Cuatro consideraciones antes de entrar en materia:
· Es totalmente falso y un invento del neoliberalismo que el Estado no
pueda dirigir o administrar empresas eficientes. Los socialistas estamos
obligados a rechazar esta tesis.
· El agro manejado por pequeños propietarios es una práctica que proviene
de los países del norte donde las condiciones climáticas impiden que una
familia pueda trabajar grandes extensiones y cuidar muchos animales en un
granero. En nuestro país, no tiene por qué ser manejado de esa forma.
· El manejo de grandes extensiones, con criterio científico es sumamente
rentable y un arma política de gran fuerza. Allí están, como ejemplo,
Monsanto, Chiquita, Banana Fruit y tantas otras que le tuercen el brazo a
más de un gobierno en el mundo.
· Las pequeñas unidades de producción siempre cargarán a cuesta un grado
de ineficiencia, pues sus tractores, cosechadoras, rastras, camiones, etc.
Podrían ser usados para trabajar un área mucho mayor; pero los intereses
individuales impiden un mejor aprovechamiento. En ellas se dificulta la
exportación y la comercialización a precios justos
Dicho lo anterior proponemos que a través de un decreto, una ley o
cualquier otra vía se cree una empresa agrícola de gran magnitud a la cual
se le podría asignar las tierras de vocación agropecuaria de un estado.
Supongamos por ejemplo Lara.
En ese estado dicha empresa contaría con las tierras que hoy son propiedad
del Estado nacional, las que pudiera comprar a los actuales usuarios, las
de aquellos propietarios que quisieran asociarse con ella (creando una
empresa mixta, obviamente con mayoría absoluta del Estado) y las que habría
que expropiar para materializar el proyecto.
Obviamente, esto da al traste con la tesis de pequeñas unidades a las que
hay que financiar y asesorar, para que al final prevalezca la tesis
capitalista de la mayor ganancia posible a costa del pueblo consumidor.
Una vez creada la empresa y decidido, científicamente, el uso que se dará a
las tierras asignadas, debería iniciarse una etapa de construcción de
campamentos bien dotados, como los creados por la industria petrolera al
inicio de sus operaciones en Venezuela y en cualquier país del mundo.
Ahora una oferta de empleo en esa empresa que incluya un buen salario,
vivienda, vacaciones, utilidades, tarjeta alimentaria, escuela, salud,
jubilación y esparcimiento (clubes, canchas, estadios, etc.) haría retornar
a miles de venezolanos al campo, ya no como el campesino explotado y sin
oportunidades, sino como un obrero o trabajador con futuro y condiciones
dignas de vida.
El resto, sería pan comido. Cuestión de planificar lo que se va a producir,
mercadear los productos y sobre todo industrializar, aguas abajo, el
proceso. Si producimos tomates, por ejemplo, podemos producir salsa y pasta
de tomate, tomates secos y otros productos que de él se derivan.
¿El finaciamiento? Con el 2% de la renta petrolera, durante los primeros
años, sería suficiente para poner en marcha esta empresa. Luego, ella
debería hacerse sustentable y replicar el modelo en otro estado, hasta que
la mencionada empresa sea una gran corporación con más de veinte filiales
(una por entidad federal)
¿Se imaginan la cantidad de profesionales que tendrían cabida en una
empresa como esa? Médicos, maestros, ingenieros, plomeros, electricistas,
instrumentistas, periodistas… todos, menos astronautas.
En resumen, reorientaríamos la misión vivienda hacia donde debió estar
orientada siempre (el campo) generaríamos miles de empleos, mejoraríamos
las condiciones actuales de nuestros campesinos y lograríamos la anhelada
soberanía alimentaria.