Durante más de siete horas la diputada permaneció despierta pero inmutable y lánguida como una estatua griega. Ataviada de blanco se sentó en primera fila y cruzó pudorosa y delicadamente las piernas como lo aconsejaba el vetusto Manual de Carreño. No habló, no sonrió y ni siquiera una mueca imperceptible se escapó de aquel rostro pálido y desconcertado que morbosamente a cada rato enfocaban las cámaras de televisión; sobre todo cuando el Presidente Chávez entró al recinto y fue a saludarla caballerosamente tomándole la mano por unos segundos, quizá los segundos más largos en la vida de María Corina Machado Parisca.
Durante la maratónica intervención el jefe del estado intentó establecer una empatía con la novel legisladora nombrándola e incluso refiriendo anécdota relacionadas con sus padres el empresario Enrique Machado Zuloaga y la tenista Corina Parisca Pérez. Sin embargo ella, presa de su propio orgullo, permaneció imperturbable y quieta, mirando fijamente quizás al Presidente, quizás hacia la nada.
En ese momento los rostros de ambos, el de Hugo Chávez y el de María Corina, reflejaron metafóricamente lo que está ocurriendo con los estados de ánimos de la gente en nuestro país. Por un lado, la alegría, la pasión, el entusiasmo, el amor, la entrega, la esperanza, el optimismo y la solidaridad. Y por el otro, la tristeza, la frialdad, la apatía, el odio, el orgullo, la intriga, el pesimismo, la rabia y el egoísmo. Indudablemente que toda esa percepción que cada uno de nosotros tiene de la realidad venezolana, está terriblemente mediada por unos instrumentos de comunicación que solamente ven en el país al peor de los infiernos, no el de Dante sino el de Hugo.
La visita del presidente Chávez a la Asamblea Nacional la semana pasada generó curiosidad, tensión y expectativas, pero sobre todo mucha especulación y morbo. Tantos los chavistas como los opositores especularon acerca de cómo sería la reacción del primer mandatario ante el encuentro con los diputados de la derecha, algunos de los cuales no asistieron al hemiciclo porque prefirieron integrar la comisión de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que regresó de Washington con las tablas en la cabeza , luego de una infructuosa reunión con el presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA) , José Miguel Insulza, a quien le fueron a lloriquear para que se pronunciara en contra de la Ley Habilitante . Otro gesto fallido de una oposición que no tiene otra salida más allá de la violencia.
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