La familia Zuloaga, según Don Guillermo, tiene más de trescientos años en el país; da por entendido que eso otorga derechos especiales. Pero habiendo llegado en el siglo XVIII, no les correspondió título de adelantados y sus prerrogativas. Serían entonces de aquellas “águilas chulas”, mencionadas por Herrera Luque, en “Los Amos del Valle”.
Pero aún así, en decadente mezcolanza se fueron apoderando de la economía nacional. Tal mantuanaje fue causante de perder la primera república, prolongación de la guerra y hasta su ferocidad. Por ellos y contra ellos, surgieron caudillos sanguinarios que se justificaron en la venganza contra quienes eran primordiales responsables de la miseria colonial, montada sobre la explotación extrema, pillaje, apropiación indebida, contrabando y extinción de la población originaria, para borrar huellas que condujesen a evidenciar el gigantesco despojo que se había producido. Todo aquello contó, antes y luego en la nueva república, con patente de corso.
Finalizada la gesta independentista, volvieron por sus feudos y fueros. Bajo el celestinaje de gobernantes de este país, desde que se selló la victoria de Carabobo, se apoderaron de todas las riquezas posibles. Asumieron viejos negocios de antes. Exportación de café, cacao, ganado, cueros y cuanto cosa era dada, retornó a sus manos, como cuando los adelantados, antes y después de la Compañía Guipuzcoana, hacían de las suyas, mientras en haciendas y llano, campesinos enfeudados, negros esclavos dejaban la vida para que ellos se enriqueciesen y los indios se internaban en el fondo de las selvas. De usureros se volvieron banqueros y conservaron la esclavitud.
Bajo Gómez, un campesino semi analfabeta, continuaron el saqueo; mientras se burlaban a su espalda, frente él se babeaban y aplaudían genuflexos, ofrecían halagos inconfesables y obscenos con tal de acumular con avidez. Con el general Pérez Jiménez, escenificaron el mismo libreto.
No pudieron apoderarse de la riqueza del subsuelo. Fue la maldición de Bolívar contra ellos. Principios constitucionales primigenios, derivados de la claridad del Libertador, se los impidió.
Pero se aliaron a gobernantes venales de nuevo y fueron diligentes agentes que hicieron posible que el capital internacional, de americanos del norte e ingleses, tempranamente iniciasen la explotación de la parte más lucrativa del negocio.
Ellos, descendientes de adelantados y más de “águilas chulas”, se pegaron parasitariamente en negocios improductivos, marginales pero rentables, como la banca, el comercio en relativa gran escala y mantuvieron el latifundio.
En aquella morisqueta que llamaron democracia, se apoderaron del gobierno en representación de los grandes capitales. Le torcieron la mano a adecos y copeyanos y nombraban principales funcionarios, “por una ley secreta”, como dijese Pedro Duno y, por intermedio de ellos, diseñaban y ejecutaban las líneas gruesas de la política, sobre todo en lo económico. Para desangrar al país, en agavillamiento y truhanería “legalizada”.
Se aseguraron buenos negocios, grandes créditos blandos del Estado que nunca pagaron porque hasta ordenaban la condonaciòn de esas deudas. Lo que vulgarmente llamaron “mejor refinanciamiento del mundo”, cuando Lusinchi, referido a la deuda externa, incluyó que la Nación asumiese las deudas de ellos.
Inventaron la tripartita, donde gobierno, ellos y esquiroles de la CTV, se reunían para agredir a trabajadores y población toda.
Pero llegó Chávez y mandó a parar. Acabó con las cosas aquí relacionadas y otras tantas que no caben. Es por Chávez, que descendientes del mantuanaje, que lo son de “águilas chulas”, dejaron lo que antes hacían, lo relativo a los de cuello blanco y asumieron el rol de asaltantes de camino, de revendedores al mejor postor.
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