Mary Baker Eddy, célebre evangelista norteamericana de finales del siglo xix, convocó a sus seguidores a la orilla del Missisipi para que observaran cómo ella era capaz de repetir la hazaña de caminar sobre las aguas, tal como Jesús. La gente acudió en masa. Un acontecimiento así derrumbaría la desconfianza de los incrédulos y los fieles saldrían de la experiencia fortalecidos en su fe.
Después de horas de espera la predicadora preguntó con su voz carismática y subyugante: “¿Alguien de los presentes en esta concentración duda de que yo, ungida de las manos del señor, pueda caminar sobre las aguas?” La masa unánime respondió: “¡No!”.
Entonces, Mary Baker-Eddy paseo su mirada serena y retadora sobre los rostros expectantes y crédulos y concluyó: “Si tal es vuestro pensamiento; entonces, no necesitáis prueba alguna: ¡Basta con vuestra fe!”. Dicho esto se retiró del lugar y con ello se dispersó la concentración, sin comprender cabalmente qué había ocurrido. Aunque, por supuesto, un siglo de misticismo no ha logrado disolver el tufillo a estafa del acontecimiento.
La renuncia a la precandidatura de Leopoldo López a favor de Capriles Radozky y, en general, las llamadas primarias de la oposición, transpiran ese mismo tufillo a estafa: La democracia no requiere de hechos. Sólo necesita que la gente crea en apariencias, aguajes, bluffs. ¡Que tenga la ilusión de que existe y ellos son sus fieles practicantes! Sólo así se entiende que candidatos sin ningún mérito ni ningún auditorio se inscribieran y montaran sus espectáculos. Seriamente, ¿quién votaría por ellos? ¿En qué se distinguen unos de otros? Por eso en los mal llamados debates brillaron por su ausencia las ideas disímiles entre gente intercambiable y de pensamiento único.
Al final, concluirán que, si todos creen en ese esperpento, esta pseudodemocracia, ¿para qué tomarse la molestia de dar una muestra concreta de una real democracia? Ellos deciden quienes son los precandidatos, cuáles se retiran y quienes permanecen, el papel de radical o conservador que le corresponde a cada uno, etc., hasta el final de la farsa.
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