-Espejito, espejito -tú que me ves tal cual soy, será posible que mi inhabilitación que no es política, pero sí administrativa, por la que el señor contralor Russián está gozando en su paraíso facultativo de egoísmo de enjuiciar a quien no le caiga bien como yo, no goza del sentido común y, más bien parecen cosas de nuestro presidente que no me pasa como su opositor a vencer y, es que eso no debe ser, por donde se nos mire. ¿Verdad espejito que yo no tengo cara de ladrón?
-El Sufrimiento que se condensa amargamente en mi alma –espejito- de excelente político por las penas ocultas de mi soledad que están desbordadas de amargura pura, al relegarme de participar en la escogencia de entrar abiertamente en el ruedo de las confrontaciones a ganar el poder como un ciudadano de primera, me mantiene en las cuerdas flojas de los desamparados de este régimen.
-Y por ser dueño –espejito- de la razón sin antagonismos de preferencias en que nadie en su sano juicio dentro de la justicia de las leyes divinas me puede anular, me presentaré como lo haré, ante todas las Instituciones Mundiales a debatir mi caso en que de por sí se me quiere negar el derecho de aspirar a ser candidato ganador de las próximas elecciones presidenciales en mi país y, si tengo que pedirle permiso al cardenal Urosa Sabino para, yo con dios hablar hablaré, lo doy como un hecho en espera.
-Jamás en toda la historia de la humanidad hasta donde yo sé –espejito-, se había tratado de cometer tamaña injusticia de mantenerme a mí incomunicado de la opción competitiva dentro de mi carrera política que, quisieran muchos en la MUD igualarme o tener un ápice de mi habilidad reaccionaria dentro del marco de las diferencias que he demostrado sin tatuaje alguno que no se encarne en el pueblo, por eso, pueblo y yo, somos lo mismo en la balanza del presente.
-No sé que va a hacer el Contralor de la República –espejito- cuando, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, decida a petición mía en la CIDH a que restablezca nuevamente mis deberes y derechos como principios fundamentales inalienables del ser humano en Venezuela, que él tiró por la borda de sus ligerezas de control, al lanzarme al salvajismo de los desconocidos, siendo como lo soy –espejito-, pieza invalorable en la dimensión de los apátridas incansables dentro de la oligarquía venezolana, por padre y madre sin efusión.
Él enredó –espejito- y yo trato de desenredar el enredo en que me metió siendo yo alcalde de Chacao, en que jugué dentro de mi habilidad administrativa a futuro, para subsanar las consecuencias de una huelga que iba a horcar el doble seis de mi juego y, alguna que otra ligereza que todo político con capacidad administrativa propia comete en la enmarañada distracción del Poder Público y, yo no soy la excepción.
Lo cierto es –espejito- que yo denuncié y actúe donde se debe, pues acá nadie me quiso hacer caso, y como se acerca la escogencia por primarias, secundarias y quizás universitarias de la selección del abanderado de la oposición, no me podía perder tal distinción de ser yo el preferido de las masas que es aglutinación de la sociedad civil que me quiere.
De por sí ya gané al sentar a mi país en el banquillo de los acusados ante la CIDH y al atraer todas las miradas del mundo hacía mi persona como futuro presidente que es lo único que importa de ahora en adelante.
-Espejito, espejito, creo que tú no eres capaz de contradecir lo que ves en mí y sin vacilación de ninguna clase fantasmal ni de reflejos: -¿dime la verdad, ¡espejito mío!? –Soy yo entre ese poco de viejos que se van a lanzar para competir contra el presidente Chávez, el más joven y hermoso de ellos: el indicado como el futuro presidente venezolano.
Y el espejito, viéndose en la cara de Leopoldo López, se sonrió y soltó: de ilusiones también se vive, Leopoldito.
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