Fue una práctica que el diario “El Nacional” comenzó a desarrollar desde que Miguel Otero Silva se murió. Su hijo, que nada sabe de periodismo ni de literatura, saltó a la alta dirección del diario como pieza del partido Copei. Fue así como se hizo diputado al Congreso Nacional y miembro de la Comisión de Cultura que presidía el adeco José Ángel Agreda.
La aspiración de Bobolongo era la de renovar cada cuatro años su cargo como diputado para amedrentar, chantajear y estafar con inmunidad parlamentaria, pero la cosa se le puso cuesta a partir de 1998. Pero le quedaron las mañas de niñito malcriado, de “hijo de bien”, al que todo se le debía satisfacer. Su estrategia es la de hurgar en los más hondo de los gobiernos, buscar debilidades, amenazar, inventar, engañar y escandalizar sobre elementos artificiales creados por él mismo.
Estas maneras sucias y bajas de atacar al que no se le sometía, la aplicó con grandes resultados a Jaime Lusinchi. Mientras Lusinchi se buscaba a Rafael Poleo para que creara “El Nuevo País” y sus revistas Auténtico y Zeta para que defendieran a su barragana Blanca Ibáñez, Bobolongo se dedicaba a atacarla porque el Presidente había ligeramente intentado aclarar el asunto de las invasiones por parte de los Otero en los Ateneos de Venezuela. Hoy este par de putas del Bobolongo y el Rafael Poleo (quienes se odiaban con furia loca por puro billete) están unidos como dos hermanitos gemelos.
Al mismo tiempo, Bobolongo en su infinita cobardía e incapacidad para poder redactar siquiera una carta, se dedicó a fichar a un pelotón de mercenarios de las letras, de politiqueros gritones y deslenguados. A unos los convirtió en “poetas” o “escritores”, a otros los hizo columnistas, pero a cambio de que siempre salieran a defenderlo en situaciones de aprietos en que le colocaran sus malcriadeces; para lo cual todas estas putillas de medio pelo, deberían de vez en cuando ser reseñados en las páginas de su diario.
Al deprimente Pablo Medina lo hizo “escritor” y fue así como “El Nacional” le publico varios librillos, entre ellos la ridícula bazofia para defender a los asesinos de Danilo Anderson.
Desde tiempos inmemoriales Sofía Imber fue una pieza de los Otero, porque ella era de la mafia cultural que controlaba el Ateneo de Caracas.
Los soplones de la policía y del SIFA en los años de IV República, como Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, Gabriel Puerta y Douglas Bravo han estado allí siempre serviles y menesterosos al llamado de Bobolongo para prestar sus “humildes aportes”, a cualesquiera sean las causas requeridas por éste.
Desde 1998, han sido docenas de remitidos propiciados por “El Nacional” para atacar al gobierno bolivariano y ellos han estado prestos y solícitos para firmarlos, para dar declaraciones, para apoyar irrestrictamente cuanto quiera y cuanto decida Bobolongo.
Los obispos han saltado como caucho también para poner sus trocitos de hostias, así como ridículos y burdos ignorantes que de letras no saben un carajo. Ayer fue Lückert, hoy una tal presidenta del Ateneo de Coro, estado Falcón, Olga Hidalgo de Curiel, quien ha enviado “una nota de solidaridad y respaldo a la figura y gestión de María Teresa Castillo por las descalificaciones de las que fue objeto a comienzos de julio en el programa La Hojilla, transmitido por Venezolana de Televisión.”
Porque el hijo de puta no encuentra cómo ampararse bajo los faldones de la madre, y todos los días la saca y la mienta. Qué carajo tendrá que ver el culo con las témporas!!!!
Pero esa es la manera de cobrar Bobolongo: se pone a llamar por su celular: “-Mira, necesito tu apoyo para defender el honor de mi distinguida e ilustre madre, por favor…”
Y sale ese montó de miserables jalabolas a resaltar "la presencia entusiasta y decidida de Castillo en la lucha por la democracia.”
Lo cierto es que toda esa campaña de Bobolongo ha caído en un profundo vacío. Nadie le para, y lo que ha conseguido mostrar por allí es gracias a un montón de jalamecates ávidos de una nota de prensa, de una foto y alguna que otra reseña en la mierda de ese diario.
Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas. Monsergas.
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