáneo (la libertad de expresión) no es ilimitado y se rige por ciertas restricciones que los medios privados y también sus comunicadores sociales hace rato han tirado al traste, a conciencia o no.
Conceptos como el de equilibrio informativo; rigurosidad en el levantamiento de la información; fidelidad al reproducir las declaraciones de una fuente; respeto a los funcionarios bien sea públicos o privados que convocan una conferencia de prensa; contextualizar en vez de descontextualizar y rechazar pago o cualquier otro tipo de prebendas por divulgar o de dejar de divulgar una información (mejor conocido como palangrismo), son sólo algunos de los principios obviados completamente por la gran mayoría de los medios privados (léase televisoras, emisoras y periódicos nacionales y regionales). En estos últimos 10 años, las empresas de comunicación se han dedicado a hacer precisamente lo contrario de lo que indican la formación académica, la ética profesional y las propias leyes, tanto nacionales como internacionales.
Los medios privados en Venezuela se han agremiado en una liga de “súper amigos” contraria al gobierno, las 24 horas del día, los 365 días del año. Con varios ventiladores encendidos, su único fin ha sido esparcir excrementos sistemáticamente por todo el territorio nacional y contra todo lo que huela a chavismo.
En esta lucha continuada han dado golpes de Estado, promovido guarimbas, provocado e instigado muertes y atizado un paro petrolero criminal y costosísimo. Todo en el marco de la más descarada impunidad. La no renovación de la concesión a RCTV, ha permitido un experimento interesante como TVES, con todas sus fallas y aspectos a mejorar, sigue siendo una excelente oportunidad para realizar una televisión más cónsona con los valores y necesidades de los venezolanos.
Al rescindir la concesión a Globoterror, se abriría un espacio inmejorable para hacer verdadero periodismo, comprometido con el país y con las verdaderas causas del pueblo, que tenga por norte la ética profesional, la veracidad y el equilibrio informativo, tres elementos tan olvidados, pero tan necesarios. La población venezolana bien merece esta oportunidad. Ha llegado la hora de dejar a ese loco palangrista sin cañón.
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