Ahora a todo el mundo le dio por la oncología. No existe país en el universo donde sus criaturas sepan más de tumores y sus derivados que en Venezuela. A raíz de la enfermedad que se encaprichó o ensañó con nuestro Presidente, hasta el más corto de mente se hizo experto en cáncer. Y aquel que por pura falsa modestia reconoce que no sabe una papa de células malignas, de inmediato agrega que, no obstante, tiene una prima segunda cuya hermana es casada con un médico con postgrado en el Padre Machado, además del Phd (como lo leen) en el mismo Memorial Hospital for Cancer de New York… y así sucesivamente.
Años atrás, entre 2002 y 2004, la nota era ser militarólogo, una especialidad con una sola especialista en Venezuela y cuidado si en América: la señora San Miguel, cuyo campo de conocimiento últimamente se ha visto invadido por unos cuantos aficionados, asomados y diletantes que no saben nada de la cosa. Por los días de la Carmonada, todo el mundo tenía una cuñada que tenía una prima y así hasta llegar a un nexo de consanguinidad en segundo grado con algún mayor de Casa Militar o un sexagenario coronel de las milicias.
Los militarólogos pertenecen a la etapa de la coordinadora democrática, pese a que enterrada esa difunta, cada cierta tarde alguno asoma por allí su cadáver insepulto de experto en cuestiones marciales, esto es, en golpes y asonadas o como diría la especialista citada supra: en coup d’État. Los oncólogos, en cambio, son de más acá, de esta etapa brumosa de la oposición denominada de la mesa de la unidad, abreviada por unos como MUD y por otros como MUS, o sea, mesa de los United States, dicho así de lo más spanglish.
La esquizofrenia mediática que hasta ayer no más pregonaba que nuestros hospitales no servían para nada, hoy informan que son los mejores del mundo en materia de cáncer, por lo que exigen al Presidente atenderse aquí en lugar de hacerlo en Cuba, donde arriesga su vida al ponerla en manos de la dogmática quimioterapia marxista leninista. ¡Vean pues, los medios preocupados por la salud (y sobre todo por la vida) del comandante Chávez! Cosas veredes, paramédico Sancho.
Los columnistas de la gran prensa y los impenitentes opinadores de la televisión hacen pulso y gala de sus enciclopédicos conocimientos oncológicos. El país ha podido leer y oír pasmado sus diagnósticos devastadores y pronósticos lapidarios. No se quedan allí, los tipos recetan. Los más impacientes hablaron incluso de un desenlace que el paciente, de puro terco, cada día contradice. Y por los vientos que soplan, no parece dispuesto a complacerlos. Para estos oncólogos mediáticos, esa actitud del enfermo en nada ayuda a la ciencia y es típica, rezongan en la MUD, del autoritarismo de Chávez. Una prueba más, pues, de que vivimos en una tiranía, por si a alguien le quedaba duda.
Estos súbitos oncólogos, en su ejercicio ilegal de la profesión, leen la semiótica de la enfermedad en los gestos y paramensajes del paciente. Si Chávez habla con seriedad de su mal, gritan que eso evidencia la fase terminal, que se está muriendo, exigen un parte médico, le piden la renuncia ya, ahorita mismo y hasta le exigen a la Mud que prepare la hoja de ruta para la transición. En cambio, si el presidente hace humor de su cáncer, chillan que es un mentiroso, que no tiene nada y todo es un montaje para recuperar la popularidad perdida porque apenas la tiene en un ridículo 60 por ciento. Si por el contrario el comandante ni habla ni ríe, entonces lo acusan de someterlos a la insufrible dictadura del silencio, una práctica propia de la más descarnada convalecencia totalitaria.
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