La clínica "Camilo Cienfuegos"

Escribo este artículo al cumplirse 5 meses de haber salido de la Clínica "Camilo Cienfuegos", La Habana. Lo hago en merecido agradecimiento a ese personal que se esmeró en atenderme durante dos meses, con enconado esfuerzo para salvar lo que me queda de vista. Agradezco infinitamente al doctor Ceferino Román González, subdirector de esta institución, por sus conocimientos, solidaridad y afecto. Lo hago en momentos en que se reactiva el Convenio de Salud Cuba-Venezuela, uno de los logros más importantes que tiene el proceso bolivariano.

La apariencia física exterior de este centro de salud no habla de los reconocimientos internacionales que guardan las interioridades; premios que reconocen una labor ardua, humanista y solidaria. Aunque es una apariencia que denota cuido, limpieza, orden. Las decenas de premios, varios de ellos de carácter internacional, se los ganan todos, desde la sonrisa de la recepcionista, la atención del portero o de esa señora amable que resguarda la revolución de cualquier error o ataque, como si fuese una soldada atenta a la llegada de los marines. La limpieza y el estricto orden de las agujas del reloj o de la papera o de la central telefónica nos obliga a mirarnos a nosotros mismos, como si buscásemos un pecado en la vestimenta o en los zapatos. De repente queremos parecernos a lo que está entre nosotros, incluyendo la sonrisa de la muchacha que viene de trapear los rincones o aquela que sube los pisos a buscar la ropa que requiere ir a la lavandería.

La clínica no habla de dolencias, ni de sombras, ni se queja de las angustias; se viene en abrazos hacia nosotros, en el saludo fraterno de la enfermera, en el impecable esmero de la jefa de piso o la atención de la pantrista que está pendiente de colocar el punto justo en la comida. La camarera nos parece una danzarina que se cuela entre sábanas, muebles, enseres para ir acomodando el ritmo cubano en cada espacio de la habitación o de los pasillos, en los que se respira limpieza.

A decir verdad la Clínica Camilo Cienfuegos no se llama oficialmente así, es una manera de decirle, de quererla en la fraternidad, de mostrarla en El Vedado, en La Habana Vieja, en Centro Habana, en 10 de octubre o en cualquier lugar de la isla, que es la patria de Martí y de Fidel, la de Camilo, cuyo nombre sirve para resaltarla como Centro Internacional de Retinosis Pigmentaria "Camilo Cienfuegos", plantada en la calle, entre Línea y 13, El Vedado.

Vemos el conocimiento, la experiencia, el cuidado, el amor, la querencia, el trato fraterno, la solidaridad. Vemos el renacimiento de una mujer que con más de 40 años de edad y cuatro hijos con una pareja, sale de la oscuridad y le toca ver por primera vez a quien ha sido su pareja de por vida y que es padre de sus hijos, a lo que también ve por vez primera. Vemos la belleza física de una muchacha atravesada por la pérdida de un ojo y el hueco negro en la cara, "imposible" de sanar en Venezuela, pero a la que los médicos cubanos que le colocan un ojo igual al suyo, y la belleza retorna a su rostro y la sonrisa le vuela de nuevo. Vemos a una mujer de la tercera edad on la visión perdida en un ojo que acude a Cuba con la intención no recuperar la vista, sino para que el ojo perdido no se convierta en un negro hueco, pero recupera el 60 por ciento de su visión. Nos vemos nosotros, con una enfermedad que no tiene vuelta atrás, que no nos permite leer un libro, que me anuncia la ceguera casi total y se me aconseja inscribirme en la Asociación de Ciegos de Venezuela. Y estoy acá, con el mismo diagnóstico de "no hay vuelta atrás", pero leyendo poco a poco, pasado de irreversible ceguera a paciente de baja visión, recuperada las ganas de vivir y con la esperanza de retornar a esta clínica a mantener el tratamiento para retardar el mayor tiempo posible la paulatina pérdida de la vista.

No se trata de un milagro, a fin de cuenta los marxistas no nos aferramos a milagros celestiales, es la ciencia con humanismo, es la ciencia con amor, es la ciencia que entiende la necesidad de leer y escribir, es la ciencia en manos de hombres y mujeres formados para dar calidad de vida. Es la ciencia en el socialismo.

Las manos y la entrega de médicos como Ceferino Román González, el doctor Ceferino o simplemente Ceferino para todos en la clínica, enfermeras como Gloria Pérez o la risueña y divertida Zoe Valdez, que salió de la calle Unión y Ahorro, municipio Cerro, para hacerse enfermera de sonrisa franca y solidaridad de abrazo, o de María Ortiz, venida de Santiago en medio del son, a practicar la acupuntura con precisión; y otras de igual entrega, hacen posible tales éxitos. Sin obviar el empeño puesto por camarareras como Eloísa o Idelsis o Yaisel en el pantri. Asumo que soy injusto al dejar tantos nombres fuera, pero el espacio no me permite mencionarlos a todos.

Y en Venezuela sólo un proceso como el bolivariano, con sus errores y carencias, hace un posible una vía como el Convenio de Salud Cuba-Venezuela, para que personas sin recursos económicos podamos tener una atención médica de primer nivel en la Cuba de Fidel.



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Pedro Salima


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