No encuentra el oposicionismo la chispa que incendie la pradera. En la hoguera de su desesperación por salir de Chávez ha incinerado a no pocos tontos útiles y a muchos que sin ser tontos, tampoco han resultado útiles. Desde militares que perdieron su carrera hasta metitócratas petroleros que intentaron quebrar PDVSA, muchos venezolanos se han sacrificado por unos cuantos vivos -políticos, empresarios y magnates mediáticos- que siguen con sus cargos y fortunas intactas.
Desde 2007 para acá han recurrido al sector opositor estudiantil. Aquí el saldo ha sido más doloroso porque algunos jóvenes, socialistas o adversos al gobierno, han perdido la vida. Por primera vez en la historia, grupos de estudiantes, con fuerte componente de las escépticas universidades privadas, salen a protestar por los intereses de las clases dominantes.
Mientras esto ocurre, comunicados van y remitidos vienen en la pugna por sus muy altos y particulares intereses entre los empresarios Marcel Granier y Gustavo Cisneros. Quienes durante la Cuarta República se cartelizaban para repartirse la torta publicitaria, en perjuicio de otros canales privados, hoy una coyuntura los enfrenta.
¿Qué hacen los estudiantes en medio de esta pelea de elefantes del dinero?
Les han metido que luchan por la libertad de expresión. Sería bueno que repasaran la frase según la cual “la libertad de expresión no te autoriza a gritar fuego en un teatro repleto”. Esa libertad tampoco es patente de corso, como lo fue en el pasado, para que una empresa televisora burle las leyes cuantas veces le vaya en gana. RCTV viola en forma contumaz la ley de responsabilidad social en radio y televisión, la ley de telecomunicaciones, las normas técnicas de Conatel sobre la materia, la ley orgánica de protección a los niños, niñas y adolescentes, la ley orgánica de educación y pare usted de enumerar instrumentos legales.
A sus propietarios eso les importa un bledo. Lo hacen para que el Estado actúe y cuando éste lo hace, entonces se victimizan y piensan que ahora sí llegó la hora de salir de Chávez. Sin imaginación, intentan reeditar el guión golpista de abril de 2002. Lo único que reeditan es la frase de Marx según la cual los hechos históricos se repiten una vez como farsa y otra como tragedia.
El director de Datanálisis, el señor León, los decepciona al advertirles que el caso RCTV no tendrá el impacto que tuvo en 2007 (El Universal, 27/01/10). La farsa ya no engaña a nadie. Las protestas, en un universo de más de dos millones de estudiantes universitarios, son focalizadas, de grupos militantes y de algunos que otros jóvenes desinformados. Uno de éstos, cuando se le preguntó en la marcha del 23 de enero, qué se conmemoraba en esa fecha, titubeó y respondió: “No me acuerdo”.
La dirigencia oposicionista se queda tras bastidores, en su riña sorda por repartirse los cargos a la Asamblea Nacional. Los anti-partidos se frotan las manos y creen llegada la hora de activar el 350 y derrocar a Chávez, aprovechando las protestas de los muchachos. Los que aprendieron de sus garrafales errores (golpe de abril, paro petrolero, plaza Altamira, guarimbas y abstención en 2005) saben que los desórdenes los perjudican en sus aspiraciones electorales.
Anclas y reporteros de la TV se debaten entre los que apoyan a Granier y los que respaldan a Cisneros. Nunca el Colegio de Periodistas desnaturalizó más su misión y visión, para usar su patético lenguaje gerencial. Las chispas se activan pero la pradera no arde.
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