¿Guerreros, o beodos?

No ha dejado de extrañarme que a nivel internacional no se haya comentado profusamente que, para evitar el Alzheimer, no se halle otro recurso más moderno y milagroso que el de tratar de interpretar al escualidismo venezolano en tiempos de elecciones. Es un buen ejercicio cerebral. Y lo que es a mí, me ha asentado de lo mejor durante los últimos catorce comicios, visto que la performance de mis células madres cerebrales, manifiestamente, ha venido presentándose inversamente proporcional, por ejemplo, al del dólar permuta, hijo de puta, pues, el dólar este, va pa arriba, y mis células madres, pa abajo. Y estoy casi seguro de que, pasadas las elecciones parlamentarias, el apresto-celular-madre-mío debe haberse incrementado en, al menos al menos, de un treinta y ocho, a un cuarenta por ciento. ¡Seguro, camaradas! Porque es que el escualidismo, en tiempos electorales, se disloca, se le van los tiempos. Y fuera de estas oportunidades, trata entonces de guardar algunas formillas democráticas. Y le toca por tanto a uno tener que especular (claro, siempre en forma científica y respetuosa, por supuesto) para poder desvelar sus verdaderas intenciones y sus reales propósitos. Y ahí está el detalle terapéutico. ¿Ven? Es milagroso. Practíquenlo para que vean. No es cuento.

La última expresión de esta necesidad la acabo de tener con en el señor (me provoca decirle más bien doctor) Oswaldo Álvarez Paz, quien, con su entonado acento maracucho, ha dicho: ¡Quiero “guerreros” para la Asamblea Nacional! Este grito vagabundo, además de segregativo (omitió a las guerreras), contempla lo que el emperador romano Julio César denominaba, en su latín de bacanal, un lapsus cañis. A este su servidor, que también al igual que Julio César y Osvaldo, ha rajado de caña, algodón de azúcar, ha sido víctima de estos penosos lapsus. Y tiene que haber sido así, por el hecho público comunicacional de que, ¿cómo pudiera hablarse de “guerreros”, dentro del mundo del escualidismo, cuando basta sólo que un policía mire con seriedad a un escuálido quemón, para que de inmediato salga despavorido éste con rumbo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a denunciar ante su muy objetivo Santiago Cantón (que por cierto, de cañero también tiene mucha cara), que ha sido víctima de las más salvajes torturas y que patatín y que patatán? ¿Qué tipo de guerreros son estos, pues? ¿Pudiera aceptarse científicamente entonces, Señor Juez, que fue de “guerreros”, de lo que genuinamente quiso hablar el señor Álvarez Paz en su arenga? (Perdón por lo sacramental de esta pregunta; me ha hecho acordar de cuando actuaba como abogado acusador). Semejante posibilidad no pudiera aceptarla, ni siquiera, la modernísima escuela del Lapsus Inratonadus Consuetus, que alcanza admitir, como válido, al denominado, y también muy común, Error del Enratonado Consuetudinario…

Por tanto me voy a permitir lanzar, con la venia de la Historia, esta hipótesis eminente: que el señor Álvarez Paz lo que quiso decir fue “beodos” en lugar de “guerreros”: “¡Quiero beodos para la Asamblea Nacional”, tiene que haber sido el texto In péctore de su arenga. Y tiene sentido. O mejor, cobra sentido así, dentro del contexto moderno del asunto. ¿No creen ustedes?

Tratemos de explicarnos un pelo más. Me huele que el plan es que, luego de acurulados*, estos veinte o veinticinco beodos incorregibles, cada vez que haya plenaria, se aparecerían al hemiciclo vueltos cera y pabilo de la pea, convertidos en todo unos mamarrachos de look, incluso con las braguetas abiertas y acompañados de un grupo (con edades varias) de damas de la farándula sin sostén y con breve indumentaria en el resto de sus cuerpitos, a ritmo de batucada, gritando continuamente: ¡Abajo los chaburros y las chaburras! (Y aclaro que tengo la más absoluta convicción de que la inmensa mayoría de las damas de la farándula, no se prestarían nunca para algo semejante). ¿Cómo podría entonces discutirse y aprobarse, en esas condiciones de relajo y escándalo, pregunto yo, una nueva ley revolucionaria?

Pero bueno, tendría por tanto de inmediato la Asamblea Nacional, para neutralizar la artera maniobra, que sancionar una ley orgánica que desde ya propongo que se llame: “Ley contra Peas Hemicíclicas o Contra Otras de Manifiestas Raleas Subversivas”.

Y listo.

*Posesionados ya de sus respectivas curules.


canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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