En la historia política de la humanidad no he tenido información de un hecho más insólito como el de la conversión de un minúsculo partido político de izquierda en una secta de odio para cultivar el reconcomio y albergar individualidades traidoras al líder máximo de un proceso. En eso derivó esa minusválida agrupación política otrora imbuida por ideales transformadores y conformada, en su etapa floreciente, por importantes cuadros revolucionarios. Sus escasos militantes, rezagados por la decantación operada en esa tolda, sumados a los avenidos a última hora por los delirios y las ambiciones electorales de la temporada, decidieron sustituir al carismático liderazgo nacional y continental de Chávez por la figurilla desaliñada, sin ningún poder de convocatoria ni liderazgo intelectual quien controla las riendas de ese partido carroñero, cuya única motivación es traicionar a Chávez.
Me atrevo a decir que este Partido Para Traidores es una nueva categoría política circunstancial, electorera y sin ninguna perspectiva. El concepto de esta nueva categoría partidista se refiere a lo inédito de un odio exacerbado y amargado, sin ninguna fundamentación y basado en el falseamiento de la verdad, para justificar la traición al líder máximo. Esta chávezfobia es la misma de la derecha pero estos opositores de nuevo cuño pretenden hacerle creer a los incautos que hay razones diferentes a las esgrimidas por la burguesía para aborrecer a Chávez.
Vienen de la izquierda y qué. Ahí está otro caimán del mismo pozo que transitó igual camino y terminó en Miraflores dándole un espaldarazo el 11 de abril a Carmona. Para muestra basta un botón. Y ese no es un botón cualquiera sino el caimán mayor que en su momento gozó de mucho más significación, para esa tendencia, que la hiena que hoy encabeza el Partido Para Traidores.
Todos los que ahora se rasgan las vestiduras, en el Partido Para Traidores, proclamaron y juraron alguna vez, a los cuatro vientos, su fidelidad al líder máximo. Esto es público y notorio. Veamos el camino de traición sin retorno que les espera: a) violación de la fidelidad debida, deslealtad: hacer traición a la fe jurada, b) delito que se comete sirviendo al enemigo, c) alta traición, delito contra la seguridad del Estado, y d) traición, alevosamente, faltando a la lealtad o confianza.
No existe ningún paralelismo histórico entre el líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías y el líder que condujo al pueblo soviético, a la victoria contra el fascismo, José Stalin. El primero encabeza una revolución pacífica, participativa y democrática y Stalin fue el hombre de acero al frente de la dictadura del proletariado, constructor de la URSS y el gran héroe de la segunda guerra mundial. Los disidentes del chavismo, si no han incurrido en delitos comunes, gozan y abusan de sus derechos políticos hasta para conspirar y desestabilizar; en la URSS de Stalin la mejor suerte que les esperaba, a sus oponentes era Siberia y no precisamente de vacaciones.
Pero donde si hay un interesante paralelismo histórico es entre el antiestalinismo y el antichavismo engendrado en los separados de la revolución bolivariana con ínfulas de izquierdistas. Los movimientos cismáticos de los contrarios al líder histórico de la revolución rusa terminaron indefectiblemente, en sus respectivos países, sirviendo a los más acérrimos intereses antagónicos a las luchas de los pueblos por el socialismo y la liberación nacional. El MAS y sus dos figuras protagónicas, hoy fuera de esa tolda, Pompeyo Márques y Teodoro Petkoff son en Venezuela el paradigma del antiestalinismo que devino en anticomunismo.
A los movimientos desertores del chavismo les espera igual suerte que a los que abrazaron el antiestalinismo como excusa para cambiar la ideología socialista por el neoliberalismo. Sobre este fenómeno internacional de mutación ideológica hay investigaciones serias muy bien fundamentadas, con nombres y apellidos, donde se describe el salto de talanquera de conocidas figuras disidentes de la izquierda norteamericana de los años 30 y 40 que pasaron a formar parte de una corriente neoconservadora que alcanzó su máxima influencia en la Casa Blanca después del 11 de septiembre de 2001. Para comprender la gravedad del desaguisado hay que citar al autor de la investigación, Elíades Acosta Matos quien en la pg 278 de “El Apocalipsis según San George” nos dice: “Incubados en las batallas ideológicas que estremecieron a la izquierda y al movimiento comunista internacional, antes de la Segunda Guerra Mundial; frutos de la confusión y la decepción sufridas por muchos debido al impacto del stalinismo sobre la sociedad soviética y las luchas mundiales contra el capital; exponentes del oportunismo y la acción diversionista del enemigo de clases, que jamás escatimó dinero ni arte alguna de seducción para prevalecer durante los años de la Guerra Fría, los neoconservadores son el más preciado botín ideológico que la ideología burguesa e imperialista pueden mostrar para desmoralizar a sus actuales oponentes.” Y más adelante agrega el escritor: “Habiéndose formado dentro de la izquierda comunista o trostkysta, los fundadores del movimiento ( neoconservador) se pasaron al campo enemigo con armas, bagajes y las tácticas de lucha aprendidas a las que han seguido dando uso, cambiándoles apenas el signo y volviéndolas contra sus antiguos camaradas…”
En la conciencia de este grupo criollo reducido a un Partido Para Traidores
subyace lo propio cultural venezolano del caudillismo agravado por la frustración. No le perdonan a Chávez su condición de jefe máximo, ni que las mayorías populares lo idolatren y los perturba mentalmente el sentimiento de esperanza continental que se agiganta cada vez más a favor del líder de la revolución bolivariana. Porque en el fondo ellos, pobrecitos, están convencidos de ser más revolucionarios, más honestos, más inteligentes, más corajudos, más antiimperialistas, más humildes, más puros, más cultos, más consecuentes, mejores dirigentes, mejores militares y mejores políticos que el propio Chávez. El síndrome de la disociación psicótica se los tragó y perdieron la brújula. Quedarán seguramente todavía algunos pocos salvables en ese camino ciego al despeñadero que recapacitaran, a tiempo, para rendirle honor a su pasado. Eso esperamos con el mayor afecto y respeto.
Sea cual sea la causa, la motivación o la explicación la historia está llena de traidores, felones, renegados, desertores e innobles, en esa clasificación de la escoria humana se encuentran los asesinos del Mariscal Sucre , del General Ezequiel Zamora y del Libertador Simón Bolívar.
(*) Profesor
sergiobricenog@yahoo.com
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