El acto de reconocernos

La oposición en su conjunto sufre un trauma psicológico que le impide aceptar al gobierno y sus logros positivos. Esta dificultad para reconocer al otro como sujeto, ha sido estudiada por la moderna antropología que la define como una restricción de tipo cultural.

En el caso de Venezuela esta restricción esta ligada al odio por la pérdida de beneficios que se generan de la renta petrolera. Si a grandes grupos de poder se les permitiera el acceso a negociados y contrataciones. Muchos opositores hablarían del presidente estadista.

En la jerga política utilizada se encuentran huellas del desprecio y desconocimiento al otro. Chávez es: el Teniente Coronel, término acuñado por Vargas Llosa, Esteban, Chacón Vélez, el Cacique de Sabaneta, el Micomandante.

Detrás de las expresiones de racismo y burla, se esconde una herida que impide admitir a Hugo Chávez: Presidente Constitucional, porque implica un nuevo imaginario que rompe con la herencia positivista de la élite ilustrada, que veía el petróleo como un maná que le pertenecía a la sagrada familia.

Este miedo causa daño a la oposición al no poder hallar un contenido particular que universalice y se convierta en aspiración de la mayoría. En el campo político solo se puede estar bajo tres condiciones: reconocimiento mutuo de los actores, un discurso que sea asumido por la sociedad, y la negociación entre sujetos.

Sin alguna de estas características la cooperación se dificulta, y se impone una hegemonía y asimilación, es decir asumir al otro bajo mis códigos, confrontar y derrotar al adversario hasta pasarlo a mi bando.

Chávez ha dicho públicamente que aceptaría un hipotético y eventual triunfo opositor, como lo hizo con la reforma. Los voceros opositores se niegan a un triunfo electoral del chavismo.

"Soñaba en que la vida consistía en tener un hijo. Pero nació una niña mongólica y yo la rehuía. No obstante ella se empeñaba en subir a mis rodillas. Me tiraba de la ropa. Entonces pensaba: "Si pudiera besarla, quizás conseguiría dormir". Y me incliné sobre aquel rostro martirizado, fue terrible (...), sin embargo la besé”, escribió el genial Arthur Miller, en una de sus muchas comedias.

El día que nuestra oposición se atreva a hacer lo que hizo Miller, empezara una comunicación política basada en el respeto, y en aceptarnos mutuamente como somos, es decir una relación civilizada como la reclama el mundo de hoy.

fatprensa@hotmail.com


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Luis Figuera


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