Se preparaba una gran fiesta aquella noche del 3 de febrero de 1992.
Carlos Andrés Pérez llegaba de Davos y Luis Alfaro Ucero le tenía preparado un fastuoso sarao.
Los adecos y copeyanos, cuando gobernaban se echaban una media de tres
saraos por semana. Y aquella madrugada estallan fuegos por doquier y
Luis Alfaro cree que se trata de una fiesta sorpresa que la ciudad toda
le ha preparado a CAP.
La verja cruje, un tanque de guerra con su barriga de fiera rompe los
flancos del pillaje: horizonte de relámpagos, temblores y humo
esparcidos en el abismo delirante.
Remonta la fiera la desmoronada fortaleza. Los pálidos cortesanos en azarosa estampida huyen hacia el confín de la noche.
¡A la cima, a la cima!, se oye gritar; despejar el sendero luminoso, al
fondo los infinitos caminos de perspectiva gloriosa: la América con
rostro del Libertador.
El tanque que golpea y espanta. Rota la espesa ubre, triturados los
henchidos vientres: pus desparramado, los chillidos salvajes que
imploran a Washington.
La escoria que retumba en mil batallas, la espesa máscara de la paz y la
concordia. El aullido de los pajes, de los retozos de los míster y
lores, yes, we can; perreras y mercaderes; cuernos finos, las brujas de
grasos pechos o tersos cuernos; genios cuchis; los chanchos purpurados;
los fashion, los ortos, los chuecos: la ancha porqueriza en el fétido
pantano de los pactos. Demudado el blanco sepulcro entre jaranas de
huesos y risas: códigos para ostrogodos, constituciones para manumisos,
decretos que excretan, la flema que caga.
Ahora, a oscuras los salones de la corte sin la cháchara de cada día.
Pausa en el escándalo, pausa en la compra al por mayor, en la paga de
comisiones entre encajes y cortinajes. Todo bajo fuego, retumbando los
rancios nichos. El trueno que quema, la luz que espanta, la pólvora que
calcina, que estruja: espantos, bramidos escarlata y celeste. La ráfaga
en el chirriar de las orugas; el calor de los asesinados que ahora se
yerguen: la bandera que flamea arriba en La Planicie, tras el tanque
luminoso los rojos corazones. El boquete definitivo. Venezuela y América
en un puño, es el padre Bolívar de nuevo con sus huestes.
jsantroz@gmail.com